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Un país que se deja gobernar o dominar políticamente por una potencia extranjera se convierte prácticamente en su colonia, aunque no este militarmente ocupado. Existen en nuestro país grupos políticos que anhelan que seamos un satélite del gobierno de los EEUU. Por eso se ponen bajo su servicio. Colaboran con ellos en sus planes de apoderarse nuevamente de nuestras inmensas riquezas petroleras.

Piensan que es mejor vivir bajo la tutela de la potencia anglosajona que ser una nación independiente y soberana.

Por cuanto, nuestra burguesía se formó con el establecimiento de las transnacionales gringas y europeas, en calidad de ser su representante comercial en nuestras tierras, la impronta de su dependencia al capital extranjero configuró no solo su ideología sino toda su cultura, donde destaca su modo de vida como imitación del norteamericano y en menor medida, del europeo; por oposición a lo genuinamente venezolano, tratado peyorativamente y siempre confundido con las costumbres de las "clases bajas".

De tal manera que el desprecio por lo propio y el alabamiento de lo ajeno en cuanto extranjero ha sido una constante en la cultura de las clases dominantes en Venezuela. Esto da cuenta de su vieja manía por ser copia chimba de gentes de otras latitudes y de su fascinación por la imitación de gustos ajenos y foráneos para luego intentar deslumbrar con semejante vacuidades a sus connacionales.

La burguesía venezolana no es una burguesía nacionalista. Nunca se interesó por desarrollar una fuerte y competitiva industria nacional. Siempre jugó para otro equipo, a favor del desarrollo la industria norteamericana. Este ha sido su signo y no va a cambiar. Por esta razón es que somos un país importador de casi todo lo que consumimos.

El ser esencialmente una burguesía importadora ha sido posible gracias a la renta petrolera. El meollo siempre estuvo en su apropiación por métodos obscenos. La ganancia fácil sin producir nada fue la nota que dictó su accionar desde su nacimiento. La especulación nunca fue un motivo para avergonzarse porque nunca dejó de practicarla. Es una burguesía que creció bajo el sello del delito. Nunca le importó la patria, ni mucho menos el pueblo de a pie. Su única preocupación siempre fue la de llenar sus bolsillos. Encubierta bajo el disfraz de la decencia constantemente transgredió la moral y las buenas costumbres.

Lo triste es que en las sociedades las clases dominantes se erigen en "elites" y sus hábitos irradian como modelos que imitan las clases dominadas. Esto se ha traducido en épocas largas de nuestra historia no solo en una perdida de autoestima en amplios sectores de estas clases sociales, sino en el remedo de conductas perjudiciales al interés nacional. Son los vicios propios de la burguesía importadora venezolana los que al difundirse han terminado provocando terribles secuelas en todo el conglomerado nacional. Porque desafortunadamente, no hay en esta burguesía una pizca de virtud que pueda enaltecer el gentilicio del venezolano.

Pero, precisamente en estos procesos se fortalecen los vínculos de la dominación de unas clases sobre las otras, como consecuencia de asumir para sí algo que no les pertenece en modo alguno.

Así pues, la dominación puede palparse cuando un explotado asume para sí la conducta junto con la ideología de su explotador y las defiende a capa y espada como si fueran propias, pensando que esta protegiendo el mejor de los mundos posibles; cuando en realidad lo que esta haciendo es cuidando las propias condiciones de su estado de pobreza existencial, que son las que lo amarran y condenan a vivir de acuerdo al valor de su salario.

No se percata que el trabajo asalariado es una modalidad del trabajo, equivalente a la esclavitud. Que el vivir como asalariado es casi lo mismo que vivir en una eterna esclavitud. Que el único ganador en este sistema es el amo, esto es, el explotador. Y que solo la abolición de la esclavitud es la que puede ponerlo a vivir en un mundo mejor.

Por lo tanto, no se trata en modo alguno de hacer más confortable la vida del esclavo sino de hacerlo un hombre libre. Este debe ser el verdadero sentido de toda lucha política y social.

Para el explotado, el asumir para sí lo que no le pertenece, por cuanto es algo ajeno a su propio ser social, lo coloca en un estado de enajenación, que se concretiza en un proceso de engaño.

El embuste consiste en hacerle creer que todos pueden llegar a pertenecer a la clase de los amos, esto es, a la clase de los explotadores capitalistas.

Esta es la gran estafa que ofrece el sistema de explotación capitalista para reproducirse cada día y así perpetuarse indefinidamente en el tiempo.

La verdad de los hechos a nivel global es que la clase de los explotadores capitalistas aunque cada vez concentra más riquezas en sus manos, no obstante es cada vez mas reducida, más pequeña en cuanto a los miembros que la integran. Esto es lo se ha identificado como proceso de concentración monopólica del capital.

En cambio lo que si crece casi exponencialmente de manera sostenida son los miembros de las clases de los explotados y oprimidos, y su pobreza. Es por tanto una tremenda mentira y un completo absurdo el sostener que vale la pena soportar una vida de esclavos porque algún día seremos amos, esto es, explotadores.

El presente y futuro que realmente nos ofrece la burguesía importadora venezolana es el de una existencia configurada bajo su dominio y su sujeción. Nada menos obtendremos de sus jefes, el gobierno de los EEUU. Una vida subordinada y conformada a sus designios e intereses estratégicos.

El verdadero progreso para el pueblo venezolano no esta en el sueño de convertirse en un explotador o en el de ser un eterno satélite del gobierno de los EEUU; sino en liberarse de toda forma de sujeción, porque solo siendo un pueblo libre y soberano seremos felices.

El esclavo no tiene nada porque ni siquiera es dueño de si mismo. Por la misma razón el pueblo que ha sido dominado por otro se queda sin patria y por ello lo pierde todo. En cambio el hombre libre no solo es dueño y señor de si mismo sino de todo lo que lo rodea.

Empero en nuestro tiempo, plagado de invasiones por ansias de poder y petróleo, la libertad solo puede garantizarse si somos capaces de luchar ella, para no dejárnoslas arrebatar.



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