Allen Dulles, en su libro El arte de la inteligencia describe, en líneas generales y con brutal crudeza, el papel que los planificadores imperiales le reservan a las artes plásticas dentro de sus proyectos de dominación. Tema que la investigadora británica Frances Stonor Saunders precisa, en su ensayo La CIA y la guerra fría cultural, hasta en sus más mínimos detalles operativos, demostrando como el sistema global de bienales, premios, publicaciones, becas, y otras formas de validación y reconocimiento de artistas son tributarias de las más deplorables ideas de opresión mundial.
En cambio resulta difícil encontrar textos que hablen claramente acerca de cuál es la función del arte y los artistas en la construcción del socialismo del siglo XXI, por esta razón le solicitamos, respetuosamente, que convoque y lidere Ud. un diálogo nacional sobre el estado actual de las artes plásticas en nuestro país. Un debate abierto con la participación de intelectuales, investigadores, docentes, creadores, cultores y organizaciones sociales, que permita la realización de evaluaciones y diagnósticos para la necesaria revisión, rectificación y reimpulso de la acción del Estado en esta área. Los innegables éxitos del gobierno bolivariano en la música, el cine, el libro y la lectura, el teatro, la danza y el patrimonio, escasean, por no decir que son nulos, con respecto a las artes plásticas, que representan una numerosísima comunidad que carece de políticas culturales que respondan a la cultura política de inclusión, participación y protagonismo que impulsa el gobierno nacional.
Si bien para determinar con eficacia las necesidades del sector se requieren una serie de estudios, encuestas y revisiones bibliográficas que abarquen la actividad investigativa, la creación y los planes y programas de fomento existentes, nos vamos a permitir compartir algunas consideraciones que, en nuestra opinión, son reveladoras de la situación actual de nuestras artes plásticas.
El dibujo es actualmente un oficio proscrito. Todos los salones, exposiciones y concursos de esta disciplina fueron eliminados. Venezuela que fue siempre una cantera fecunda de grandes dibujantes hoy luce como una mina abandonada. Desde nuestros pobladores originarios y hasta los años del “Boom” de la Nueva Figuración en los años setenta y ochenta este arte fue siempre consustancial a nuestro pueblo, y dibujantes como Arturo Michelena, Leoncio Martínez o Mario Abreu, por citar solo algunos, son expresión de los más altos valores de la venezolanidad, pero hoy el panorama es muy distinto, el dibujo apenas se estudia, casi no se exhibe y se le trabaja cada vez menos con el consecuente empobrecimiento de su teoría y su práctica.
Algo similar podría decirse del grabado, en el sentido que es una disciplina artística prácticamente prohibida en nuestro país. Después de haber tenido un desarrollo tardío pero importante y cuando se contaba con exponentes de calidad y valía, se tomaron todas las medidas necesarias para erradicar de nuestro horizonte artístico e intelectual el estudio y ejercicio de las diferentes técnicas de grabado. Se clausuró el Centro de Enseñanza Gráfica (CEGRA), y las oportunidades de formación, creación, investigación y exhibición desaparecieron, actualmente el grabado ocupa un lugar absolutamente marginal en el contexto de las artes plásticas nacionales.
Incluso el movimiento cerámico que hasta hace unos pocos años tenía una vitalidad y una fuerza extraordinarias ha venido perdiendo impulso y vigor. Mientras la pintura, que sigue gozando de la mayor popularidad carece de una crítica seria y bien documentada que permita salir del nihilismo imperante, según el cual la pintura es una actividad "sin alante, sin arriba, sin orilla y sin atrás". Pero este panorama tan poco halagüeño parece serle indiferente a quienes tienen la responsabilidad de generar políticas culturales nacionales de artes plásticas.
Esto resulta particularmente chocante si se compara, como debe compararse, la gestión del Estado en otras ramas del arte como, por ejemplo, la música que es de reconocida eficacia. Por alguna razón que resulta incomprensible, el Estado venezolano se muestra profundamente sensibilizado ante la música y muchos funcionarios se jactan de sostener y dotar escuelas de música, cosa que es loable, pero se mantienen indiferentes a las artes plásticas, lo cual resulta condenable. Esta diferencia se materializa en una serie de datos que es bueno tomar en cuenta: mientras cientos de miles de niñas y niños son atendidos por un estado que les reconoce el derecho de acceder a estudios musicales, ni un solo niño tiene acceso a un plan similar de estudios de artes plásticas. Un verdadero ejército de profesores de música a lo largo y ancho de todo el territorio nacional conforman un gremio profesional que presta sus servicios en el sistema educativo formal o en los innumerables núcleos del “Sistema” y dependen de las más diversas instituciones de nivel local, regional o nacional, en cambio los profesores de artes plásticas, si acaso existen algunos, marchan al garete, en completo desorden y sin objetivos claros pues no cuentan, ni siguiera, con lineamientos ni políticas nacionales.
Y para terminar con este largo rosario, vamos a referirnos al papel del Instituto de las Artes de la Imagen y el Espacio (Iartes), máximo ente rector del área en Venezuela. En una serie sucesiva de recientes ruedas de prensa esta institución ha dejado clara su visión del arte como un privilegio de pocos y no como un derecho de todos. Ninguno de sus anuncios apunta a la inclusión ni a la atención de grandes contingentes de artistas, por el contrario se informa que va a cumplir funciones de agencia de turismo cultural para beneficio de un grupito que se conforma en élite, pero no en virtud de sus logros intelectuales sino de su acceso a los dineros públicos. Desde esta entidad se califica como investigadores, expertos o curadores a personas que no lo son y se mantiene un discurso acerca de una supuesta vanguardia artística nacional, pero no se explica quiénes la integran, dónde circulan sus obras ni cuáles son sus aportes en relación a la historia del arte venezolano. Esta falta de rigurosidad en el tratamiento de estos temas, desde el organismo que debe velar por su fortalecimiento, implica que desde el propio Estado se promueve la pauperización cultural de la teoría del arte.
Pedimos que estos temas salgan al debate público, y creemos que el Estado debe promover un sistema nacional que considere a las artes plásticas como un derecho humano y que incluya al mayor número de personas a su ejercicio para la paz y la vida, para salir del ocio y la pobreza espiritual, una lucha ciudadana por la belleza y la igualdad que permita al pueblo apropiarse de saberes colectivos que representan una importante herramienta de cambios positivos para la sociedad.