¡Antes de despojar al indígena, escúchenlo!

A estas alturas de nuestra historia, hay gente en Venezuela que ya empieza a respetar a sus compatriotas indígenas, a reconocer sus culturas, idiomas y otros aportes. Pero quedan aún muchos para quienes la Constitución y las Leyes –incluida la Ley contra el Racismo- simplemente no existen. Siguen despotricando contra el indígena y el afrodescendiente como si nada; hablan de tribus, dialectos, primitivismo, barbarie, atraso, usando a menudo  términos que no conviene repetir. Malinterpretan la frase “na´na kari´ña roote” (no es: “ana karina rote”)  –la cual quiere decir en este idioma caribe “solo nosotros somos el pueblo caribe”- sin por esto descalificar a los que no son “kari´ña”, o sea a los “chooto”. Esta famosa frase no significa “somos los únicos humanos y los demás son nuestros esclavos”, o algo similar como siempre se ha pretendido en forma acrítica y malévola.
Más aún, esos sectores racistas se expresan como si todos o la gran mayoría de nuestros problemas se hubiesen originado en la Venezuela indígena precolonial o a raíz del ingreso de africanos secuestrados y esclavizados. Muchos sabihondos abogan a cada rato por la “modernización” del país y por soluciones “civilizadas” para acabar con el “atavismo” amerindio, afrodescendiente y también mestizo cuando no está suficientemente “blanqueado”. Creen todavía ciegamente en el avance lineal de la humanidad desde un supuesto arcaísmo prehistórico, en dirección hacia un progreso resplandeciente e ilimitado, pasando por una serie de etapas intermedias de gradaciones sucesivas a lo largo del túnel.
Lejos de nosotros cualquier pretensión de minimizar, desconocer o descalificar la significación trascendental y los éxitos inequívocos de la llamada “civilización occidental”. Sin embargo, todo ser humano medianamente pensante sabe, al menos está consciente, de que cualquier recuento histórico simplemente eurocéntrico desemboca en la actual crisis mundial o crisis de la modernidad –definitivamente perfilada durante los siglos XX y XXI- que comporta ingredientes tales como dos guerras mundiales, un armamentismo genocida y geocida, la creciente desigualdad socioeconómica entre los países así como entre los habitantes de cada país. A lo que se añade una crisis ambiental planetaria conducente –entre otros síntomas degenerativos- a un cambio climático de consecuencias posiblemente letales para la vida humana y orgánica como un todo.  Pero la creencia generalizada es que hasta la solución de esta megacrisis pasaría por una mayor exacerbación del desarrollismo eurocéntrico, sin consultar para nada a otras formaciones socioculturales.
Es fácil y socorrido atribuir el presente caos mundial al capitalismo neoliberal con su economicismo casi exento de valores éticos, su cinismo geopolítico, su avidez por el poder absoluto para una fracción mínima de la humanidad, que controla todos los resortes de un ordenamiento imperialista político, socioeconómico, comunicacional, ideológico y militar. Mas, por desgracia, también las diversas variantes del socialismo y progresismo realmente existentes están cada vez más contaminadas de todas estas características deletéreas, dada su filiación igualmente eurocéntrica, unilineal, ultra-desarrollista, inserta en una modernidad sin contrapesos. Solo las sociedades no occidentales, como por ejemplo las indígenas originarias, ofrecen perspectivas claramente diferentes.
Con todos mis respetos por Rousseau, el gran ginebrino, no pienso en este momento hacer una catarsis desmesurada elogiando al mundo indígena, aún reconociendo sus innegables excelencias y sin minimizar sus deficiencias propias de todo lo humano. Quiero referirme muy someramente a la Universidad Nacional Experimental Indígena del Tauca, cerca de Maripa, Estado Bolívar, donde tengo la suerte de ejercer el Rectorado. Allí estudian y residen jóvenes representantes de aproximadamente diez pueblos indígenas originarios, practicando a plenitud sus culturas; en forma simultánea y con una interculturalidad democrática, dialogante, respetuosa de las diversidades. Esa misma interculturalidad se extiende a sus múltiples relaciones con el país tomado en su conjunto y también a escala internacional.
En Tauca reina una ejemplar democracia interna; las decisiones se toman en reuniones abiertas, con participación libérrima de todos los miembros de nuestra comunidad y, por regla general, suele llegarse a un consenso no impuesto ni compulsivo sobre cualquier tema, luego de ser suficientemente debatido. Todos/as estos jóvenes indígenas son amables, respetuosos, dispuestos a la asunción de responsabilidades, firmes en sus criterios; pero suficientemente flexibles en su apertura al mundo exterior sin sacrificar su propia identidad. Pero en primerísimo lugar, defensores de sus pueblos, de la naturaleza y del ambiente: frente a la demencia colectiva de nuestras instituciones y nuestra sociedad en general,  al sacrificar gozosamente -por menos de un plato de lentejas- nuestros bosques, sabanas, montañas y ríos, nuestra biodiversidad y sociodiversidad, los frágiles suelos, la mayor parte de las fuentes acuíferas, el irremplazable ozono, hasta el aire que respiramos. Nos apabulla el rentismo extractivista y petrominero que parece fagocitar –con velocidad creciente- a la Nación venezolana, casi sin provocar la menor crítica o resistencia de la mayoría de los habitantes de este país.
 



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Esteban Emilio Mosonyi

Antropólogo y Lingüista. Rector de la Universidad Experimental Indígena del Tauca


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