La paz no nos ha servido de mucho; qué vamos hacer los con violentos

Si bien la primordial diplomacia política interna como prudente acción de paz gubernamental está convergida del llamado al diálogo instrumentado para la estabilidad, no es menos cierto que su agotado esfuerzo de forma unilateral nos ha producido una violencia sistémica como estrategia anticonstitucional del lado opositor; no hay una común oposición, hay una conspiración golpista terrorista, hay extremismo, hay anti-patriotismo, hay paramilitarismo para "educar" digitalmente de innovada barbarie delincuencial, de inseguridad a centros penitenciarios, a bandas delictivas, a uribeños "políticos, industriales, comerciantes" inmersos en el complot de EEUU junto a otros "gobiernos" de la región y europeos.

Pero la peor de todas nuestras violencias está tipificada en el boicot de la improductividad generalizada, en la grosera abierta especulación y la estafa al pueblo, en la indetenible extracción de rubros primarios al extranjero, en la constitucionalidad del "bachaqueo popular" como medio de enriquecimiento ilícito, pero mucho peor aún, en la permisibilidad y complicidad probada por parte de autoridades. Con todos esos atenuantes se imposibilita construir la paz; es obligante depurar toda esa carroña exógena-endógena, y la paz será posible, discutible, debatible, entendible y admisible por todos en revolución.

Es aberrante ocultar, es inaudito merodeen revoltosos buitres y zamuros por la revolución en pleno vuelo libre y planeen de alas abiertas y con impudicia. Una cosa significa ejercer con toda plenitud la democracia y otra no plantar la autoridad requerida para hacer valer su preceptiva facultad regentora; es demostrar incoherencia entre obligación y la devoción, los asuntos de Estado no pueden prevalecerse de sentimientos encontrados ni dispersos de su fin ideológico, ahí, hay que plantarse con los testículos bien puestos y gobernar.

Se sabe del enemigo toda su intención, está descifrado palmo a palmo, no se justifica perder más los escasos tiempos valiosos en infructuosos devenires políticos reductores, dilatores de la causa, destruyentes del emporio pueblo zumiento emergente de una democracia por consumarse de su integridad.

La revolución viene siendo envuelta por asiduos asechos y asechanzas que inevitablemente le conducen al punto de quiebre o a su total ruptura con la contra-ideológica; eso se provoca dado el empuje de dos puntos de vistas de disconformidad entre sus desiguales e incompatibilidades políticas, es asunto natural de la acción y reacción, dispares polos de diestra y siniestra donde lo derecho es derecho y lo zurdo es zurdo, aceite y vinagre ambos indisolubles el uno del otro. Esperanzar exista un gobierno revolucionario y una oposición armónica con su rol opositor bajo preceptos democráticos, es pedir como demasiado a su inteligencia política; democracia para este sector significa tan solo obedecer al criterio neoliberal del norte, a gobernar solo para sus élites, repartirse las menguas de la riqueza dejada después del saqueo imperial, replantear otro Puntofijismo adeco-copeyano compuesto por la variedad proveniente de sus "sociedad civil" que nos adecue a 6 años blancos y 6 años verdes y entre amarillo, negro y otros afines derechistas.

Fracturar todo signo de paz en sus carnestolendas electorales para una vez asuman el poder, emular a la perfección a Mauricio Macri en sus "políticas" social-económicas con el impertérrito cumplimiento del petitorio de Fondos Monetarios y demás hierbas imperiales, es prominente objetivo inmediato. Por todo este sin fin de razones y sin razones, se hace inconcebible cualquier asomo de pacto o entendimiento con violentos o pasivos opositores, para ambos la democracia es unilateralmente a su estilo, no existen argumentos ni razones a discutir; o son ellos o no es nada, partícipes del arrase, si no es para mí, no es para nadie, es su lema de lucha. Vuelvo y repito, nada democrático tenemos que buscar con esta oposición, el punto de quiebre es la solución o seguiremos en el peligroso tejemaneje del tira y encoge donde aventajan por ir haciéndose de ciertos espacios revolucionario y para dar el zarpazo mortal. ¿Qué, le vamos a combatir, o le vamos esperar pacífica e inocentemente como caperucita al lobo feroz?



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Omar Ignacio Pinto


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