Esta semana leí con mucha atención informaciones diferentes que convergen en el mismo tópico: el descontento político. Comencemos con una campanada de advertencia: para José Vicente Rangel existe un "peligroso autoengaño" entre los partidarios del gobierno bolivariano. Este respetado analista indica que la carencia de movilización (de calle) de la oposición no significa, necesariamente, que el triunfo electoral del chavismo esté ya resuelto. Entresaqué una frase de oro: el descontento tiene distintas formas de manifestarse, de ahí este llamado de atención.
José Vicente Rangel solicita que se atiendan las demandas de los electores para transitar la ruta de la victoria. Señala que un sector de la población venezolana "tiene la obsesión" de derrotar al gobierno y para ello sólo necesitan ir a votar. Indica además que "el descontento, producto del malestar económico, cuenta."
Otra información es la reiteración que hace Schémel en la página web de Hinterlaces: "el principal adversario (del Gobierno) no es la oposición, es el descontento". Además también expresa una suerte de clarinada: "la oposición venezolana podría beneficiarse de un mal desempeño del Gobierno, no de una estrategia propia exitosa". Como ya sabemos, Hinterlaces ubica este sector descontento alrededor del 40% de los electores, es decir actualmente son mayoría. Entendemos que este sector "agarraría cauce electoral" el día de la votación, decisión que hasta ahora ha sido determinada por la polarización política. Más claro imposible.
Otra información que causó revuelo fueron las declaraciones de Soto Rojas, por cierto, en el programa televisivo de Schémel. Señaló sobre la necesidad de recuperar la "esperanza antes de las elecciones". ¿Cómo hacerlo? "Hablando con la verdad, con la historia, que la gente sepa el camino recorrido y los retos que nos presenta el futuro, hablar de las posibilidades de la revolución bolivariana", así como de las limitaciones y carencia de proyecto/país de la oposición, que se mueve al son de las instrucciones norteamericanas. Sin esperanza se puede extraviar la revolución en medio de un descontento generalizado.
Así que son tres elementos coincidentes: la ilusión de una victoria que no existe (Rangel), no ver con claridad el adversario electoral verdadero (Schémel) y la necesidad de recuperar la esperanza entre los chavistas (Soto Rojas). Por ello el Presidente Maduro también dijo lo suyo: la muerte de Chávez y la guerra económica perfilan a estas elecciones como las "más difíciles que ha enfrentado la revolución".
Sin embargo, creo que esta "etapa difícil" también puede derivar en una oportunidad. Leí también con asombro, el análisis que realizó un articulista de Prodavinci de los resultados de la encuesta de Ivad de septiembre pasado, éste afirmó que "según la serie histórica del Venebarómetro, la disposición a votar el 6 de diciembre por la oposición cayó 5 puntos porcentuales en el último mes (…) No obstante, este descenso del voto opositor no ha sido capitalizado por el chavismo." ¿Y dónde están estos electores? Se agrupan entre los que "no saben" o "no responden" según esta encuestadora.
El país espera que el gobierno bolivariano tome las acciones necesarias para que la "esperanza renazca". Schémel lo ha dicho: renovación en el discurso oficial y conectarse con los problemas verdaderos del país, a saber, la situación económica. Nuevamente se abre una oportunidad para el gobierno bolivariano. Entonces, es hora de que el rumbo de las políticas oficiales se direccionan hacia lo que espera el pueblo venezolano: atender la emergencia económica. Es hora de actuar, de construir un futuro de posibilidades satisfactorias.
Nelson Suárez: Licenciado en Educación (Lengua y literatura), con Maestría en Literatura venezolana y en Estudios Sociales de la Ciencia y Tecnología. Profesor jubilado de educación media.
