Cuba hoy. ¿Un tigre sin uñas y sin colmillos?

Las valoraciones de Sergio Ramírez y Heins Dieterich acerca de que la modernidad ha dejado la "intransigencia" y a los "movimientos de liberación nacional" en el pasado, cobran fuerza; si nos referimos los siguientes acontecimientos del año 2015.

Cuando en Venezuela se recolectaron millones de firmas en contra de la agresión norteamericana al país de Chávez y no se entregaron a su destino, a la hora de estar frente a Obama, dio inicio a una rara conducta de los revolucionarios que anteponen el pragmatismo político a los principios éticos revolucionarios. Ahora, con eso de que se levanta la bandera norteamericana en el corazón de la Habana, sin romper el bloqueo económico, sin liberar Guantánamo y sin hacerse cargo de los daños de largos años de bloqueo. Da la impresión que los imperialistas norteamericanos le están haciendo el pedicure a las revoluciones más impresionantes de América Latina.

Dado que aquél "Quiero morir siendo esclavo de los principios, no de los hombres" de Emiliano Zapata y el de Martí: "Yo quiero, cuando me muera/ sin patria, pero sin amo,/ tener en mi losa un ramo/ de flores, ¡y una bandera!" parecen no contar en estos momentos claves de acercamiento imperialista a las revoluciones.

No quiero dar la impresión baladí en mi apreciación de la revolución latinoamericana, sino únicamente hacer referencias al período actual donde las convicciones de los protagonistas del pasado, forjadas al calor de la lucha se ven confrontadas con la toma de conciencia de las circunstancias políticas y sociales que atraviesan sus países, en estos momentos. Circunstancias que exigen de los actuales protagonistas, madurez y superación del infantilismo político.

Sin embargo, las referencias a los principios éticos revolucionarios de Zapata y Martí las hago precisamente porque en ellos, el deber está por encima de cualquier disfrute pragmático de la política.

Y eso, parece que no cuenta ahora, en las decisiones políticas que los dirigentes actuales toman en su relación con el imperialismo norteamericano. Pareciera que predomina más el miedo al desenlace escatológico de un disgusto político que se le provoque a los imperialistas que, atenerse a sostener con firmeza los principios éticos de independencia y libertad por los que dieron la vida los luchadores del pasado. Se justifique tal decisión con el punto de vista moderno que los ciudadanos merecen vivir en paz, superando las "intransigencias" que ponen en peligro la coexistencia con un "vecino que ha decidido a ser bueno".

¿La historia los absolverá?



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Memo Fernández


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