Desenlace de la guerra económica

Será la voluntad de Dios ¿Y qué podemos esperar de Él los venezolanos? La Revolución Bolivariana ha luchado para establecer una sociedad justa, en ella los más necesitados reciben atención prioritaria. Quienes conocimos y recordamos lo que sucedió hasta 1998 tenemos razones para afirmar que esa prioridad es cierta, al comparar la atención de salud entonces, con la de hoy, las dificultades para acceder a una escuela primaria u obtener cupo en un liceo; ni hablar del acceso para un pobre a la universidad ¿Recuerdan el vaso de leche escolar? Comparemos el vaso con Mercal, las casas de alimentación o la alimentación escolar. Hemos sido un pueblo generoso con nuestros hermanos latinoamericanos y caribeños más urgidos y necesitados. Mucho podemos esperar de Dios, es justo que nos guíe, no proteja, confiemos en El.

Nuestras riquezas, hasta el 2002, eran aprovechadas por el imperio y nuestro pueblo era cada día más pobre. Estados Unidos acabó nuestra agricultura y los agricultores fueron obligados a emigrar. Betancourt aprobó una Ley de Reforma Agraria, no para distribuir la tierra, sino para acabar con el desarrollo agrícola emprendido por Pérez Jiménez. Hoy no sólo se trata de aumentar la producción, hay que formar agricultores y hacer del campo una opción atractiva, que no la es, para gente no habituada a él. Escuchen la canción de Alí, en la que dice que en la ciudad la pobreza es más divertida.

La Revolución cambió la vida del venezolano, tras recuperar sus riquezas de manos del imperio; por eso éste cobró la vida de Chávez, pero no logró, con su muerte, restablecer su dominio sobre esas riquezas; inició entonces esta guerra de casi dos años contra Maduro. Atribuirle colas y escasez al Gobierno es parte de esa guerra y quienes entre nosotros coinciden con esa farsa contribuyen a cavar la tumba de miseria en la que nos enterraría el imperio. El corrupto hace daño, y los hay en el gobierno, pero el verdadero enemigo es el imperialismo y si dejamos que le atribuyan a la corrupción la escasez y otros males del presente, significaría que no aprendimos Historia, ni siquiera la nuestra; no habría crecido la consciencia; cualquier tonto, con un libreto del imperio, nos engaña.

Sin embargo, de corrupto a traidor hay sólo un monto y un imperio dispuesto a pagarlo. No sabemos de quién, entorno a Chávez, fue la mano que inoculó la enfermedad que fulminó en poco tiempo a un hombre sano, joven, deportista, sometido a exámenes médicos periódicos. La impunidad, por pequeños que sean los actos inmorales, es el terreno fértil sobre el que crece la corrupción y luego fructifica la traición.



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Rafael Flores

Capitán de altura y productor agrícola

 eveliseyrafael@hotmail.com

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