Incoherencia en la pragmática de gobierno: ¿Silencio en la Revolución?

 

"Sin educación popular no habrá verdadera sociedad”

(Simón Rodriguez, Maestro del Libertador)

 

La incoherencia en la pragmática del gobierno es la forma usual de hacer política en el marco de una concepción maquiavélica de la política: Mantener el poder a partir del juego estratégico de los intereses que se mueven detrás de los actores. El moverse detrás de los actores debe entenderse además como la fuerza que mueve a los actores en ocasiones incluso en contra de su propia voluntad. Se dirá que es el ejercicio reiterado de la mentira y de la retórica para pescar incautos y crédulos. Sin embargo, en estos tiempos donde se cree que es posible escoger a voluntad todo, es menester recordar que en las creencias se vive. Las creencias al ser racionalizadas se convierten en ideas y es allí cuando devienen en objeto de debate, argumentación y convicción. Por eso, nada más peligroso en la política que aferrarse sólo a las creencias.

La situación política que vive actualmente América Latina en aquellas sociedades donde las fuerzas de la derecha han avanzado en el marco de las leyes para volverse a constituir en opciones e incluso en el ejercicio del poder, nos van revelando que la pragmática política no pretende la coherencia y asegura así, por la vía del mercadeo y la publicidad, lo que los hechos le niegan. La situación se hace peligrosamente contagiosa porque arrastra a toda forma de posición política que le ocupe como prioritario la permanencia en el poder.

De este modo, la actual situación que confrontamos en Venezuela no sólo está condicionada por la mediática sino que además se queda en ella y en su espectacularidad e instantaneidad es presa fácil de la contradicción. Esto último es particularmente grave para la realización de un proyecto político que está en construcción. La razón es que un proyecto político de impacto social, económico y cultural no puede estar sometido al escrutinio de lo instantáneo. La obligación de la conveniencia castiga de este modo al proyecto porque lo obliga a revelar como político lo conveniente y a ocultar como inaccesible e incomprensible al soberano lo que pueden ser sus debilidades. Puestas así las cosas, queda preguntarse si esa incoherencia en la pragmática política no es en si misma, el más artero ataque a la idea propia de revolución. La pregunta no se puede responder sin entender los contextos socio-políticos en los cuales la pregunta ocurre. No obstante, pareciera que incluso la propia pregunta sobre la relación ambigua, compleja y difusa entre revolución y gobierno se deja de lado para reclamar la unidad como creencia. El avance hacia un dogma político es proporcional al alejamiento del planteamiento revolucionario. En los actuales momentos, para la Revolución Bolivariana es menester tomar distancia del gobierno en el plano de las ideas y el debate político fundamental.

El debate político mediático está signado por el casi diario intercambio de insultos, medias verdades, muchas mentiras y la ausencia total de un esfuerzo puesto en la legitimidad de las acciones y más dedicado a la espectacularidad y la ponzoña del insulto que es más para los medios que para la construcción de un sujeto político compatible con la idea de una democracia incluyente, popular y participativa. El debate mediático y su impacto en lo que denominamos la opinión pública tiene un fuerte poder diluyente en contraste con la intención política fundamental de constitución de una nueva noción de bien común.

La incoherencia pragmática en lo político atenta porque puede constituirse en el único modo de ganar adeptos y fidelidades. ¿Hasta donde puede la construcción de una sociedad más justa, diversa e incluyente permitirse este chantaje? La respuesta se está gestando de modo diverso en las distintas instancias donde se piensa la política desde la dimensión del bien común y no de la satisfacción de los intereses particulares. La respuesta colectiva marcará sin duda el destino y el modo como este se construirá para todos los venezolanos. En todo caso, lejos queda de un precepto constitucional asumir que el pueblo venezolano requiere de tutelaje o está en incapacidad de asumir las riendas de su propio destino. Es allí donde debe radicar el elemento revolucionario sustancial, en asumir que la construcción de la historia de una nación es el esfuerzo heroico, dialéctico por construir desde la imperfección humana una nueva idea de humanidad que demanda inevitablemente no sólo una concepción distinta del mundo, sino quizás con mayor urgencia, la reconstitución del sujeto político desde la perspectiva de la insuficiencia de cada individuo para gestar una transformación del mundo pero de cuyo concurso depende la realización de algunas tareas fundamentales en lo local.

A fin de cuentas, la incoherencia en la pragmática política es la sustitución del ejercicio político en procura de la autonomía por un autismo político que genera procesos de exclusión y enajenación política. El riesgo que se cierne sobre la sociedad venezolana es que dejemos que sea el autismo político el que sustituya la posibilidad cierta de construir una nueva sociedad con el concurso de todos.

La Revolución Bolivariana sigue siendo no sólo el anhelo del pueblo que dejó de ser invisible sino que además sigue comportando la posibilidad de un modo distinto de hacer política en un presente plagado por la indiferencia. De tal suerte que el silencio de la revolución es una demanda imposible de cumplir.

 

A Tiempo: La sustitución de lo político por lo económico es el modo más eficaz para la desmovilización de los pueblos. Ha sido la forma que los Estados Unidos de América han encontrado para anestesiar las aspiraciones de los pueblos. La economía productiva demanda una sociedad productiva capaz de generar formas de organización social, popular y comunal. Requiere un cambio cultural que desplace el consumo por el uso consciente y lo inmediato por lo trascendente. No es cambiar lo político por lo económico sino saber construir el equilibrio en tiempos de turbulencia mundial.

 

 



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Alejandro Elías Ochoa Arias

Profesor Titular de la Universidad de Los Andes. Profesor Invitado de la UBV Zulia, Universidad Politécnica Territorial Kleber Ramirez. Ha sido autor de varias publicaciones en revistas científicas nacionales e internacionales. Ha sido conferencista invitado y profesor invitado de la Universidad de Hull en Inglaterra, la Universidad del Cuyo en Argentina y la Universidad de Santiago de Chile en Chile. Ha contribuido en la definición y puesta en marcha de los centros de investigación: Centro de Investigación y Desarrollo en Tecnologías Libre (CENDITEL) y del Centro de Investigaciones en Gestión Integral de Riesgos en Mérida.

 dioseses@gmail.com

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