La verdadera desobediencia civil que arrincona al gobierno revolucionario

Recordemos el año 2000 y los patéticos intentos iniciales de la oposición contrarrevolucionaria por minar el proceso revolucionario, que aún no se había declarado socialista. En aquel entonces la ridícula y sifrina "sociedad civil" se oponía al Decreto 1.011, emitido en octubre, que delineaba el Estado docente y, lo más temido por los mercaderes de la educación, liderados por la iglesia católica, establecía la supervisión, despojada de la burocracia enquistada en el Ministerio de Educación.

La continuada campaña contra un gobierno que apenas se organizaba, que aún no exhibía grandes logros (si admitimos que lograr la desaparición del fenómeno de niños en la calle no es un gran logro) y que luchaba contra el monstruo del aparato estatal burgués puntofijista, fue dando sus primeros frutos al comenzar a nuclear a ciertos grupos sociales alrededor del miedo anticomunista y antisocialista, con un eslogan estúpido y vacío pero sonoro "con mis hijos no te metas".

El 19 de enero de 2001 se dio la primera concentración y marcha (de no más de 5.000 personas) que desembocó en quince meses después en la máxima concentración de personas que la burguesía lograría y logró y más nunca podrá alcanzar, como fue la del 11 de abril de 2002, cuando lograron utilizar a unas 120 mil personas.

A lo largo de esos quince meses las convocatorias opositoras se organizaron alrededor del miedo y la mentira. Se nutrieron de publicidad y mercadeo. Sus grupos sociales, netamente de niveles socioeconómicos medio-altos (los niveles altos jamás van a la calle a exponerse), blancos y ligados económica y laboralmente a la oligarquía financiero-importadora, ocupantes además de posiciones de privilegiada rapiña en la administración pública muchos de ellos, fueron disfrazados con un manto discursivo de "sociedad civil".

La así llamada "sociedad civil" era un recurso retórico para no llamarse pueblo, sino algo más exquisito, era la "clase media pensante", uno de sus sinónimos. Era el retorno a la democracia censitaria, donde solo los meritócratas estudiados tenían derecho a conducir a la sociedad entera.

Toda esta construcción discursiva, ampliamente exhibida por la televisión, prácticamente adherida en su totalidad al proyecto burgués sirvió además para ir tejiendo un concepto de "desobediencia civil" como justificación de las acciones subversivas que desembocaron en la pantomima trágica del 11 de abril.

Nunca hubo tal desobediencia. Eran solo arengas publicitarias vacías y acciones más vacías aun, como oponerse a ultranza a todo decreto, oponerse por oponerse a cualquier reforma de un ente público, desafiar a toda autoridad incluyendo la de los ministros y del mismo Presidente de la República. Era oponerse no solo a la Constitución, hasta que descubrieron que los artículos 333 y 350, nunca supieron bien cuál invocar sin error, les servirían para justificar la sedición golpista en marcha.

La desobediencia civil fue otra mentira más de la oposición, creída por gente que no miraba más allá de su ombligo televisivo.

Ante el perdón de Chávez, como Simón Bolívar observó, sucedió otra conspiración. Valiéndose una vez más de una supuesta "desobediencia" justificaron el horrendo sabotaje petrolero de 2002-2003, que causó daños a la economía nacional como nada en toda su historia republicana lo había causado.

Quien no recuerda aquella narración de Chávez contando meses después como una sabia y rebelde anciana del pueblo le decía: "He tenido que cocinar con las patas de mis muebles como leña, pero Chávez, no te rindas muchacho". Hacía referencia al aguante, ante la ofensiva burguesa que según el infame luis giustino sería de más de siete días…

El aguante duró más de un mes, ante la escasez e inactividad inducida por la oposición. Sus grupos sociales, debidamente apertrechados y financiados en diciembre, decidieron que ya en el nuevo año había que dejarse de pendejadas y volver al trabajo, a la producción, o a sus actividades mercantiles.

La oposición venezolana que "flexibilizó" un "paro" que nunca se atrevió dignamente a declarar finalizado, vegetó en su derrota durante varios años, aunque trató de resucitar la "desobediencia civil" en 2004 con cara de estudiantes, sufrió otras derrotas más que la dejaron contra la pared, incluida la del referéndum reafirmatorio y permitió el avance al socialismo y los mejores períodos económicos de la historia nacional: 2005-2010.

El imperialismo meditó y meditó y tras mucho pensar encontró la fórmula. Ya no se podía contar con una oposición tan inepta como la contrarrevolución venezolana. Tampoco con el apoyo del narcopelele Uribe, a quien le faltaron cojones para provocar militarmente a nuestro país. Entendieron que al pueblo venezolano hay que desgastarlo y había que encontrar la manera en que los aullidos de dolor de nuestra economía se financiasen por sí mismos y beneficiasen a los mismos grupos sociales que controlan el comercio y la industria dependiente de la oligarquía importadora.

Así nace el bachaqueo, versión actualizada y tropical del estraperlo franquista español.

El gobierno revolucionario, inmovilizado por la infiltración de elementos corrompidos, de burócratas crónicos, de funcionarios incompetentes y por la traición de las contradicciones retóricas, jugó mal las piezas, justo las piezas del ajedrez que la contrarrevolución quería que se jugasen: control de precios ineficaz, supervisión de derechos totalmente ineficiente y reacciones tardías ante los elementos en juego: meses para cerrar fronteras, meses para desmontar acaparamientos, amenazas y advertencias incumplidas contra los distribuidores del abastecimiento, ausencia de medidas enérgicas contra los operarios del bachaqueo.

Así se configuró la verdadera desobediencia civil contrarrevolucionaria. Ante un control de precios, descontrol. Ante prohibición de acaparar, esconder. Ante intento de autoridad y orden, desconocimiento y anarquía. Logró la burguesía ingresar al país en la espiral inflacionaria más grande de su historia, tristemente roto el record impuesto en 1996 por el infame teochoro pecof y su 106% de inflación de la agenda venezuela.

Claro, en medio de una guerra, es fácil desobedecer. Aun el gobierno revolucionario no ha tomado acciones de guerra para verdaderamente confrontarla y poder tener un contraataque exitoso. Estamos arrinconados, pero no perdidos.



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