Los nuevos Amos del Valle

No estamos hablando de aquellos Amos del Valle que reseñaba Francisco Herrera Luque, en su libro homónimo. Estamos hablando de una especie que de manera progresiva y no pocas veces violenta ha venido apropiándose de todos los espacios del Valle de Caracas, nuestra ciudad. La capital de la República Bolivariana de Venezuela. La cuna de Simón Bolívar. La de los Techos Rojos. La ciudad de la eterna primavera.

Atrás quedó aquella ciudad bucólica, de fresco clima y de pleno disfrute de propios y extraños. Ahora en cada esquina, en cada poste, en cada calzada que la conforman, se yerguen alzados como una barricada, los motorizados. Devenidos en taxistas y agrupados en "cooperativas" de los que ninguna autoridad tiene registro alguno, los motorizados han pintado rayados para sus "paradas" y allí esperan a sus clientes, atravesados, interrumpiendo el paso peatonal e incluso vehicular. No sabemos qué alcaldía les dio el respectivo permiso. No sabemos dónde hacen sus necesidades fisiológicas. No sabemos si pagan impuestos. Lo que sí es público, notorio y comunicacional, es que ellos hacen lo que les da la gana. A diario atormentan al resto de los ciudadanos con sus cornetas. Insultan a los conductores de vehículos con sus palabrotas cuando no les dan paso. Se llevan retrovisores. Parten vidrios con sus cascos y patean los carros que ellos creen que les molestan. No hay un día en que no nos enteremos de una colisión de motos con carros en nuestras autopistas. No hay un día en que no sepamos que alguno de ellos pereció al estrellarse con algún automóvil, o lo que es peor con alguno de sus colegas, por andar siempre de prisa, como si los estuvieran esperando para entregarles una herencia.

No respetan las leyes, ni a los fiscales de tránsito. Tampoco respetan al resto de quienes vivimos aquí en la ciudad. Trajeados de negro y con el típico bolsito de escolta cruzado a un costado, pasan por las avenidas, unos en avanzada, otros en retaguardia, mal encarados y veloces, abriéndoles el paso a comitivas de costosas camionetas sin placas, donde nadie sabe quien viaja y detienen el tráfico, bajo la mirada resignada de los agentes del orden y ajenos a la rabia contenida e impotente del ciudadano de a pie, del que va en el autobús. En las estaciones de servicio se colean. En las avenidas mientras el semáforo está en rojo ronronean sus motores expectantes, a la espera de la más mínima oportunidad para comerse la luz. Apuran exigentes a los transeúntes para que crucen las calles. Circulan sobre las aceras y aquella cosa denominada ciclovía – vías diseñadas y construidas solo para ciclistas – es su ruta expresa preferida. Por allí circulan a sus anchas, como si el mundo fuera sólo para ellos. En sus motos transportan con la asistencia del infaltable "parrillero", cajas, parabrisas de vehículos, tubos, cabillas, sacos de cemento, mujeres embarazadas, niños, a veces varios niños, uno sobre el tanque de combustible, otro a la espalda del conductor que normalmente queda como el relleno de un sándwich, por la presión que ejerce su madre, que va sujetada como puede en la parte trasera de la moto y pare usted de contar. Cuando llueve en la ciudad, es común verlos guarecerse bajo los puentes, distribuidores y elevados, mejor dicho, en cualquier lado donde no se mojen, menos en los inútiles "Refugios para Motorizados", que recientemente les construyó el Ministerio del Poder Popular para el Transporte Terrestre, sin preguntárselo a nadie y malbaratando de manera olímpica recursos públicos que le pertenecen a todos los venezolanos y que bien podrían utilizarse en otra cosa.

Mención aparte, merecen los sepelios que suelen acompañar los motorizados normalmente armados, consumiendo licor y realizando piruetas, con sus compañeras de jergas trepadas en la parrilla de la motocicleta. Allí se agarran todos los canales de la vía – no importa cuántos sean – y paralizan el tráfico amargándole la vida a quien tenga la mala suerte de tropezarse con estos aquelarres donde sobre dos ruedas, se le rinde culto a la muerte, al atropello y al abuso sin que ningún policía diga: "Esta boca es mía". No son pocos los atracos colectivos que se han suscitado en esos macabros festines, donde al paralizarse el tránsito, se vienen en contravía, motorizados pistola en mano, robando a Villegas y a tó el que llega. En días recientes asesinaron con saña a una mujer embarazada en la autopista Valle – Coche y la policía llegó después a recoger los vidrios…y los cuerpos de los desafortunados ciudadanos que a plena luz del día, sucumbieron a la furia de estos renegados, montados sobre sus caballos de hierro.

Al menor asomo de resolución por parte de alguna autoridad civil, policial, militar o celestial para meterlos en cintura, los motorizados arman una marcha. Organizan una toma. Rodean enardecidos sedes de Ministerios, Gobernaciones, Alcaldías, comandos de policías o canales de televisión y allí las autoridades ceden y no hay después quien le ponga el cascabel al gato. Desde 2011 está publicado en la Gaceta Oficial N° 39.771, un Reglamento Parcial de la Ley de Tránsito que regula el uso de las motocicletas en todo el país. Allí está todo lo que se puede y no se puede hacer a bordo de una moto. Empero, su entrada en vigencia ha sido diferida en 3 ocasiones por el propio gobierno nacional que lo redactó. Las objeciones que esgrimen los "gremios de motorizados" al articulado del mencionado instrumento, que han impedido su aplicación por parte de las autoridades y que "obligaron" al Instituto Nacional de Transito y Transporte Terrestre (INTT) a instalar una "mesa de negociación" con los reyes de la anarquía – los motorizados - se encuentran entre otros:

-El artículo 10, que específica que la capacidad máxima de ocupantes para motocicletas, es de dos (02) personas, incluyendo al conductor. Llevar más personas que las establecidas está prohibido y eso molesta a los motorizados.

-El artículo 25 que establece la obligación de respetar los límites de velocidad establecidos. Ellos quieren andar volando siempre. ¿Cómo es que este Gobierno tan malo les va a prohibir correr cómo, cuándo y dónde a ellos les dé la gana?

- El artículo 28, que estipula el uso del chaleco reflectivo con código alfanumérico y de color verde oliva y el carnet que indique que el motorizado está censado. No quieren que nadie los cense.

-Se quejan por las normas de circulación en las autopistas, la prohibición de montar a menores de 10 años, mujeres embarazadas y adultos mayores de 60 años, como lo establece el artículo 31. Ese apartado también prohíbe estacionar en centros comerciales, cosa que también les disgusta enormemente a estos angelitos.

¿Hará falta la mediación de la ONU, de la UNASUR, de la CELAC, del MONAL, del G77+China, del ALBA, de la OEA, de la Unión Europea, de los BRICS o de otro cualquier foro mundial, para que el gobierno nacional gobierne y aplique este reglamento, para acabar con tanta anarquía? ¿Tendremos que convocar un Referéndum? POR DIOSSSSSSSSSSSSS!

Motorizados honestos y trabajadores sí que los hay, pero lamentablemente son mayoría los abusadores que secuestraron NUESTRA CIUDAD. Sino pregúntenle al Procurador General de la República, que justo allí frente a la sede del organismo a su cargo, mira todos los días – digo yo – como en perfecta alianza cívico – militar, conviven los funcionarios de la Guardia Nacional destacados en una alcabala, flanqueados por la derecha y por la izquierda, por dos paradas de mototaxis. O sino pregúntenle al Presidente Maduro, quien en febrero del año pasado, les abrió de par en par las puertas del Palacio de Miraflores y más recientemente con ocasión de celebrarse el primer aniversario de la Misión Transporte, se montó de "parrillero" sin casco y micrófono en mano en una de las motos otorgadas ese día a los motorizados y que su chofer conducía con una sonrisa de oreja a oreja como diciéndonos: Se jodieron. Nosotros somos los nuevos Amos del Valle.



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Rubén Villafañe


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