El instituto venezolano de investigaciones científicas (IVIC) es un “elefante blanco”

El predecesor del IVIC, el Instituto de Neurología e Investigaciones Cerebrales (INIC), fue inaugurado en 1954 durante le dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Este proyecto fue idea del científico venezolano Humberto Fernández Morán, fallecido en 1999 y quien aún sigue siendo un desconocido en nuestro país. Este ilustre zuliano fue uno de los científicos más notables del mundo por sus extraordinarios aportes a la Microscopía Electrónica y a la Bioquímica. Le ofrecieron proponerlo como premio Nobel si cambiaba su nacionalidad venezolana a estadounidense, pero se negó a ello.

La idea central de Fernández Morán en Venezuela era crear un instituto para trabajar en Medicina Tropical y estudiar la estructura fina del sistema nervioso. El quería materializar el proyecto de un centro de investigación que pudiese ser una referencia continental y mundial en el horizonte científico. El instituto fue dotado de los más modernos equipos para hacer investigación científica, incluyendo un reactor atómico, el primero en América Latina. Sus planes murieron con la llegada de los firmantes del Pacto de Punto Fijo al Poder y se creó, para sustituirle mediante una ley, el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) en febrero de 1959, un nicho de privilegios para un pequeño grupo jugando a ser científicos.

Después de 56 años (más de medio siglo) de creado el IVIC supuestamente para producir conocimientos científicos, los venezolanos desconocemos si ese instituto ha producido alguno. ¿Cuánto dinero ha consumido? Sólo Dios lo sabe. ¿Qué se hace allí? Se dice vagamente que se realiza investigación básica y aplicada y se enfatiza en una pequeña actividad industrial produciendo compuestos aislados del plasma humano llamados genéricamente hemoderivados, quizás con la idea de competir algún día con los Laboratorios Grifols, transnacional lider mundial en investigación, producción y venta de hemoderivados en 90 países del mundo.

En este momento los “científicos” del IVIC tienen una alharaca porque hay un proyecto de ley en la A.N. que según ellos afectará el estatus científico del instituto y desmejorará económicamente a los investigadores. Menudean los argumentos políticos, pero de aportes científicos y tecnológicos nadie habla.

Actualmente la ciencia se mide en términos de desarrollo tecnológico. Un Instituto de Investigación científica experimental, en cualquier parte del mundo, para justificar su existencia tiene que presentar aportes científicos que se traduzcan en avances tecnológicos que vayan ayudar a resolver problemas inherentes al devenir político, social y económico. Por eso la actividad científica es de primer orden para el desarrollo de un país. Las empresas transnacionales financian generosamente proyectos de investigación científica orientados a la innovación tecnológica para incrementar su poder y sus ganancias.

La investigación científica en el esquema capitalista se ha convertido en un negocio muy lucrativo para los países desarrollados y por lo tanto en un foco de corrupción.

Para corroborar esto último, veamos algunos datos de actividad científica fraudulenta. El 33% de los 3.247 investigadores con proyectos financiados por los National Institutes of Health de USA que respondieron a una encuesta realizada en 2002 reconoció haber incurrido en una conducta deshonesta en relación a la publicación de trabajos de investigación. El 15,5% reconoció abiertamente haber cambiado el diseño, la metodología o los resultados de su investigación por presión del organismo financiador del mismo. Martinson B. Anderson M, de Vries, R. “Scientists behaving badly” Nature 2005; 435: 737-738.

El 36% de investigadores noveles encuestados de la Universidad de California en San Diego, habían sido testigos de conductas no científicas. Pero lo más sorprendente es que el 15% estaría dispuesto a omitir o inventar datos si fuere necesario para conseguir financiamiento para un proyecto o la publicación de un artículo. Kalichman M, Friedman P. “A pilot study of biomedical trainees perceptions concerning research ethics”. Academic Medicine 1992; 67:769–771.

Fuera de los EE.UU. también se registran fraudes científicos: El 18% de los investigadores noruegos encuestados, dice haber estado expuestos a una situación de conducta deshonesta, el 27% conocía uno o más casos de fraude, aunque el 42% declaraba que estos casos no eran de conocimiento público. Jacobsen G, Hals A. “Medical investigators views about ethics and fraud in medical research”. Journal of the Royal College Of Physicians Of London 1995 29:405–409.

Un caso concreto de fraude científico fue el de Hwang-Woo-suk investigador sur coreano quien en uno de sus más famosos artículos, publicado en la revista Sciencie en marzo de 2004, dice que él y su equipo generaron células madre embrionarias de once pacientes con enfermedades en la piel. A raíz de éste y otros artículos, Hwang-Woo-suk se convirtió en un héroe para el pueblo surcoreano además de ser el receptor de ingentes subvenciones de su gobierno. Las sombras comenzaron a caer sobre su figura cuando se vio obligado a dimitir como director del Centro Mundial de Células Madre de Seúl, al descubrirse que algunos de los óvulos usados en los experimentos provenían de varias de las trabajadoras y alumnas de su laboratorio, además de que uno de sus colaboradores directos fuera relacionado con una red de contrabando de óvulos.

Después, para empeorar la situación, uno de los colaboradores coreanos del científico declaró a la prensa, que partes críticas del artículo habían sido “fabricadas”. Básicamente que nueve de las once líneas celulares no existían. La comisión de investigación nombrada al efecto por la Universidad Nacional de Seúl, concluyó que Hwang había falseado todas sus investigaciones sobre células madre embrionarias humanas.

Otro caso notorio, pero aún más patético, fue el del estadounidense Eric Poehlman, quien era Profesor de la Universidad de Vermont y había construido una gran reputación como unos de las autoridades mundiales en cambios metabólicos relacionados con la edad, particularmente en mujeres menopáusicas. Se le mencionaba como candidato al premio Nobel de Medicina. Él, junto con su grupo de trabajo, había publicado más de 200 artículos en diferentes revistas científicas durante diez años de actividad investigativa. Sus publicaciones incluían investigación sobre la genética de la obesidad y el impacto del ejercicio. Sin embargo, todo se vino al suelo cuando un miembro de su equipo de trabajo denunció que los datos publicados por Poehlman eran falsos. En marzo de 2005 Poehlman se declaró culpable reconociendo que había falsificado datos en 17 de sus proyectos para obtener financiamiento del National Institute of Health e inventado datos en 10 de sus últimas publicaciones entre 1992 y 2000. Poehlman obtuvo mediante el engaño y el fraude la cantidad de $ 2,9 millones. Fue sentenciado a un año de cárcel por fraude.

Los fraudes científicos se han incrementado y continuarán en ascenso porque la ciencia también ha sido transformada en una mercancía de alto precio por el capitalismo.

Los diarios frecuentemente hacen alarde con grandes titulares de supuestos hallazgos científicos, que mueven a los lectores a la compra del periódico y promueven nulidades a un dudoso estrellato científico.

En Venezuela, donde la corrupción campea por todos rincones de nuestra geografía nos preguntamos: ¿Cuántos fraudes se han cometido y se cometen para optar a cargos en universidades e Institutos científicos, así como para obtener financiamiento para proyectos de investigación que conducen a la nada?

Pensamos que esas prácticas nocivas se minimizarían si sólo se financiaran proyectos multidisciplinarios, a los cuales muchos de nuestros investigadores no ven con buenos ojos.

 



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