Alquimia política

La sutiliza de la ignorancia

Todos tenemos la capacidad de ser ignorantes; el término que significa "desconocer sobre una cosa o algo", no es razón para sentirnos intimidados o señalados en nuestro entorno social. La ignorancia como el "sexo" el de libre práctica, pero debe prevalecer ciertas reglas. Si el sexo se hace inconsulto, se tiende a quebrantar el derecho de ella o él, y por ende es un delito; si la ignorancia la ejercitamos sistemáticamente, podemos caer en el cuestionamiento de nuestra capacidad cognitiva en cuanto al aprendizaje de las cosas; qué decir, cuando esas cosas implican habilidades y destrezas.

La teoría de la ignorancia, ha sido estudiada en los últimos tiempos con suma atención; se da el caso del trabajo de Estanislao Zuleta, titulado "Teoría de la ignorancia", donde describe que el objeto de su estudio son los argumentos de la ignorancia como opinión que "…nos protege contra la angustia de saber y contra el reconocimiento de nuestra propia ignorancia... El reconocimiento del no saber es un movimiento reflexivo fundamental dentro de la ciencia misma"

Zuleta expresa que "muchas veces no nos hacemos ciertas preguntas porque ya las tenemos contestadas, aunque solamente sea con opiniones;…si consideramos el ejemplo de las llamadas sociedades primitivas, donde hay muy poco desarrollo de la ciencia, no encontramos precisamente un estado de carencia o de ausencia de teorías explicativas, sino por el contrario una explicación mágica para todos los fenómenos..." Las personas, expresa Zuleta, que no tienen conocimientos en una determinada rama del saber, no por ello dejan de tener opiniones; la ignorancia no es una ausencia o una falta, sino por el contrario es un estado en el que nos sentimos pletóricos de opiniones en lo que por lo demás tenemos una confianza desmesurada. La teoría de la verdad en Platón (s. IV. a.C.), no se refiere a la coincidencia entre nuestros conceptos y la realidad, sino a que la verdad debe dar razón de sí misma, es decir, tiene que ser demostrada.

Otro trabajo que recrea un tanto esa postura de la ignorancia es el de María Elena Cabrera Armas, titulado "La posición original y el velo de la ignorancia en la teoría política de John Rawls" (publicado en el 2008, en la Revista Memoria Política). En el texto la autora expresa que el "Velo de la ignorancia" bajo la concepción de Hume es "tenue", debido a que no excluye más información que la necesaria para asegurar el resultado, en cuanto que las partes conocen la configuración general de la sociedad, conocen su estructura política y su organización social; lo único que queda eliminada es la posición de fuerza; bajo la concepción kantiana empieza por no permitir a las partes información alguna, solamente la información suficiente para que se pueda adoptar un acuerdo racional. Los primeros principios de justicia serían los escogidos por agentes racionalmente autónomos, con el objetivo de asegurar las condiciones para el desarrollo con el ejercicio de sus facultades morales con un único fin. Igualmente se persigue buscar el fin último movidos por la deliberación como es el bien supremo. Las partes no se pueden ver influidas por ninguna información particular que, no sea aquella que forme parte de su representación como personas morales libres e iguales con una determinada concepción del bien que, no tiene nada que ver con la concepción del bien de las personas individualizadamente. En la construcción rawlsiana, "el velo de la ignorancia" es mucho más tupido y es preferible, ya que los principios están más conectados con la concepción de personas morales libres e iguales.

Es decir, tomando ideas de Cabrera Armas, interpretando la postura de Rawls, que la ignorancia no solamente corresponde a hechos, personas o fenómenos sociales, sino al carácter principista de la moral consensuada. No es una excusa avalar la ignorancia solamente porque no se tiene una información formal sobre un tema determinado, sino que el elemento moral y el contexto, son de importancia vital para comprender los desafíos que en ocasiones causa el desconocimiento de una sociedad y sus valores circunstanciales.

El opúsculo de Karl Popper (s.XX), titulado "The knowledge of ignorance", (El conocimiento de la ignorancia), nutre el anterior comentario al esgrimir este autor que la idea de Sócrates "Sólo sé que no sé nada", es una idea de actualidad; "…pienso que aún más que en tiempos de Sócrates… Y tenemos razones, en defensa de la tolerancia, para deducir de la idea de Sócrates aquellas consecuencias éticas que fueron deducidas, en sus tiempos, por el propio Sócrates, por Erasmo, por Montaigne, Voltaire, Kant y Lessing. Y debemos incluso deducir algunas otras consecuencias. Los principios que son el fundamento de cada diálogo racional, es decir, cada discusión encaminada a la búsqueda de la verdad son, de hecho, principios éticos…"

En un sentido concreto, la ignorancia no viene hilvanada del desconocimiento del saber, sino del desconocimiento de la moral y ética de una sociedad. Ser ignorantes, es no comprender la estructura moral que mueve a las personas en su búsqueda de placer y felicidad.

En un aspecto más del Derecho que de la filosofía moral, Xabier Etxebarria, de la Universidad de Deusto, expresa que hay una teoría o doctrina de la ignorancia deliberada o principio de indiferencia, en una interpretación jurisprudencial que se relaciona con la willfull blindnes (ceguera voluntaria) angloamericana o con propuestas de günther jakobs, consistente en que "quien se pone en situación de ignorancia deliberada, sin querer saber aquello que puede y debe saberse, y sin embargo se beneficia de la situación, está asumiendo y aceptando todas las consecuencias del ilícito negocio en el que voluntariamente participa". Aplica en la práctica en delitos relacionados con la salud pública, directamente en casos de trasportadores de droga por ejemplo, o en casos de blanqueo relacionados con el tráfico de drogas. En definitiva, se impone la pena del delito doloso (intencionado, para que se entienda) a una persona que en realidad no sabe, pero debería saber y se entiende que no quiere saber. Sin duda, límites lábiles y difusos.

A todo esto, está el aporte de Gabriel Ugas Fermín, "La ignorancia educada y otros escritos", donde el autor teoriza sobre el cuerpo deliberante de la idea ante el contexto, y la necesidad de que el hombre, con el saber adecuado, lo vincule y articule en acciones concretas que muevan el mundo planetario. Y Jacques Ranciére, en su obra "El maestro ignorante, Cinco lecciones sobre la emancipación intelectual", en donde su autor nos recrea con una percepción certera acerca de la lección de la ignorancia: "Existe un orden en la locura, como en todas las cosas. Empecemos pues por el principio: Telémaco. Todo está en todo, dice el loco. Y la malicia pública añade: y todo está en Telémaco. Ya que al parecer Telémaco es el libro para todo. ¿Quiere el estudiante aprender a leer? ¿Quiere aprender inglés o alemán, el arte de pleitear o el de combatir? El loco le pondrá imperturbablemente un Telémaco en las manos y el estudiante empezará a repetir Calipso, Calipso no, Calipso no podía y así sucesivamente hasta que sepa el número prescrito de libros del Telémaco y hasta que pueda contar los otros. De todo lo que aprende –la forma de las letras, el lugar o las terminaciones de las palabras, las imágenes, los razonamientos, los sentimientos de los personajes, las lecciones de moral–, se le pedirá que hable, que diga lo que ve, lo que piensa, lo que hace. Se le pondrá solamente una condición imperativa: todo lo que diga, deberá mostrarlo materialmente en el libro. Se le pedirá que haga las redacciones y las improvisaciones en las mismas condiciones: deberá utilizar las palabras y los giros del libro para construir sus frases; deberá mostrar en el libro los hechos a los que corresponde su razonamiento. En definitiva, todo lo que diga, el maestro deberá poderlo verificar en la materialidad del libro".

En concreto, recalca Ranciére, "…no se hará del ignorante el depositario de la ciencia infusa, sobre todo no de una ciencia del pueblo que se opondría a la de los sabios. Es necesario ser sabio para juzgar los resultados del trabajo, para comprobar la ciencia del alumno. El ignorante hará menos y más a la vez. No verificará lo que ha encontrado el alumno, comprobará lo que ha buscado. Juzgará si ha prestado atención…Lo que el maestro ignorante debe exigir de su estudiante es que le pruebe que ha estudiado atentamente…Vean pues todo lo que esta exigencia implica de tarea interminable para el estudiante. Vean también la inteligencia que eso puede darle al examinador ignorante: Quién impide a esta madre ignorante pero emancipada que se dé cuenta siempre que pregunta dónde está Padre si el niño muestra siempre la misma palabra; quién le impide ocultar esta palabra, y preguntarle: ¿qué palabra hay bajo de mi dedo?".

*.-azocarramon1968@gmail.com



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Ramón Eduardo Azócar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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