Reflexiones sobre el papel del Gobierno Chavista a 15 años de la aprobación de la Constitución Bolivariana

Hablar de Derecho Constitucional no tiene nada que ver con citar autores franceses, ingleses o norteamericanos del siglo pasado, mucho menos con memorizar artículos de la Carta Magna, o relatar complicadamente mecanismos procesales para que el pueblo no entienda. El Derecho Constitucional es esencialmente una cosmovisión de cómo debe ser organizada y administrada la sociedad, el Estado y la convivencia ciudadana en procura del bien común.

Por ello, Constitucionalismo y Socialismo Científico van de la mano, pues el último es una cosmovisión abarcante y totalizante de la sociedad en todas sus facetas. Primero somos marxistas y luego por derivación somos constitucionalistas, toda la vida hemos permanecido en una misma doctrina y acción; así nos asumimos abiertamente para deslindarnos de los democristianos, los salta talanqueras y los socialdemócratas de la fauna abogadil. También nos apartamos de cúpulas pseudo comunistas e impostoras, la que en Bolivia facilitó el asesinato del Che Guevara, y en Venezuela pactó con Rafael Caldera y más tarde traicionó al mártir Comandante Hugo Chávez con cientos de candidaturas paralelas en todas las elecciones.


Insistimos, Constitucionalismo y Socialismo Científico deben ser en la Venezuela del siglo XXI, dos filosofías que se complementen en teoría y praxis. No podrán los juristas de empresas transnacionales, los cazafortunas que saltan la talanquera y luego regresan hinchados de risa a las faldas del gobierno en búsqueda de su atractiva renta petrolera, quienes puedan brindarle al país una orientación constitucional revolucionaria para que el pueblo se libere de insaciables capitalistas que hoy se visten con guayaberas y chaquetones de todos los colores.

Según la Constitución Bolivariana existe un sistema político e institucional mixto en Venezuela donde el Presidencialismo coexiste con la Dirección Colectiva. Ello, paralelamente al sentido estricto de la letra constitucional, debe ser estudiado desde la óptica política revolucionaria con el propósito expreso de defender la supervivencia del proceso socialista frente a las terribles amenazas que hoy avanzan contra él.

En materia de estrategia y táctica política progresista o de "izquierda", hay un amplio abanico de corrientes que incluyen el reformismo, la socialdemocracia, el anarquismo, los socialismos (hay más de uno), el marxismo leninismo, entre otros. Determinar si un gobierno es de izquierda o de derecha va más allá de la fraseología, la propaganda o la exhibición de un Tótem. Esto supone un extenso análisis de la estrategia económica (propiedad y administración de los medios de producción como industrias, tierras, bancos), jerarquización política (relaciones entre pueblo, partido y gobierno) y el modelo ideológico (sistema de principios que orientan la teoría y la acción social).

Generalmente se plantea que cuando las fuerzas revolucionarias se encuentran haciendo oposición a un gobierno burgués, deben vincularse a los sectores sociales afectados por la exclusión y la explotación económica. Lo anterior sería con la finalidad de agudizar las contradicciones, politizar el descontento y transformarlo en una fuerza organizada que sea capaz de desarrollar batallas en escenarios políticos, electorales u otros.

La incógnita o dilema surge para las fuerzas revolucionarias cuando les corresponde la inusual situación de conducir un gobierno democrático basado en la legalidad liberal y las elecciones burguesas. En dicho contexto, unos proponen que a todo gobierno le conviene fomentar la paz, la cohesión social y la armonía ciudadana como dogmas supremos del sistema político con los instrumentos liberal anglosajón del "Check and Balances" (controles y contrapesos). Pero los científicos debemos rechazar la tentación de las "ideas fijas" por muy noble que parezcan. Por ejemplo: Voto universal no siempre significa democracia. Democracia es sociedad sin clases y el voto universal es un mero instrumento de una etapa histórica.

Otros preconizan que los gobiernos revolucionarios pueden y deben pasar a la ofensiva de la exacerbación de las contradicciones entre clases sociales y en esa turbulencia política, ganarse el respaldo de las mayorías. Para muchos ese fue el estilo de gobernar de Hugo Chávez, quien el frente del Poder Público Nacional, se siguió conectando con las masas excluidas y se hizo vocero de sus reivindicaciones todavía no alcanzadas.

Fue tanto así, que frente a los opositores que le culpaban por problemas sociales no resueltos, como la inseguridad, la inflación y la carestía de la vida; Chávez responsabilizaba a la burocracia gubernamental como la entidad abstracta y culpable de las fallas no superadas.

Muchos chavistas avalaron esa proyección de un Hugo Chávez enfrentado a los burócratas ineficientes de su propio entorno gubernamental y de alguna manera es verificable en resultados electorales, que Chávez siguió siendo triunfante en desafíos electorales a pesar de que otros dirigentes bolivarianos no pudieron mantener la misma popularidad y fueron derrotados.

En el chavismo post Chávez, encabezado por Nicolás Maduro se produce nuevamente un dilema que debe ser atendido con prontitud. Ello versa en determinar si Maduro debe fomentar su propia imagen de liderazgo personal (presidencialismo) como lo hiciera Chávez y si tal modalidad le protege de no pagar las culpas del aparato burocrático. Otra posibilidad sería, corregir el posible desatino del Presidencialismo y vincularse más estrechamente con la construcción de un equipo burocrático eficiente, que admita nuevos rostros, y se consagre a implementar los principios de la dirección política colectiva. ¿Qué hacer frente a las calumnias de nepostimo que la derecha fascista lanza contra el Presidente Obrero?

Toda calumnia será derrotada por la fuerza de una gestión eficiente.

Relanzar el gobierno de calle a las diferentes ramas y niveles del poder público, luce conveniente para incrementar la eficacia y eficiencia administrativa que multiplique bienestar para los venezolanos. Ninguna cosmovisión presidencialista debería sacar a la Revolución Bolivariana del camino de planificación científica en el plano de sus políticas públicas. La improvisación administrativa y el cortoplacismo burocrático son ruta segura a la derrota política.

 



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Jesús Silva R.

Doctor en Derecho Constitucional. Abogado penalista. Escritor marxista. Profesor de estudios políticos e internacionales en UCV. http://jesusmanuelsilva.blogspot.com

 jesussilva2001@gmail.com      @Jesus_Silva_R

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