Ser chavista supone una carrera de resistencia, no de velocidad. La meta no es ganar un premio individual sino consolidar una sociedad justa y digna para todos. Eso que los marxistas llamamos una sociedad sin clases. Por ello, emitir observaciones sobre medidas económicas o políticas nacionales no pone en duda que apoyaremos a ultranza al Partido Socialista para lograr la victoria roja en la Asamblea Nacional.
Preocupa ver "compatriotas" afanados en borrar del mapa a varios de sus compañeros en vez de luchar contra las barbaries de Washington o de la MUD. Sospecho que para asegurarse privilegios, consideran como obstáculo a las cabezas honestas. En toda familia hay ovejas negras. Son leyes del materialismo histórico, no se puede decretar una nueva cultura nacional, ni erradicar en una generación el egoísmo ancestral del capitalismo. La probidad revolucionaria se logra con teoría y muchas batallas.
Pero el Chavismo prevalecerá pues su fuerza radica en la unidad estratégica de principios y la diversidad táctica de sus actores. Igual que otras revoluciones populares, la nuestra contiene una comunidad heterogénea o "lucha de contrarios" porque expresa las justas reclamaciones del pueblo humilde mientras que sedientos trepadores acechan su periferia.
La revolución seguirá venciendo si adopta con madurez los métodos de acción revolucionaria más acordes a esta etapa de lucha antiimperialista y abre las puertas del activismo en todos los espacios de la vida democrática.
Inevitablemente las elecciones desatan bajas pasiones, adulantes y traidores que salen a la superficie, lo vital es construir mayorías populares para derrotarlos. Bien lo dijo Chávez: águila no caza moscas. Vaya nuestro mensaje categórico a los intrigantes que quieran dividirnos: Seremos Chavistas hasta que el sol se apague.
