¡Todos somos iguales!

Viejas costumbres, viejas prevenciones querrán de nuevo obstaculizar el establecimiento de la República Bolivariana y Socialista. La organización de la igualdad real, la única que responderá a todas las necesidades, sin hacer víctimas, sin costar sacrificios, desde luego quizás no guste a todo el mundo. El egoísta, el ambicioso, se agitarán con rabia. Los que poseen injustamente gritarán por la injusticia.

Los goces exclusivos, los placeres solitarios, los bienestares personales producirán vivos pesares a algunos individuos insensibles ante las penas ajenas. Los amantes del poder absoluto, los viles secuaces de la autoridad arbitraria inclinarán con pena sus cabezas orgullosas bajo el nivel de la igualdad real; su vista corta penetrará difícilmente en el próximo porvenir de la felicidad común; pero ¿qué pueden algunos millares de descontentos contra una masa de hombres todos felices y sorprendidos de haber buscado tanto tiempo una felicidad que tenían al alcance de la mano? Desde el día siguiente de esa verdadera Revolución, se preguntarán extrañados: "¿Qué? ¿La felicidad común dependía de tan poca cosa? ¿Teníamos nada más que quererla? ¡Ah! ¿Por qué no la hemos querido antes?" Sí, sin duda; un solo hombre en la tierra, más decidido, más potente que sus semejantes, que sus iguales, y el equilibrio está roto: el crimen y la desgracia están sobre la tierra.

La Constitución Bolivariana de Venezuela de 1999 es la verdadera ley de los venezolanos por que la ha aceptado solemnemente el pueblo; porque la Convención no tiene el derecho de cambiarla; porque, para llegar a ello, ha hecho ha consagrado los derechos inalienables para cada venezolano de aceptar las leyes, de ejercer los derechos políticos, de reunirse, de reclamar lo que considera útil, de instruirse y de no morir de hambre, derechos que el acto contrarrevolucionario de 1961 violó abierta y completamente.

¿Es que se sabría lo que vale el hombre sin la guerra? ¿Es que se sabría lo que valen los pueblos y las razas? ¿Es que estaríamos progresando? ¿Es que tendríamos solamente esa idea de valor trasladada del habla del guerrero a la del maestro? No hay ningún pueblo que, habiendo adquirido en el mundo alguna fama, no se glorifique antes de todo de sus anales militares: son sus bellos títulos para la estima de la posteridad. ¿Es que vamos a hacer de ellos notas de infamia? Filántropo, usted habla de suprimir la guerra. Que el pueblo está llamado a marchar por el camino de un continuo progreso, bajo el imperio de la ley moral universal, al desenvolvimiento libre y armónico de sus facultades y al cumplimiento de su misión en la Patria; que ello no podrá ser conseguido más que por el concurso activo de todos del pueblo libremente asociados.

—Querer imponer al pueblo una línea de conducta o un programa político uniforme, como la vía única que puede conducirlo a su emancipación social, es una pretensión tan absurda como reaccionaria.

¡Gringos Go Home! ¡Pa’fuera tús sucias pezuñas asesinas de la América de Bolívar, de Martí, de Fidel y de Chávez!

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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