Pedagogía en Economía Política

Estado y Poder Popular XVII. La ausencia de la ética en la economía capitalista

(Exhortamos a los estudiantes y estudiosos de la Ciencia Política, a recopilar estos artículos, escritos con el ánimo de contribuir a la difusión de esta importante temática en una hora tan especial en la encrucijada de la Patria)

En una lectura a Enrique Dussel en la Cátedra de Pensamiento Crítico, exponemos algunas de sus reflexiones producto de sus profundos análisis a la obra de Karl Marx. Comencemos por decir que Marx no era ateo, sino antifetichista, es decir, contrario al endiosamiento del dinero, del mercado, de la mercancía, de la riqueza, en fin, del capitalismo.

La economía en la competencia –afirma Marx- crea el monopolio. Insistimos, la competencia se vuelve fetichismo y se vuelve monopolio, porque el comerciante más rico se come al más pobre, lo desaparece hasta quedar solo. Se convierte en único oferente y, a la larga también los desplaza de la competencia de demandantes y se trastoca así en único comprador, en monopsónico. En todo caso, la competencia es imposible sin la tecnología. La combinación del conocimiento, la técnica, la máquina, es decir, la tecnología, hace la diferencia entre los diversos oferentes. La tecnología no crea valor, ahorra trabajo y a la vez logra incrementar la producción en una misma unidad de tiempo y por trabajador: hay incremento de la productividad.

La globalización, vendida como la oportunidad de todos, es una farsa. Solo están globalizados el capital financiero y las mercancías, Los Tratados de Libre Comercio persiguen esa finalidad. La sobrevivencia del más fuerte. La Coca-Cola entra a todos los países, pero las personas no, salvo en casos de necesidad mercantil. Un caso reciente y palpable es el de los refugiados en Europa. Algunos países, como Alemania, han aceptado una cuota de ellos porque los necesitan como mano de obra barata, es decir, como mercancías. No es un acto de solidaridad, mucho menos de humanitarismo, no, es un acto de mercantilismo, de ese vil fetichismo que demonizó Karl Marx; así es el capitalismo.

En Venezuela debemos cuidarnos al extremo de esos Tratados de Libre Comercio, porque no estamos en condiciones de competir con esas grandes firmas acostumbradas a manejar enormes y complicados complejos administrativos que requieren de habilidosos y experimentados funcionarios gerenciales. Quizá tengamos algunos gerentes experimentados, pero no en la cantidad y experticia suficiente y necesaria para abordar grandes retos, tenemos la obligación de prepararlos con urgencia.

Todas las categorías están fetichizadas. Empecemos por conceptualizar los términos fetichismo y categoría. El fetichismo de la mercancía es un concepto creado por Karl Marx en su obra El Capital que lo denomina como algo mental en una sociedad productora de mercancías, las mismas que aparentan tener una voluntad independiente de sus jefes, es decir, fantasmagórica. Es la ocultación de la explotación que son objeto los obreros, al presentarse las mercancías ante los consumidores sin que ellos lo vean. Al cortar la producción de la circulación –ya la producción queda atrás, veamos el caso de la Polar, que monopoliza la circulación, la distribución de los alimentos y los traslada donde les da la gana, ésta se fetichiza y el ser humano no es tomado en cuenta. El único economista que incluye al ser humano, al obrero, como categoría, es Marx, los capitalistas no lo incluyen como tal. Por eso Marx es el único humanista entre los economistas al tratar al obrero como ser humano. Ve la dignidad en el ser humano, no como cosa, sino como ética. Es la presencia de la ética en la economía. La generalidad de los economistas contemporáneos muestra una crasa manifestación materialista, explotadora del ser humano. La producción y el mercado son categorías en Marx que el capitalista fetichiza. De manera que en las categorías producción, mercado y circulación, para el capitalista no cuenta el ser humano, el único que lo hace es Marx, de allí su gran valor como humanista, como espiritualista, lo que le permite explicar, con gran sentido de la ética, el fundamento de la pobreza del trabajador y de los pueblos que, como los latinoamericanos, son secularmente pobres. No es asunto de modelos econométricos, ni de ecuaciones y demás fórmulas matemáticas, es la apropiación que hace el capitalista del plusvalor que le corresponde al trabajador, al cual se lo roba, se lo apropia de manera engañosa, más allá de la ganancia que le corresponde, el único creador y generador de riqueza es el trabajador, no el capitalista, que es un burgués, un burócrata, un oligarca. No es descalificar a nuestros economistas, es la realidad que vivimos cotidianamente. Cuando el trabajador, de manera universal tome conciencia del robo de que es objeto, todo cambiará, no importan los Complejos Militares, ni Pentágonos, ni OTAN.

Esta es la economía que se está aplicando actualmente, es la de Hayek y Milton Friedman. Cínicamente, en "El origen de la riqueza de las naciones" (1776), Adam Smith afirma: "Si un soberano se ve sostenido no solo por la natural aristocracia del país (oligarquía) si no por un ejército permanente y bien disciplinado, las protestas más anárquicas, infundadas y violentas, no le causan la menor inquietud, puede tranquilamente despreciarlas y hasta perdonarlas en una sociedad civilizada, sólo entre la gente de rangos inferiores del pueblo, sólo la escasez de alimentos pone límites a la multiplicación de la especie humana, y esto no puede ocurrir de otro modo que destruyendo una gran parte de sus hijos. La demanda de seres humanos al igual que ocurre con las demás mercancías –seres humanos como mercancías, recuérdese que A. Smith era calvinista, presbiteriano, de allí la crítica de Marx a esta teología, y con fundamento, porque el creador del cristianismo dijo que "primero entrarán los pobres al reino de los cielos, que un rico… Militarismo puro y rancio es en lo que se apoya Milton Friedman -el Pentágono y en las fuerzas armadas disciplinadas-, como lo hizo en el Chile de Pinochet para imponer su "exitoso" neoliberalismo.

De manera que Marx lo que crítica es que el capitalismo ha sido llevado al altar de los dioses, de allí su calificación del capital como un fetiche, es el fetichismo del que tanto insiste Marx.

Los grandes capitales pueden poner precios bajos porque sus costos marginales de producción les permite, por sus altas escalas o volúmenes productivos, hacerlo, y así le ganan en la competencia a los más chicos, a los cuales subsume, los arruina, los saca de la competencia y a la larga se hace monopólico. En esa competencia está ausente la ética de la economía, porque el gran capital puede sacar del mercado a numerosos oferentes chicos mediante una competencia desleal.

En cada período histórico destaca un modo particular de la ética: Marx, Nietzche, Freud, por ejemplo. Veamos lo que dice el venezolano Héctor Silva Michelena: "¿qué ha ocurrido, mientras tanto, en las relaciones entre economía y ética? Adelantemos algo: ha tenido lugar una marcha divergente que a juicio de varios economistas y filósofos, no ha hecho más que empobrecer la economía. Nada mejor para comprenderlo y aprehenderlo que referirse al relato que hace Amartya Sen en su notable trabajo intitulado Sobre ética y economía, publicado en 1987 en Oxford, Inglaterra. Sen fue premio Nobel de Economía en 1998".

Dice Sen, al referirse a los economistas que llama, más adelante, "mecánicos" "…que ellos podrían concederse o acordarse una dosis moderada de bondad, de tamizar "lo bueno" de "lo malo" (el problema nodal de la ética), con la condición de que sus modelos económicos reflejen las motivaciones de seres humanos puros, simples y prácticos, libres de los defectos de sentimientos como la benevolencia o el sentido moral. Si bien esta concepción de la economía está ampliamente difundida (no sin razón, dado el rostro actual de la economía), no deja de ser extraordinario y hasta extraño que esta ciencia social haya sufrido dicha evolución, que caracteriza la motivación humana en términos tan espectacularmente estrechos. Lo asombroso, es que no hay nadie que no piense que la economía no debe interesarse por los seres humanos. Este deber ser ético parece ser ineludible, aunque algunos expresamente así no lo postulen. ¿Se puede legítimamente permanecer indiferentes ante tal desafío y ejecutar nuestros trabajos adheridos exclusivamente a un positivismo rudimentario que, en demasiadas partes, exige la economía llamada moderna?"

Volveremos sobre el tema.



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César Eulogio Prieto Oberto

Profesor. Economista. Miembro de Número de la Academia de Ciencias Económicas del Estado Zulia. Candidato a Dr. en Ciencia Política.

 cepo39@gmail.com

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