Halcón de las montañas y los mares Ramón Palomares

Viejo Lobo aquí estamos tus hijos debajo de estas nubes, mirando tu casa de niebla, tu vuelo en la montaña, tu sonrisa en la colina, tus alegres provincias.

Estamos sobre la piedra y el agua viéndote con Polimnia, y ya te nos figurás un alma, ah pajarito esponjadito, lo más del corazón.

María Eugenia te sostiene con las vírgenes y Dios para que no te alejes, para que nos te vayas, ella tan candorosa, ella tu reina viva, la compañera del alma; firme en tantas caídas, serena como la palma para que vueles tan alto, para que nos mandes rosas, para que nos abandones nunca, de vuelta a tu casa eterna.

El Catire Hernández de Jesús sostiene tu mano suave y pasa sobre tu frente una caricia de ase para llevarte a asear por donde hayan cosas que ver y cosas que sentir.

Tarek William te lleva un libro traído del Oriente para que curiosees insaciable los rigores del desierto, laS cicatrices de la diáspora, los secretos del dolor en medio de la lejanía.

Gustavo Pereira te lleva olas, espumas y escamas de pez bañadas de cervezas frías, junto a la arena blanca de esas playas soñadas, frente a un botecito de versos y galaxias infinitas.

Pedro Ruiz baja del páramo con las flores para ti, para llegar a tiempo como si el atardecer apurara sus copas entrando a la gran ciudad, campesino y hermano, fiel guardián de tu nombre.

Leonardo Ruíz Tirado trae de Bailadores dulces de todo tipo, un frailejón de oro y los cabellos de plata de esos riachuelos de abajo, con su mano generosa para dejarlos en Mérida.

David Cortés Cabán toma el tren de medianoche, el más ligero del Bronx y lo desliza como una cometa siempre hacia el Sur amado, viene lanzando bengalas para regalarte un adiós metidos entre las estrellas.

María Polimnia tu hija, junto a tu nieta tan bella, pasa agarrando la luna, esos rayitos de sol y la música del cosmos, y lo cuelga en la ventana para mirarte pasar, en ese viaje tan largo, puro como tu mirada.

Feddy Ñanes espanta las sombras bajo tierra y te hace un jardín de amarillos, azules y rojos y en todos los instantes pone a cantar las sirenas y los pájaros, con las flautas y violines.

Laura Antillano trae una hermosa página en blanco para dibujar un gallo y un niño que fue, las auroras y los tigres que eran de Vicente Gerbasi, y te regala un venadito y un colibrí.

Cósimo Mandrillo saca del lago el gran pez como el del Viejo y el Mar, lo monta sobre caballos alados y de raso vuelo y sube hasta las montañas para multiplicar la esperanza.

Gabriel Jiménez Emán junta todas sus guitarras y los sonetos alejandrinas de Elisio Jiménez Sierra, las baladas y rapsodias, los aires del amanecer y alegra el brindis del amor y la sinceridad.

Lubio Cardozo camina hasta la vecindad del paisano, portando calas enormes, los versos de Garcilaso, los de Píndaro y Virgilio, y hace una reverencia con respeto y pundonor.

William Osuna se despide de sus cerros y sus avenidas, y monta caballos briosos sobre el camino del Güaire, atraviesa por Guanare por Escuque y El Vigía, y llega hasta Las Marías cargado de tantos cosas.

Antonio Trujillo sale desde Los Altos de Los Mangos pastoreando las brumas, saludando los cedros, hablando de los fundadores y te regala una crónica, de esas que tanto te gustan.

Roger Herrera invita a todos los indios los pemones los wayú los kariñas los yecuanas y tantos hermanos más, prendiendo flechas de cera mientras la voz de la naturaleza indica la ruta de Humboldt.

Carlos Pérez lee haiku y echa bromas, para el Maestro y hermano que tiene corazón de acero, que no lo detiene relámpagos, que no lo doblega el viento, porque Palomares eres y Palomares te queremos.

Grande Padre eres nuestras bibliotecas, eres nuestro leer, el aliento mayor, la serenidad del habla. Por ti aprendimos silencios, mesuras, bondades. Por ti aprendimos el amor de los hijos, como Laurencio, como Leticia Eugenia, como Gonzalo.

Grande Padre eres alma pura de esta Patria, su huella viva, Santiago de León de Caracas, tierra de libertadores, héroes de la independencia, padres de la identidad.

Viejo Lobo, amado Halcón de las Montañas y de los Mares, amado Ramón Palomares, échenos la bendición que aquí estamos para que nos digas por dónde habrá que coger; para dónde va ser, cantar y cantar, como en tu páramo alado.



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José del Carmen Pérez


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