La pesadilla de Bestalia Ibarra y el punto de no retorno

Es una pesadilla aterradora, pero donde ella percibió una pesadilla yo vi un mal agüero. Eso da más miedo. Hoy mismo hay gente que está viendo en lo que está pasando el llegadero de las calamidades, pero pudiera ser mil veces peor a como fue la pesadilla de Bestalia. Sin embargo este infiernito, que puede ser para muchos nuestro país, es sólo la antesala del infierno, si el gobierno no cambia el rumbo con un golpe de timón. No es suficiente ganar unas elecciones, se trata de no tener que ganar otras del mismo tipo, avanzando hacia el cambio de una democracia burguesa por otra socialista y revolucionaria.

El punto de no retorno ¿Cómo es eso que ya hemos alcanzado el punto de no retorno y seguimos teniendo pesadillas? Y no lo digo por las de Bestalia sino por las propias mías, que se parecen un poco. Y por las que están teniendo muchos de nuestros jefes en el alto gobierno. No creo que sueñen con el fantasma de perder sus cargos o sus viviendas, o en la persecución política, inclusive con la restauración completa del Estado burgués liberal (o con lo que le falta restaurar del paquete, que, si haber vamos, no es mucho). Su pesadilla es la deshonra, el orgullo herido, el tener que darle la cara a la derrota de sus caprichos al pueblo que los apoyó hasta el final. Y seguro la tienen. Y mientras estén pensando en eso deben saber que no se ha alcanzado todavía ningún punto de no retorno

Porque, como consuelo para ellos, nada terrible tiene equivocarse cuando nos equivocamos todos, cuando por ejemplo se nos consultó por darle dólares a los privados y nosotros dijimos, "¡vamos a dárselos!" y los privados nos robaron, porque el error fue de todos, porque todos aceptamos que fuera así.

Pero, siendo nuestra democracia por definición constitucional, participativa y protagónica, y que, a pesar y todo eso, las decisiones más importantes en estos dos años –aquellas que nos tienen muy cerca del punto de retorno-, las hayan tomado un grupito, de burócratas y tecnócratas; que un grupo de tecnócratas haya falsificado el plan de la patria original; y que un grupo de tecnócratas en el gobierno siga tomando decisiones por nosotros y aun así nos llamen a votarlos en las elecciones parlamentarias, es el colmo. Ellos deciden por nosotros, meten la pata y nosotros debemos pagar los platos rotos.

Creo que deberíamos ponerles a nuestros candidatos a diputados algunas condiciones, hacerlos firmar un compromiso político revolucionario con todos los que creemos en la revolución socialista. Ya que no pudimos ni siquiera, en muchísimos casos, elegir nuestros propios candidatos. Que entonces los que están ahora como candidatos se comprometan formalmente con la revolución y con sus electores, haciendo juramento de no traicionar y defender los principios socialistas y revolucionarios; de no aliarse con el capitalismo en ninguna circunstancia; a convocar "sin complejos" a los compañeros perjurados por los tecnócratas reformistas a participar de nuevo en el gobierno; a hacer las consultas en asuntos económicos en asambleas públicas, dadas las mala experiencia de darle la mano a los capitalistas.

Superar estas elecciones debería ser superarlas todas. Es tiempo de pensar en hacer cambios al sistema. El nuestro sigue siendo el de la vieja democracia burguesa. Cómo se puede alcanzar un punto de no retorno si cada elección es una oportunidad más que le damos al enemigo para que acabe con nosotros, o con lo que hasta ahora se ha logrado.

La única explicación a esta cuestión es que el gobierno crea que los planes de desarrollo, que esas famosas Zonas Económicas Especiales; que captar inversiones extranjeras de China, Rusia, Italia, Francia Corea, Estados Unidos, sea ese el punto de no retorno. Y, si es así… la pesadilla será más odiosa.

Y tendrán razón muchos en el gobierno, de no preocuparse por si ganan o pierden las elecciones, puesto que los compromisos ya están bastante adelantados o hechos, que, en el medio de esta Guerra Inter capitalista, sería cuestión de inclinar la balanza de un lado hacia el otro. Como dicen, los gobiernos pasan, pero los tecnócratas (y la policía) siempre quedan, y serán estos los que siempre ganen en cada elección, dentro del sistema de la democracia burguesa.

El problema de una revolución es precisamente ese, el de hacerla. Una revolución supone un cambio de estructuras. En la pesadilla de Bestalia, los empleados antichavistas hacían fiesta por el triunfo de la derecha, a pesar de que fueron despedidos por ella. Pero en la pesadilla, lo que hay de pesadilla es saber que aun todavía eso es así, que en las estructuras de la administración pública la democracia burguesa sigue intacta. La pesadilla es que a estas alturas, dentro de los ministerios, alcaldías, gobernaciones, sigue intacto el sistema de privilegios, el sistema policial de control, el clientelismo, el nepotismo, el mismo sindicalismo de antes; que el burocratismo sigue siendo el mismo de siempre, y que cuando gane la derecha escupirá con fuerza todo el estorbo humano que lo indigesta y se alimentará de carne fresca una vez gane la derecha, para que todo siga siendo como siempre.

La estructura, las formas se ser, las conductas de nuestros jefes, son las mismas de antes. Eso nos confunde. La misma ostentación, la ausencia de calor humano, de atención hacia el necesitado. Igual que antes, nuestros servidores públicos se han convertidos en sujetos de su propio interés. Pendientes de la buena apariencia de sus uñas y de los beneficios laborales, de trampas y de nuevas formas de ascender socialmente. Las estructuras intactas. De una apertura a una nueva forma de servicio público solidaria, abierta, sin muchos misterios, y que dio frescura de aires nuevos, se ha ido cerrando, como una santamaría al país. Las que creímos viejas estructura ahora vuelven y nos aplastan, todo, la esperanza, la consciencia, el sueño.

Eso confunde la inteligencia de la gente chavista, que todavía creyó en Chávez. Las contradicciones dentro de las políticas y la conducta del gobierno. Creo que es hora de volver a definir la lucha de clases. Es hora de que sepamos, a la luz de nuestras pesadillas, cuáles son nuestros verdaderos enemigos de clase y donde están, dentro y fuera de nosotros. Ahora todo parece un gran pueblo que es víctima de la acción política de la derecha o de la izquierda, cualquiera que sea el caso. Los oportunistas dicen "todos somos un solo pueblo", pero después del 6 de diciembre, ese aprovechador que se dice tu paisano te puede pisar como una cucaracha sin piedad. Es tiempo de volver a definir al enemigo político, al enemigo de clase (insisto al que llevamos dentro y al que vemos fuera) para que esto que ahora es una pesadilla se convierta en clarividencia y podamos precavernos del futuro.



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Héctor Baíz

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