Frontera: poder y nostalgia

Nunca se me olvidará el día cuando "Lucindito", viejo amigo de allá de Pampanito, le decía a mi compadre Berquetulio, "maneje con cuidado compadrito, porque llegamos a un territorio donde no hay linderos". Se refería por supuesto, a que entre el cruce de Flor de Patria hasta la entrada de Santa Ana de Trujillo, no había las rayas blancas en medio de la carretera ni ninguna otra señalización. Nos reíamos a carcajadas por eso, y entre advertencia y advertencia Luncindito se zampaba un trago de chuchuguaza, bebida espirituosa y bautismal, que quemaba y alegraba el espíritu. Cada vez que pasaba la ronda, se saboreaba el poder y la nostalgia de un trago de miche.

Ese recuerdo se me vino a la mente en estos días cuando apenas cerraron la frontera. Imagino a la los bachaqueros, a los paramilateres, a los contrabandistas, los pimpineros, las mafias, los apátridas y todas esas malas hierbas dando zancadas para cruzar apresurados la frontera venezolana, rumbo a su país de narcos, paramilitares, falsos positivos hambre y pobreza. Desde hace unos años andaban por estas fronteras como si no hubiera linderos. "Saqueaban", se llevan todo y luego al otro día volvían por el resto del botín. Una práctica perversa propiciada por el mismo estado narco-paramilitar de Colombia, que entregó su frontera a las mafias, al narcotráfico, al paramilitarismo y las bandas criminales (BACRI). Definitivamente, lo consideraban "su territorio", hasta que un día, sonó la diana de la verdad y el poder de los "paras" se vino abajo, dando rienda suelta a la nostalgia de moco tendido.

Tal vez nadie de allá se imaginó que el cierre de la frontera y luego el decreto de Estado de Excepción, era indefinido, pues al principio se anunció que era por setenta y dos horas. Luego, la justa y soberana decisión: el cierre es indefinido. Allí pegaron el grito al cielo y desde el alto gobierno colombiano, así como las autoridades del Norte de Santander, se dieron cuenta que la cosa es en serio. En vez de asumir la situación, de inmediato comenzaron un feroz ataque contra nuestro Presidente, contra la institucionalidad de la decisión soberana. Se inventaron la violación de los derechos humanos, del maltrato hacia los colombianos, que si esto, que si aquello. Se les acabó la chuchuguaza, diría mi amigo Lucindito.

Ahora el gobierno colombiano debe asumir su realidad, porque bien acostumbrado estaba la clase dirigente de ese país de esquivar su misión de gobernar las fronteras con sus propias políticas. La carga social la empujaron hacia la frontera y que Venezuela asumiera los costos. Hasta que un día ocurrió lo que tenía que ocurrir: el cierre de la frontera. A partir de allí, vuelve la tranquilidad y poco a poco se va recobrando el ánimo en la gente. Ya comienzan a aparecer los productos en los anaqueles de los negocios. La normalidad se nota en todas los aspectos de la vida diaria.

Ahora vamos por la construcción de una nueva frontera, con un nuevo enfoque, sustentado en un criterio se seguridad, independencia y soberanía territorial. Esperamos que el gobierno colombiano juegue limpio y desde allá se implementen políticas de respeto a nuestra moneda y que resguarden su fronteras con Venezuela y que no se la dejen a la mafias, al narcotráfico y a los paramilitares. Mientras Colombia no demuestre que está haciendo las correcciones necesarias, no se debe abrir la frontera.

 



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Eduardo Marapacuto


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