Crisis, perspectivas y tareas

Abordaremos la crisis actual, desde un punto de vista de izquierda, chavista, crítico y de pensamiento. Es sabido que objeto y sujeto son términos correlativos. El objeto de examen que hemos construido (la crisis), tiene que ver con esos rasgos de nuestro punto de vista.

El punto de vista de la izquierda tiene que ver con una postura antagónica con el neoliberalismo y, en general, con el sistema-mundo capitalista que produce (además de mercancías) guerras, miseria, sometimiento de poblaciones, desmembramiento de naciones, aniquilación de etnias y culturas completas, destrucción de los ecosistemas y de las condiciones naturales mínimas para la propia vida de la especie humana. Tiene elementos de continuidad con la izquierda de otros momentos históricos, como el liberalismo, el marxismo, la lucha anticolonial y antimperialista; pero también tiene elementos de discontinuidad que tienen que ver con las especificidades de este período histórico.

El punto de vista chavista tiene que ver con el acontecimiento de un amplio movimiento social y político que logró obtener un gobierno de izquierda, una oportunidad exitosa en la historia de la izquierda venezolana, forjada por un liderazgo que seleccionó y combinó elementos de diversas tradiciones de la izquierda latinoamericana, en un momento crucial de enfrentamiento continental con el neoliberalismo.

El punto de vista de la crítica y del pensamiento tiene que ver con la necesidad de examinar rigurosamente los fundamentos, los conceptos y los razonamientos consagrados, para distinguir lo valioso de lo deleznable, sin ninguna concesión, con una lealtad entendida desde el pensamiento, desde las ideas, pero también desde la práctica, como interpretación propia de esas mismas ideas, dejando atrás el burocratismo, el personalismo político o el caudillismo.

Una crisis compleja e histórica

La presente es una crisis compleja, porque se desarrolla en distintos niveles y esferas que se inter-retro-alimentan entre sí. Es económica, social, política, cultural. Es histórica, porque es la culminación de varios procesos históricos, de media o larga data, y porque su planteamiento, en una situación de turbulencia social y política de consecuencias de mucho riesgo, puede dar lugar a otra situación histórica, donde las referencias y las direcciones de los procesos sufrirán grandes virajes.

La crisis es económica. Se desarrolla en el contexto de una crisis mundial del capitalismo cuyos rasgos conflictivos son: a) creciente independencia de la economía financiera de la "economía real", b) una recesión recurrente en los centros, sin solución ni recuperación a la vista, ni siquiera por la vía del surgimiento de un nuevo patrón tecnoproductivo (onda Kondratiev), c) un reacomodo conflictivo de los poderíos relativos de los nuevos y emergentes "centros", frente a la hegemonía norteamericana producto del fin de la guerra fría, d) ampliación y privatización de la guerra y un peso cada vez mayor del capitalismo "ilícito" (delincuencia organizada transnacional), e) cada vez mayores tensiones bélicas, con puntos calientes, tibios y fríos, en todo el planeta.

En el país se plantea que es la crisis del rentismo periférico; esto es, la terrible combinación del rentismo y el capitalismo dependiente. El primero está determinado por la ganancia de una renta absoluta derivada de la propiedad estatal sobre la riqueza petrolera, y las consecuencias que ello trae al problemático desarrollo del resto de los sectores productivos: a) diferencial de rentabilidad entre la producción propiamente capitalista (extractora de plusvalía) y la petrolera; b) distorsiones crónicas: fuga de capital convertido en capital financiero internacional, fragilidad y caída de la industrialización, dependencia de la importación de mercancías, tecnologías y capitales para cualquier crecimiento económico, acumulación delictiva del capital (corrupción administrativa, vínculo del capital ilícito y los capitales lícitos; c) obstáculo para variar el papel asignado por la división mundial del trabajo en el sistema-mundo capitalista. El capitalismo dependiente indica a) la dependencia y sometimiento de la burguesía criolla al capital transnacional; b) imposibilidad de una industrialización "equilibrada" (entre sector de producción de medios de producción y sector de producción de bienes de consumo); c) ruina del campo; d) límites del mercado interno para cualquier plan industrializador.

Este rentismo periférico desemboca en la actual situación de recesión, desabastecimiento y alta inflación, resultado de erradas políticas económicas: a) enfrentamiento a la burguesía sin plan productivo alterno y eficiente; b) extensión del diferencial cambiario más allá de sus límites de eficiencia, llevándolo a ser incentivo de la corrupción y la "guerra" contra nuestra moneda; c) control político sobre la industria petrolera y el BCV, llevado más allá de sus límites de pertinencia y eficiencia (disposición incontrolada de las ganancias de la renta con fines políticos inmediatos, generación de dinero inorgánico). Vale destacar que algunas de estas políticas erradas resultaron de la extensión y falta de revisión y control de medidas que, en su origen, fueron respuestas adecuadas dentro de la lucha política: contra la "tecnocracia" de PDVSA, redistribución de la renta en función del pago de la "deuda social", detener fuga de capitales, dar respuestas a un sector burgués que desertó de la inversión en industrias pequeñas.

La inflación, desabastecimiento y recesión, causan un retroceso en algunos avances sociales, resultado de las "misiones". De nuevo, la pobreza, el hambre, la insalubridad, empiezan a crecer. Los logros sociales, el gran "vitrina" del proceso chavista, han comenzado a desaparecer.

A esto se le suma una creciente ineficacia e ineficiencia de la gestión, afectada por a) la corrupción a todo nivel del aparato administrativo del estado, b) desvinculación de los procesos de planificación de los de la ejecución, y del control y la evaluación, c) lucha entre grupos de poder, d) incompetencia profesional generalizada, presuntamente causada por clientelismo y nepotismos, e) desorden y falta de control y seguimiento de las "misiones", f) improvisación de políticas públicas, g) choque de intereses entre grupos de presión con ramificaciones en el estado y otros espacios (sindicatos, empresarios, etc.).

Por supuesto, estas situaciones causan y a su vez son efectos de ciertas condiciones políticas generales, que podemos resumir en a) falta de un plan central del proceso de transición, b) complicidad con la corrupción en los grupos que acceden a los espacios estatales, c) atraso en el pensamiento, c) atraso del pensamiento, de la coherencia y la conceptualización que guían la gestión y la acción política, absorbida por las situaciones inmediatas de la lucha política (de gran componente mediático).

Estos niveles de la crisis, que como dijimos inter y retro-actúan e inter y retro-alimentan entre sí, configuran en su totalidad una crisis histórica: lo nuevo no termina de surgir, mucho menos de imponerse, y se reeditan todos viejos vicios del estado y la economía rentista y dependiente, que ha criticado durante toda la historia la izquierda, especialmente en su momento chavista.

Crisis del pensamiento

Valga una consideración aparte acerca de la crisis del pensamiento en el chavismo.

La condición heterogénea y ciertamente ecléctica del discurso chavista, ha sido una fortaleza, pero también una gran debilidad. Su fortaleza fue que ha logró articular las demandas políticas de heterogéneos sectores populares, seleccionando y combinando elementos ideológicos. Esto se ha hecho en respuesta a la evolución ideológica de la propia conducción del proceso (especialmente, del propio líder Chávez), pero fundamentalmente de los cambios en la composición sociopolítica del bloque histórico que se configuró en el período 1992-2015. Así, un discurso anticorrupción y de relanzamiento de la democracia, conquistó una mayoría en 1998, hasta el 2001, en que la derecha burguesa (dirigido por los propietarios de televisoras y periódicos) se reunificó para intentar el golpe, el sabotaje petrolero y demás acciones desestabilizadoras, respaldada en forma encubierta por los EEUU. Después de esa experiencia, el discurso adquirió un rasgo anti-imperialista; para, posteriormente, a partir de 2005, definirse como "socialista del siglo XXI". En esta última etapa, el chavismo incorpora, como ya dijimos, elementos de diversas tradiciones de la izquierda venezolana: la democracia como centro del socialismo, el nacionalismo anti-imperialista, la convocatoria al pueblo plebeyo, la defensa de la revolución cubana.

Esto fue vinculado orgánicamente con las posturas anti ALCA, de construcción de instituciones integradoras de los nuevos gobiernos de "izquierda" de América Latina y claramente anti-imperialista, hasta llegar al momento de hoy en que la CELAC y la UNASUR han desplazado a la OEA como espacio de encuentro de las naciones del continente. Esto ya es un importante logro histórico.

Pero estos avances, no sólo de Venezuela o del chavismo, no fueron acompañados por la elaboración de un pensamiento que conceptualizara y explicara la "época de cambios" que se abrió. Este es un hecho que señalan muchos intelectuales latinoamericanos amigos de estas experiencias.

Hay una extrema dificultad para superar esta situación. Entre otros factores se cuenta una profunda crisis de fundamentación y desarrollo de la teoría marxista, luego de la "superación" del stalinismo y la disolución del marxismo-leninismo (esto fue acompañado, como en el caso de Venezuela, por la auto-liquidación de la izquierda que intentó reconstruirse en la legalidad democrática, luego del fracaso de la lucha armada en los 60-70); b) la ofensiva ideológica y teórica (académica y científica) del neoliberalismo. Pero la izquierda latinoamericana (y mundial), a pesar de este gran hándicap, aprovechó la respuesta de los pueblos frente al desastre neoliberal, y fue rehaciéndose a partir de las reacciones populares, el fortalecimiento de movimientos sociales, la incorporación del ecologismo y los movimientos étnicos. Esto alimentó lo que llamaremos "el discurso del Foro de Sao Paulo", visto con horror por la derecha, como la resurrección de una nueva "Internacional".

En realidad, como lo han señalado varios autores (Boaventura de Souza Santos, Steve Ellner, Martha Harnecker, etc.), la "nueva izquierda", fue superando viejas dicotomías (reforma/revolución, democracia/socialismo, legalidad/clandestinidad, movimiento social/toma del poder, etc.), mediante una especie de pragmatismo genérico y colectivo: era verdadero todo lo que era eficaz para el logro de objetivos políticos inmediatos y concretos, incluido el avance de las fuerzas populares. Una suerte de prudencia, que pretendía superar las viejas y eternas discusiones de la izquierda, se propuso combinar lo que parecían extremos inútiles. Poco a poco, este discurso fue superando restos anarquistas ("Cambiar el mundo sin tomar el poder") para respaldar las experiencias de los gobiernos populares anti-neoliberales nacientes que, como rasgo común, enfatizaron las políticas sociales para atender y superar la extrema pobreza en sus respectivos países. El criterio de la utilidad y del éxito inmediato ha pasado a ser el dominante en el pensamiento de la nueva izquierda.

La crisis del rentismo periférico en Venezuela coincide con los dilemas ciertos por los que atraviesan los gobiernos de izquierda del resto del continente. Hay nuevos desafíos, sobre todo los que se refieren a a) la presencia creciente del capital chino y ruso, b) la crisis económica mundial que pone en cuestión el esquema extractivista en el cual se basaron las políticas sociales, c) el surgimiento de movimientos "a la izquierda" del gobierno de izquierda. Estos desafíos se suman a la derecha todavía existente y con cada vez más iniciativas y acciones, respaldadas, por supuesto, por los laboratorios sociales norteamericanos.

Crisis de dirección

La más terrible consecuencia de la acumulación de estas crisis, es la de la crisis de dirección.

Ciertamente, la muerte de Chávez fue un golpe muy duro, del cual no nos hemos recuperado, sobre todo porque la conducción "heredera", a pesar de sus esfuerzos prioritarios de mantenerse en el gobierno, no ha mostrado la suficiente capacidad y liderazgo para atender la situación.

Tres hipótesis para explicar esta incapacidad, se solapan a) simple ineptitud (de gestión, de habilidad política, de concepciones), b) tejido de complicidades que impiden tomar decisiones que afectarían los intereses de los grupos de poder en pugna por su parte del botín, c) pérdida de perspectivas expresada en un discurso lleno de consignas, sin un gramo de verdadero pensamiento o visión estratégica. Repetición de creencias paralizantes, verdaderos obstáculos mentales para siquiera plantearse adecuadamente los problemas.

No es la primera vez que la izquierda atraviesa una difícil situación conducida por una dirección en crisis. Tres momentos históricos muestran lo mismo: a) la ineptitud de aprovechar la crisis histórica de la dominación el 23 de enero de 1959, atados en una política de "Unidad nacional", b) la política vanguardista de la lucha armada en los 60 y 70, c) el creciente oportunismo que terminó con la autoliquidación de los 80 y 90, con las fracciones que se aliaron al gobierno de Caldera o la que intentó ir "más allá de la izquierda y la derecha" (Causa R), pero también los otros grupos, que fueron fragmentándose y diluyéndose, por decisión propia, hasta que algunos de ellos se montaron en el carro de Chávez.

Ahora nos conseguimos con unas perspectivas lamentables, en medio de una coyuntura muy comprometida.

La conducción chavista ha sido hábil para aprovechar distintas circunstancias que han logrado neutralizar la ofensiva de la derecha. Desde el "Dakaso", el error inmediatista y violenta de las guarimbas luego de las elecciones presidenciales y en febrero del año pasado, pasando por el "decreto Obama", las tensiones con Colombia y Guyana, etc. Por otra parte, el gobierno retomó la práctica de los operativos contra el hampa (con ecos de los operativos en sectores populares que impulsaban los gobiernos puntofijistas), cuyas partes reportan la matanza sistemática de presuntos jefes de bandas, aunque todavía se nota la presencia de los "pranes" dirigiendo el crimen organizado desde las cárceles. La incapacidad, fragmentación e ineptitud de la oposición han sido irónicamente una ayuda para la conducción chavista en su política de mantener el gobierno a toda costa.

Pero ya es una percepción generalizada que el 6 de diciembre no anuncia nada bueno. Los escenarios más probables (ya comentados ampliamente en la prensa por distintos analistas) muestran un avance importante de la votación y la representación parlamentaria de oposición. Son muy posibles escenarios de violencia, de protesta de "fraude" al no reflejarse directamente el aumento de la votación en poderío parlamentario. La posibilidad de que la oposición tenga los votos necesarios para imponer una directiva de la AN anuncia una complicada situación, llena de tensiones y "manos zurdas".

Mientras tanto, la situación económica sigue agravándose, sin horizontes de solución, que no sea la aplicación de medidas de ajuste, como las que han esbozado analistas como Víctor Álvarez, entre otros. Ante esto ¿qué hacer?

Un repliegue táctico y constructivo

La crisis de la conducción chavista traerá, inevitablemente (ya tenemos muestras de ello), dispersión de las fuerzas, fragmentación, agrias discusiones, eventualmente grandes contradicciones internas. Una derrota es una derrota. El llamado a la unidad se verá afectado ante la necesidad de balancear críticamente la experiencia, establecer responsabilidades, reconsiderar políticas y relanzarlas. Nuestra contribución, por ahora, llega hasta proponer un espacio para la reflexión y la discusión abierta y franca del balance y las perspectivas de la izquierda chavista y crítica. Más allá, debemos discutirlo y acordarlo en conjunto.



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Jesús Puerta


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