Cómo fue el vil sabotaje al Congreso de Panamá

Terminada la guerra de independencia, dos grupos se van a enfrentar por
establecer una política hemisférica común, por un lado Bolívar, y por el
otro Tomás Jefferson, Monroe y Henry Clay. Francisco de Paula Santander
hará muy bien su papel de saboteador del Congreso de Panamá, poniéndose
del lado de la política colonialista de los yanquis. La política
hemisférica que plantearán los gringos será la del Big Stick, la del
Garrote. En realidad entonces, que el génesis del Panamericanismo viene en
parte a ser obra de Santander, con sus enredos y la manera como desoye las
órdenes del Libertador en cuanto a la manera como debe organizarse aquel
fundamental Congreso.

El diplomático estadounidense Richard C. Anderson, llevaba en la mochila
de sus planes que desenvolvería en Bogotá, la política de Jefferson, la de
“absorber las colonias españolas pedazo a pedazo”. El método con el que le
arrebataron a México, con la “guerra de Tejas” provocada por los
algodoneros esclavistas, 944,825 millas cuadradas. Es decir, el territorio
que hoy ocupan los estados de Texas, California, Arizona, Nevada, Utah,
Nuevo México y Colorado.

Bolívar no pensó que los Estados Unidos pudieran formar parte del Congreso
de Panamá porque ¿cómo podían ser incluidos en esta unión conociendo la
posición colonialista de Jefferson, Monroe y Henry Clay y, porque las
instrucciones de los delegados de Estados Unidos a este Congreso iban
plagadas de órdenes opuestas a la liberación de Cuba y Puerto Rico?
Esto lo tenía que saber muy bien Francisco de Paula, porque Bolívar estaba
claro en que sin las alianzas era prácticamente imposible mantener
unificados los Estados recién constituidos. Era necesario pues, crear un
plan de defensa hemisférico entre todos los pueblos recién salidos del
colonialismo español, y debían prepararse para no caer la garra de los
Estados Unidos.

Decía genialmente el Libertador, que nuestra América estaba desencontrada
de sí, porque estaba abandonada de todas las naciones; aislada en medio
del universo, sin relaciones diplomáticas ni auxilio militares, y
combatida por la España. Que cuando los sucesos no están asegurados y los
estados son débiles, y las empresas son remotas, entonces los hombres
vacilan, las opiniones se dividen, las pasiones se agitan y los enemigos
las animan para triunfar por este fácil medio. Entonces proponía que fuese
fuertes bajo los auspicios de una nación liberal que nos prestase su
protección. Tal nación, él pensaba, debía ser Inglaterra, sacando del
juego a EE UU, por consideraciones de orden político e histórico; el
entendimiento con Gran Bretaña era de carácter táctico.

Añade el Libertador, con esa genialidad tan aguda y profunda, con ese amor
tan entrañable y poético por lo nuestro: “Si me hubiera quedado un rayo de
esperanza de que América pudiese triunfar por si sola, ninguno habría
ambicionado más que yo el honor de servir a mi país sin degradarle a la
humillación de solicitar una protección extraña. Esta es la causa de mi
separación de la costa firme. Vengo a procurar auxilios: iré en busca a
esa soberbia capital; y si fuese preciso marcharé hasta el polo; y si
todos son insensibles a la voz de la humanidad, habré llenado mi deber
aunque inútilmente y volveré a morir combatiendo en mi patria.”
En parte, tal idea venía expresada en la “Carta de Jamaica”, la de formar
de todo el Nuevo Mundo una sola Nación con un solo vinculo que ligue sus
partes entre sí y con el todo; pero entonces fue precisamente por este
“boquete” confeccionado adrede por la mentalidad pro-norteamericana de
Santander es por lo decide invitar a los Estados Unidos y al Brasil. Es
así como consigue meter la cuña antibolivariana que buscaban los yanquis,
y que movía míster Anderson en reuniones dentro del propio palacio de
Bogotá.

Como Santander podía cometer tamaña estupidez, si tenemos en cuenta que ya
Bolívar lo había planteado meridianamente, cuando dijo que no sólo los
europeos pero hasta nuestros hermanos del norte se han mantenido inmóviles
espectadores de nuestra contienda, y que lo habían hecho por egoísmo y
porque nada temen en su estado domestico.

El Vicepresidente le escribe a Bolívar el 6 de febrero de 1825: “Con
respecto a los Estados Unidos he creído conveniente invitarlos a la
augusta Asamblea de Panamá, en la firme convicción de que nuestros íntimos
aliados no dejarán de ver con satisfacción el tomar parte en sus
deliberaciones de un interés a unos amigos tan sinceros e ilustrados…”. Es
en este momento cuando vemos nacer el vil Panamericanismo, y con ello
estaba destruido el plan hemisférico que buscaba Bolívar para la unidad,
solidez y fortaleza de los pueblos latinoamericanos.

Sobre el sabotaje a la liberación de Cuba y Puerto Rico es contundente,
fulminante, igualmente producto de los acuerdos a que había llegado con
Anderson. Le escribe a Páez, el 22 de febrero de 1824: “Sobre expedición a
Cuba o Puerto Rico no hay que hablar por ahora: primero, porque estando
expuestos a ser invadidos en nuestra casa es locura ir a buscar fortuna a
país donde creyéndose que hay jamones no hay ni estacas; segundo, porque
el Perú demanda con más urgencia y necesidad auxilios que nos aseguren por
el Sur; tercero, porque no tengo recursos para expediciones.”

Es realmente admirable esta coincidencia con la política que EE UU llevará
al Congreso de Panamá con relación a Cuba y Puerto Rico.
Se plantea el escritor Ricardo A. Martínez, en su libro “De Bolívar a
Dulles –El Panamericanismo, Doctrina y Práctica Imperialista” , a qué se
día tamaña omisión en las instrucciones del Gobierno de Colombia. Añade
que Santander había sido informado confidencialmente por Mr. Anderson,
sobre la decisión de su Gobierno de no permitir cambio alguno en la
condición de esas estratégicas islas, salvo aquellos cambios que, en el
futuro, fuesen resultados de su propia expansión colonialista.

“Esta no es una hipótesis aventurada –agrega Martínez-, pues puede
fundamentarse en hechos y consideraciones históricas contundentes: 1) el
contenido de las instrucciones impartidas por el secretario de los Estados
Unidos, Mr. Henry Clay, a sus comisionados al congreso; 2) como uno de
esos comisionado era el propio Mr. Anderson es seguro que Santander
conocía su orientación general; y 3) el secreto deliberado que se ha
mantenido sobre esas históricas instrucciones, sobre las que no se
encuentra ni siquiera alusiones en la extensa bibliografía que trata de
demostrar que el congreso de Panamá es la Génesis del panamericanismo,
pues ella demuestra que fueron las génesis de la “política del dólar y del
gran garrote”.

Henry Clay cumple a pie puntillas el mandato de Tomás Jefferson en las
instrucciones que ordena a sus comisionados al Congreso de Panamá, Richard
C. Anderson y John Sargeant: “entres los objetos que han de llamar la
atención del Congreso, escasamente puede presentarse otro tan poderoso y
de tanto interés como la suerte de Cuba y Puerto Rico y sobre todo la de
la primera. Cuba por su posición, por el número y carácter de su
población, por la que puede mantener, por sus grandes, aunque todavía no
explotados recursos, es el gran objeto de la atención de Europa y América.
Ninguna potencia, ni aun la misma España, en todo sentido, tienen un
interés de tanta entidad como los Estados Unidos en la suerte futura de
esta isla. Nuestra política con respecto a ella está franca y enteramente
descifrada e la nota a Mr. Middleton. En ella manifestamos que, por lo que
respecta a nosotros, no deseamos ningún cambio en la posesión, ni
condición política de la isla de Cuba, y no veríamos con indiferencia que
el poder de España pasase al de otra potencia europea. Tampoco querríamos
que se transfiriese o agregue a ninguno de los nuevos Estados de América
”.

Ya avisoraba entonces desde 1826 el Libertador que con el fracaso de esta
convocatoria, la guerra en el continente sería por más de doscientos años;
será una guerra muy prolongada y ardua, le dice a Santander. El Vice
permanece indiferente, como si nada.


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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