Organizaciones sociales y participación popular

   Llama la atención que a pesar de estar gobernada por un partido socialista, en Venezuela no existen auténticas organizaciones sociales ni participación popular.  En el fondo la participación ciudadana se limita al sufragio, tanto en las elecciones presidenciales, de gobernadores, parlamentarias y municipales. Es solamente el plano electoral (sin contar su muy igualitaria constitución) el terreno en que Venezuela resalta como el más democrático de los países latinoamericanos, pues la participación popular en las numerosas concentraciones multitudinarias es de carácter totalmente pasivo, claro que en tiempos de Hugo Chávez sus intervenciones oratorias tenían un fuerte contenido político pedagógico, mientras que hoy los discursos no suelen pasar del terreno árido de las consignas.  La participación ciudadana en las organizaciones sociales cuenta con dos ventajas primordiales: primero,  su génesis se desprende de la sociedad misma y habitualmente de la manera más espontánea posible, segundo, dichas organizaciones no emergen para repetir slogans sino que para luchar por los problemas concretos más acuciantes que en ese momento sacuden a esa comunidad (pueblo, estudiantado, sector social postergado, etc.) Me pregunto si la intención del gobierno se orienta a  que el venezolano medio se convierta en un autómata repetidor de exclamaciones vacías o en un luchador consecuente. Ojalá que esté de verdad al lado de esta segunda alternativa y que su quehacer revolucionario alcance hasta donde duele serlo, aunque corra el riesgo de que el pueblo termine oponiéndose a su desempeño político.  La historia del continente abunda en organizaciones sociales aún pequeñas que han desafiado con éxito a empresas poderosísimas.  Tengo la impresión de que el gobierno, a pesar de recurrir al pueblo cuando se encuentra acorralado tuviera miedo de que crezca demasiado en el plano ideológico, pues perfectamente se podría utilizar tanto la prensa, la radio y sobre todo la televisión para entregar contenidos teóricos, económicos e históricos que iluminen a la ciudadanía.  Entregar a menudo nuevas reivindicaciones económicas sin exigir un compromiso mínimo constituye el camino más corto para inducir una condición parasitaria en las grandes mayorías, léase bachaqueo.

     Resulta imprescindible que la población además de estar consciente de su inmensa fuerza aprenda como utilizar dicho poderío.  En ese sentido una de las primeras enseñanzas corresponde a no convertir a sus grandes líderes en dioses, pues si bien algunos conductores políticos resultan decisivos en un momento dado, también ellos corresponden a un momento histórico, no son eternos.  Estoy convencido de que al propio Comandante Chávez le molestaría saber que lo llaman el eterno y el gigante.  Todo gran hombre, y precisamente derivado de su importancia, incluyendo los genios en diversas manifestaciones del conocimiento y del arte, debe aspirar tan sólo al reconocimiento de sus aportes.  Los grandes líderes necesitan de grandes pueblos.  Marx pese a su inmensa estatura intelectual no pudo hacer mucho por su país (aunque por supuesto le entregó grandes bases teóricas a las nuevas generaciones) porque las masas no estaban contagiadas con su pensamiento. Sin embargo para suerte de su pensamiento, si bien le siguieron muchos hombres que contribuyeron a pulir y a poner al alcance de las masas sus teorías, no contó con segundas versiones que lo imitaran  hasta en sus arengas.  Cada ser humano es único.

     Dejemos que el pueblo construya su propio edificio, al gobierno lo único que le corresponde es no interferir en su accionar. No en todo,  la iniciativa le tiene que corresponder al gobierno.  



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