Si actuara como ellos, me habría suicidado

La conmemoración de los hechos ocurridos hace más de dos mil años y que culminaron con la traición y muerte de Jesús, y los ocurridos más recientemente en esta Venezuela nuestra, me condujeron a escribir esta nota en la que la miseria humana es la protagonista.
Múltiples son las formas en que puede degradarse el ser humano; y variadas suelen ser, también, las causas que lo conducen a la degradación.

El hambre, la necesidad y el medio suelen contarse entre las causas que han conducido a millones de seres humanos a “tragarse” su dignidad, a “saltarse” valores y a pervertir su cuerpo y espíritu. No en balde se cuentan por miles quienes definen la lucha por una sociedad más justa, como la batalla permanente contra las condiciones que alimentan las “fábricas” de deshechos morales.

Más no siempre son esas condiciones perversas las que generan las víctimas ya definidas. Hay otros que se degradan y se convierten en bazofia sin haber vivido un segundo las condiciones de los excluidos, sin jamás haber sido presionados por el hambre.
Que cada quien busque su respuesta al porqué de esta realidad, que yo en mi reflexión no la he encontrado cuando me he detenido a pensar en esos periodistas que se degradan vilmente para defender la posición política de sus patronos.

Me resulta inexplicable, por ejemplo, que un profesional universitario guarde silencio mientras su trabajo es manipulado descaradamente para mostrar una versión diferente a la realidad que a él le consta. Tal es el caso de los periodistas de Venevisión y Globovisión que filmaron los acontecimientos de Puente Llaguno el 11 de abril de 2002.
Tiene que haberse caído a un nivel bien bajo, para guardar silencio ante el asesinato de decenas de personas y ante el inmoral intento de inculpar a inocentes; cuando se cuenta con elementos y argumentos suficientes para hacer brillar la verdad

Cómo no sentir náuseas ante la actitud de un periodista que con su silencio protege a unos militares que ensayan la forma como le comunicarán al país, el asesinato de docenas de personas, antes de que se produzca la primera muerte. El más vil de los miserables debe sentirse reconfortado ante la existencia de seres humanos como éstos.

En el foso de la degradación debe haberse perdido la conciencia, para buscar en la figura de un exfiscal fascista, una sugerencia sobre como reprimir a un gobernador que se niega a reconocer como autoridad al dictador que ha usurpado el poder en la patria que a uno lo vio nacer.
De igual manera, la condición humana que impone el sentido de patria, debe haber sido llevada a su mínima expresión para respaldar con el silencio cómplice, un decreto que elimine la democracia y le conceda poderes casi omnipotentes a un dictadorzuelo como el que gobernó Venezuela por poco menos de 48 horas.

Los sentimientos de solidaridad, compasión y piedad, propios de los seres humanos, no pueden estar presentes en aquellos que envilecidos por el afán de agradar a sus patronos, intentan sacar ventaja política del dolor de una familia cuyos hijos fueron asesinados.
Mucho menos están presentes esas cualidades de los hombres, en aquellos que uno a uno han visto caer a más de cien campesinos y optan por guardar silencio ante la convicción de que sus aliados terratenientes son los responsables del exterminio.

Quien escribe no es un periodista, apenas un aprendiz de articulista; pero si en el ejercicio de la profesión que me da de comer, tuviera que hacer los que estos periodistas hacen, hace tiempo que como judas me habría suicidado.


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Alexis Arellano


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