Contratiempo

La enigmática razón política

 

"Chávez, ya tu no eres Chávez.

Tú eres un pueblo"

(Chávez, H. 2012. Discurso en Anzoategui)

 

Los tiempos en política están caracterizados por ser esencialmente contratiempos. Es decir, no hay un tiempo exterior que sirve para medir los eventos de acuerdo con una escala que sea válida para todos. En el caso de América Latina, los años 80 del siglo pasado fueron caracterizados en su momento como la década pérdida en América Latina. En estos tiempos, en que el progresismo está siendo sistemáticamente atacado, la década pérdida de América Latina se identifica como la tarea inconclusa. ¿Quién tiene entonces, la razón?

Efectivamente, en el mundo contemporáneo se sigue apelando a la razón como la fuerza motriz con la cual se mueve la voluntad de los seres humanos y se logra su concurso para transformar el mundo. Sin embargo, ha probado no sólo ser elusiva la universalización de la razón sino que además se ha entendido que la razón no ocurre en un vacío sino que además se da en un conjunto de circunstancias que demandan de la razón una impureza necesaria para que la razón pueda ser sabia y prudente.

La prudencia en la acción política comporta inevitablemente no sólo el ejercicio de la razón en sus circunstancias sino que de modo constitutivo debe establecer con claridad la potencia y los limites de la acción política. Y es acá dónde la política sufre la escisión de los tiempos modernos que en la posmodernidad o en la no-modernidad, se exacerba. La política se disloca en las dos vertientes básicas: la clásica vinculada a la búsqueda del bien común y la moderna que tiene que ver con la razón política como aquella asociada al ejercicio estratégico para mantener el poder y su ejercicio. La diferencia entre una y otra nos ha traído aparejados al presente la dificultad de entender la razón política desde una misma plataforma que nos permitiría juzgar a la razón a la luz de compartir una misma definición de lo político y eso nos ha generado una enorme confusión de estos tiempos. Confusión que se hace viral en las circunstancias donde andamos preguntando más quienes somos para enfrentar a otros que siendo como nosotros, no son nosotros. La circunstancia más profunda de la razón política tiene que ver con revelar con claridad una pregunta demasiado antigua: ¿Quién es mi prójimo?

En los tiempos que corren en la sociedad venezolana, esta pregunta ha venido experimentando respuestas que están condicionadas por el revelamiento de una enfermedad estructural que ha sido señalada desde hace ya más de 15 años como la imposibilidad de pensar lo público como un problema que nos compete a todos (ver www.cenditel.gob.ve/carpetas/archivos/fuente/291 donde se plantea este diagnóstico con elementos relevantes para el tema de la educación y la ciencia). Esta enfermedad estructural es, a la luz de lo que experimentamos en estos años, un padecimiento que parece ir abandonando la condición de patología para erigirse en una especie de pre-condición del ejercicio de la razón política. La pregunta por quién es mi prójimo se ha respondido desde la discriminación por clase social, por status económico, por la diferencia política; de tal suerte que la razón política se va despojando de la condición de razón para constituirse en dogma.

Quisiéramos plantearnos el escenario en el cual nos preguntemos auténticamente por la razón política de quienes actúan políticamente. No se trata tan sólo de la razón política del Estado porque allí deviene en razón de estado y esta es, por la práctica inveterada del aparato del estado, una razón espúrea de origen: la razón de estado no justifica y esto se acepta como válido. La pregunta es más profunda y, en esa misma medida, su respuesta es menos precisa y acaso por ello, aún más necesaria. ¿Qué razones se aducen en la construcción y el debate político en la sociedad venezolana?

No cometeré la osadía de dar la respuesta pues es de suponer que cada quien habrá construido una respuesta con el tiempo y la práctica en una sociedad que con deficiencias, pero también con aciertos ha hecho de la discusión política una práctica recurrente y ciertamente, no exenta de quiebres y alteraciones del orden de relación más básica: el respeto y el reconocimiento del otro. La intención es que reflexionemos sobre los modos como nos hemos ido revelando en la frontera de la proximidad. Es decir, quizás un modo de cómo hemos venido decantando la razón política entre nosotros se puede dilucidar en el trato que se ha dado al tema del problema humanitario de la frontera. ¿Cómo nos vemos juzgando al gobierno por sus acciones? ¿La severidad con la cual se enjuicia al gobierno por el trato a la dignidad de los extranjeros deportados es coherente con el modo como enjuiciamos el trato con los que piensan distinto, aunque sean venezolanos?

La proximidad que ahora unos reclaman para con los deportados nunca fue cultivada cuando vinieron médicos cubanos no para construir muros sino para abrirnos puertas, para que viéramos con nuestros propios ojos aquellos prójimos que habitando el mismo país, acaso el mismo espacio físico en el cual hacemos vida, nunca los vimos. Allí radica quizás una de las peculiaridades más terribles de la pregunta por quien es mi prójimo. Porque esencialmente, la respuesta que damos no revelará tan sólo aquello que consideramos cercanos, sino además como es que somos capaces de conceder la dignidad al otro.

Porque en resumen, la frontera nos está revelando que quizás la proximidad que nos trae al prójimo tiene menos que ver con la hospitalidad brindada al otro y mucho que ver con la comodidad con la cual queremos vivir en la burbuja que asumimos, quizás erróneamente, hemos labrado con nuestro esfuerzo y sin hacer daño a nadie..pero tampoco, sin brindar bien a quien quizás lo necesitaba.

La razón política en el presente es enigmática porque no sólo ha dejado la universalidad como aspiración sino que además ha logrado entronizar al descompromiso como el modo más seguro de estar en un mundo donde los otros sólo son vistos como riesgo y pocas veces como compañeros. Superar una visión del mundo que nos divide entre victimarios y víctimas en una relación que sólo puede ser de combate, demanda que hagamos de la razón política una razón sustancialmente comprometida con un principio que gobierne las acciones de cara a la permanencia de la humanidad en el mundo y no tan sólo de la instantaneidad de la ventaja siempre circunstancial que dan las victorias. ¿Dónde estaba la dignidad que ahora pretenden dar a quien regresa, cuando fueron abandonados a su suerte en otro tiempo?... más que razón, parece que deberemos hablar de conveniencia.

A Tiempo Esta semana se han dado las jornadas del pensamiento de Chávez. Quizás si los venezolanos nos dedicáramos a pensar el modo como Chávez se planteó la relación con el otro más allá de la diatriba política, descubriremos que supo como pocos encontrar al prójimo no desde la conveniencia de un político sino de la necesidad de los vulnerables. Allí, justamente en ver los rostros que aún lo lloran y de quienes celebran su ausencia, es donde emerge una condición política que nos planteó la razón política como la apertura para ser con el otro y no para que el otro sea como uno. Con errores y limitaciones de todo ser humano, parece que la proximidad es un tema que debemos hacer próximo para entender al prójimo.



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1982 veces.



Alejandro Elías Ochoa Arias


Visite el perfil de Alejandro Elías Ochoa Arias para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:


Notas relacionadas

Revise artículos similares en la sección:
Ideología y Socialismo del Siglo XXI


Revise artículos similares en la sección:
Actualidad