La Trans-Formación Social Venezolana para la erradicación de la cultura de lo desechable

Dicen que todo cambio es bueno. Pero dentro de las cosas que más estrés producen en una persona está el cambiar de hábito. ¡Qué traumático es ajustar una forma y estilo de vida a una nueva, aún peor cuando el confort y las zona de tranquilidad han garantizado cierto estado de tranquilidad y mejora en las cuestiones propias que han mejorado y simplificado el estilo de vida! Surge entonces la necesidad de abrir los ojos hacia ciertas y novedosas cosas, la tecnología y su eterna redefinición y mejora, la industria de la moda, la industria de la música, la industria de todo lo que actualmente somos (llegando a considerarnos, objetos moldeables a los planes de la industria que tanto piensa en los seres humanos), que inundan el mercado actual, y nosotros la sociedad del consumista para unos y sociedad del consumo para otros, llegamos a las tiendas a descubrir cosas y objetos de la más variada índole, que al adquirirlos, algunos son guardados con el objeto de una eventual futura utilización y otros por el recuerdo que en sí mismo; siendo asumidos estos objetos y cosas con una carga emotiva. Aparecen, por ejemplo, juguetes de personajes irreconocibles por las nuevas generaciones, libros jamás leídos, cassettes con música mal grabada, floppy disks cuyo contenido es imposible averiguar, pendrives de 128 mgb, discos rígidos de 20 gigas, impresoras de puntos, piezas sueltas de rompecabezas, envases de rollos fotográficos que esperaban algún uso, relojes con pilas oxidadas, etc. Como que antes todo se guardaba no!, como que se les prolongaba la muerte, como que nada se botaba, ya que todo se podía reutilizar. Cierto es que los tiempos han cambiado. Sabemos que ningún objeto que nos acompaña perdurará con nosotros por mucho tiempo. Y esto, es a causa de un hecho denominado: La obsolescencia programada u obsolescencia planificada. Considerada como la determinación o programación del fin de la vida útil de un producto, de modo que, tras un período de tiempo calculado de antemano por el fabricante o por la empresa durante la fase de diseño de dicho producto, éste se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible. (Esto en un inicio desde el punto de vista estricto), pero que en sus inicios empezó a moldear la cultura de la dependencia de la sociedad moderna, pero dependencia no del producto sino, dependencia del consumo por lo moderno. Un ejemplo de ello, es, "EL avance significativo del mercado de las telecomunicaciones venezolanas", donde el consumo de equipos de telefonía celular que nos ofrece el mercado ya en su mayoría estan obsoletos antes de usarlos, y esto por multiples factores: 1. Por la tecnología de comunicación usada. GSM, CDMA, EDGE, 3G, 4G. que la mayoría de las operadoras hasta los momentos no han podido ofrecer al 100% de las capacidades técnicas, siendo resaltante la empresa DIGITEL, número en la tecnología moderna y oferta de productos y servicios pero que no se dispone más que en las redes perimetrales de las principales ciudades. 2. En la medida que las Tecnologías de comunicación avanzan los requerimientos de equipos especializados y adaptados a lo moderno, que consume a las personas, que por ejemplo. Se compra un equipo cdma, y ya se está instalando la plataforma 4G, aunque se dispone del equipo ya no sirve, está obsoleto aunque funcional. Sin decir, del ofrecimiento de los equipos de conexión a internet.

Pero el fenómeno, de la obsolescencia programada es considerable y cuantificable bueno para unos y malo para otros, pero ciertamente es altamente beneficioso para el fabricante, dado que en algún momento fallará el producto y obligará al consumidor a que adquiera otro más satisfactorio, ya sea del mismo productor (mediante adquisición de una pieza para reemplazar y así arreglar el viejo producto o por compra de un modelo más nuevo), o de un competidor, factor decisivo también previsto en el proceso de obsolescencia programada.

Para la industria, esta actitud estimula positivamente la demanda al alentar a los consumidores a comprar nuevos productos de un modo artificialmente acelerado si desean seguir utilizándolos. (ejemplo evidente: TELEFONOS, COMPUTADORAS). ( Y esto se lo debemos a Bernard London, quien propuso este particular por allá en 1932, para superar la Gran Depresión en los Estados Unidos.)

De allí, por ejemplo, los artefactos en la cocina durarán cinco años, el televisor cuatro, la laptop 1 año (Si tienes una MACBOOK puede demorar 2, si es HP 1 y depende), nuestro auto solicita que lo cambiemos cada tres (Sueño Americano), y ojalá nuestro celular alcance a acompañarnos más de seis meses (Todas estas categorías, asumidas como realidades absolutas y dependencias inciertas en el subconsciente de las personas situación preocupante esta).

Las tecnologías se reemplazan rápidamente y los costos de los productos son cada vez más bajos, debido a la masificación de la producción o producción en masa, unido a múltiples factores asociados a la alienación del consumismo como práctica económica y social. Esto, ha posibilitado la democratización del consumo (ciertamente), ya que todas las clases sociales pueden alcanzar bienes que antes eran limitados o de difícil acceso por cuestiones de asociadas a los costos, unido a ello, este fenómeno dinamizador de la economía ha facilitado el rápido reemplazo de los productos, lo que ha originado grandes cambios sociales, por la misma dinámica de cambios en las políticas de los bienes de consumo, y las posibilidades de acceso a ellos, trayendo consigo cambios en los modos de vidas y formas sociales (dependencias tecnológicas) para adaptarse a lo actual y a las necesidades de consumo impuestas por los productores de bienes y recursos tecnológicos.

Por ello, se hace necesario generar la siguiente Interrogante, ¿Necesitamos cambiar de cultura o la cultura del consumo nos cambiará? ¿Realmente lo necesitamos, o nuestro entorno nos hace que innecesariamente lo necesitemos?. Cierto está, que esta nueva forma de consumo, con ciclos de vida de los productos más cortos, implica un cambio en los valores del consumo: de una cultura de lo perdurable y de lo perenne, a una cultura de lo desechable y de lo caduco, visto así, no es un problema es adaptación; el problema es cuando los valores del consumo son llevados a otros aspectos de nuestra vida cotidiana, que propicia el desarrollo de una cultura de lo desechable aplicada, por ejemplo, en nuestras relaciones sociales, en nuestro día a día, en nuestra familia, en todo aquello que implica algún tipo de compromiso perdurable; por ende, dicho de otro modo, debemos erradicar la cultura de lo desechable, y transcender a una cultura de lo reutilizable, por el bien de todos.



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