José Gregorio Hernández a 150 años de su nacimiento. Su verdadera historia

Nuestra tierra: Trujillo y muy particularmente Betijoque acogió involuntariamente a dos grandes sabios de la medicina Rafael Rangel y José Gregorio Hernández que llegaron sus padres producto de la Guerra Federal que azotó a Venezuela. En el caso de José Gregorio Hernández Cisneros, nació el 26 de octubre de 1864 en Isnotú su padre; siendo el primero de seis hermanos, hijo de Benigno María Hernández Manzaneda, de San Carlos de Cojedes comerciante adinerado y Josefa Antonia Cisneros Mansilla, nativa de Barinas de gente noble y poderosa (no colombiana, ni española canaria como dicen algunos autores), Ambos huyeron durante la guerra federal a tierras trujillanas, sitio de paz e impenetrable para los federales.

Temístocles Carvallo, médico, casado con la hermana mayor de JGH María Antonia escribió los datos biográficos más exactos del médico de los pobres en la revista Nacional de Cultura en 1950. Hace referencia que JGH luego de abandonar las aulas universitaria dedicó su vida profesional a atender los enfermos en las regiones de Trujillo, Mérida y Táchira.

A los veinte años JGH labora en un medio signado por la pugna política-Liberales y conservadores- hay que recordar que {este pudo haber nacido en el llano o en Boconó; sin embargo, la guerra federal trajo en refugio a sus padres hasta la población de Isnotú. Sus padres eran ricos. Carvallo dice:” Hernández es un medio impropio, desgarrado por la banderías anacrónicas en pugna encadenado a la voluntad despótica de régulos ignaros. Su obra clínica – como lo exigían las circunstancias- es muy vasta”. Le es fácil manipular el oftalmoscopio y el laringoscopio, deleitándose ante los vivos reflejos de la epiglotis; ausculta enfermos con tuberculosis; indaga la amplitud de la pelvis obstétrica y desata una lucha inmensa contra la petulancia indigesta de algún boticario aldeano. Según Carvallo JGH “Cruza a caballo la abrupta serranía, admira con arrobamiento místico la grandiosa naturaleza que le rodea; enfoca con criterio humano las escasas palpitaciones de un medio social incipiente, sueña con manejar algún día el microscopio, y en afán de esparcimiento espiritual pasa de las páginas de los textos ingleses a la lectura de las comedias de Lope o se recrea en el campo de la crítica literaria con los brillantes escarceos de la pluma de Moratin. Y, por si no fuese bastante, conserva lumbre de simpatía en las pupilas y entusiasmo suficiente en su pecho de patriota, para saludar desde landa provincia, cuanta reforma caía como la levadura de progreso dentro de la masa inerte de la vieja casona de San Francisco, cual se presintiera la revolución trascendental que él mismo habría de promover bien pronto, en el sistema ya anquilosado de los programas de la enseñanza médica de Vargas. También Carvallo hace referencia a las “aventuras del novicio que busca en la región nativa, sitio apropiado para comenzar la benéfica carrera que ha de llevarlo a la cumbre del ejercicio profesional y a brillar como lumbrera científica de primera magnitud, hasta que una intriga muy criolla obliga al médico insigne a partir de su tierra natal por la hostilidad que se vivía.

Durante el año 1888 JGH refiere “pase días muy agradables en Maracaibo. El hospital muy bien atendido y edificado enteramente de acuerdo con la ciencia moderna : salas vastas y bien aireadas, muy limpias y con camas y muebles en muy buen estado Adjunto al hospital y formando cuerpo con él, está el anfiteatro que no tiene buena distribución; una serie de salas largas como las de anatomía de Caracas aunque más angostas, en cada una de ellas hay una mesa y algunas sillas , bien adecuada la primera y arreglada con tornillos para fijar la cabeza, sin embargo, el edificio es bastante incómodo para el objeto a que se le destina y el de caracas sin tanto aparato, me parece mejor.

JGH visitó también los hospitales de Curazao, guiado por el médico holandés Langskberg…entre otras cosas Mano Gollo dice: “son muy aseados ya que los atienden por hermanas de la caridad, ellas hacen todo con una heroicidad que solo da el cristianismo. Recuerdo haber visto un hombre con una fractura del fémur y por el hecho de mantenerlo 40 días inmóvil en un aparato de madera se le formó una enorme escara sacra, era preciso mantenerlo desnudo y lavarle constantemente la ulcera, y vi tal abnegación y santidad en la cara de la hermana que la hacia las curas, que tuve deseos de venerarla, como si estuviese ya canonizada.

JGH hace referencia en el caso de Betijoque: “He tenido varios enfermos: un caso de aborto en el que la hemorragia no había cesado desde julio, causado por la ergotina y la quinina que lejos de disminuir el flujo lo aumentaban considerablemente. También he tenido dos casos de disentería que aunque han mejorado no están del todo bien y otro de tuberculosis. Todo esto me da esperanzas de reunir los recursos suficientes para mi ansiado viaje a Europa.

El médico ejemplar comparaba los pueblos andinos con Caracas: “Ya he comenzado a gustar las bellezas de la profesión por estos lugares”. Dice además: “En estos días vinieron a buscarme para ver un enfermo, eran las seis de la tarde y el lugar en que se encontraba era distante a mi casa, como unas seis leguas, metido en la serranía. Con mucha paciencia hice ensillar mi caballo- que dista ser muy bueno- y tome rumbo al pueblecillo seguido del sujeto que vino a buscarme montado en magnifico caballo. Habríamos caminado como dos leguas ( 8 kilómetros) cuando la noche se nos vino encima negra como pocas y tempestuosa; le hice notar a mi compañero que mi caballo tenía tendencia a encabritarse y que el suyo quería imitarlo, a lo que al particular me respondió: eso nada tenía de particular, porque como bien podía ver, dentro de poco se desencantaría una tempestad y lo mejor era acelerar nuestras cabalgaduras para ganar camino y sobre todo tiempo. Tal advertencia no era para tranquilizarme, pero yo seguí avanzando con cierto malestar que al principio atribuí a inquietud por la proximidad del peligro y luego me convencí que era más bien producido por la inmensa cantidad de fluido eléctrico de que estaba cargado el ambiente. Media hora después estalló el primer relámpago inmenso, inaudito, parecía como si nos hubiésemos sumergido en un océano de luz, se veía todo: los cerros, las hondonadas y el cielo lleno de agua. Ciego me quede durante cinco minutos y solo volví de mi estupor porque mi caballo que se había encabritado, no me derribo milagrosamente y corría con furia siguiendo al de mi compañero, que había manifestado de modo idéntico su espanto. Pocos segundos después vino el trueno e inmensas gotas de agua convertidas luego en chorros que inundaban el camino. Nuestras bestias no andaban, rodaban por el camino. Mi compañero encendió una linterna e hizo que cambiáramos de montura ya que vio que yo no era buen jinete. Efectivamente, una vez encima de su caballo me sentía cómodo y seguro. Como diaria Núñez Cáceres cuatro veces estuve a punto de rodar pero el caballo era obediente al freno; apenas a las dos de la madrugada llegamos a casa de la enferma.”

Enviado por Alfredo Arguello
arguello.alfredo@gmail.com

“Pienso reunir de ciento cuarenta a ciento cincuenta pesos, pero mi clientela son personas indigentes y amigos a los cuales es imposible cobrar. Por aquí paso el Dr Luis Razetti, andaba por estos lares y me sorprendió su tarjeta de Maracaibo donde me dice que no pudo detenerse acá pero lo hará dentro de dos meses; probablemente para esa época ya no estaré aquí” dijo JGH.

De Valera JGH dice “No me parece lugar adecuado para instalarme, pues fuera de lo pequeño y estar habitado por tres médicos, entre ellos el condiscípulo Mosquera, hombre bastante instruido y que ha estudiado tres años en Europa pero que juega espantosamente; tiene esa localidad el inconveniente de ser muy calurosa, por estar en una hondonada de esta caprichosa cordillera que parece se complacieran en humillar la imaginación más viva, ofreciendo un cambio continuo de paisajes a cual más atrevido y cuyas temperaturas varían hasta el infinito dentro de las distancias insignificantes. Valera tiene entre tres mil y cuatro mil habitantes, comerciantes en su mayoría italianos que eran los más acomodados luego sigue la sociedad fina que es muy pequeña, pues casi todos son miembros de la familia Salinas; por ultimo viene el pueblo que es la mayoría que vive de la cría de marranos y son muy pobres. Sus casas están llenas de pulgas, son sucios. Sus mujeres son muy simpáticas y agradables y bailan muy bien, si me guio por la única con la que he bailado una noche en mi casa con piano; me aseguran que hay otra que baila mejor y me ha prometido bailar la segunda pieza en próxima oportunidad. Pero repito en sus casas hay pulgas. De allí me traslade a Boconó con el permiso del Concejo Municipal de Betijoque al que prestaba mis servicios. Boconó está en mejores condiciones económicas que Valera, tiene dos médicos que ejercen, pero según me han dicho están viejos y atrasados. El lugar es bonito y se parece a Caracas Hay dos ríos que corren a la orillas de la ciudad y ayer me bañe en uno de ellos y puedo asegurar que el baño equivale a la inmersión en agua helada y de corriente tan impetuosa que es muy difícil y en ciertos lugares por la fuerza de la corriente. La población me gusta y desearía establecerme aquí definitivamente aquí; lo único que me detiene es que los dos colegas mencionados pueden como es costumbre, hacerme la guerra; hoy vendrán a visitarme y quizás logre captar su amistad pues además de todo son los jefes del partido dominante aquí, lo cual los hace muy peligrosos como adversarios sobre todo en estos lugares donde la política tiene una preponderancia absoluta.

La noche buena del año 1888 JGH la pasa en Valera, sus amigos lo invitan a quedarse…este dice:” Todas las excusas resultaron inútiles, y estuve bailando hasta las cuatro de la mañana en que me permitieron seguir mi camino hasta llegar a Timotes. La madrugada siguiente empecé a subir una cuesta muy escabrosa y larga, a tiempo que oíamos un ruido sordo y lejano semejante al trueno. La sensación que se experimenta al contemplar el páramo es la de una naturaleza muerta, llena de desolación y un frio que nos hiela los huesos; la luz solar parece más bien de luna. Mi sirviente experimenta una fatiga respiratoria propia de las alturas. A más de cuatro mil metros de altura se encuentra una cruz gigante y como vegetación al frailejón. Pernotamos en Mucuchies donde apenas pude dormir porque no lograba calentarme, a despecho de mi colcha muy gruesa y dos cobijas, y en la mañana siguiente no pudimos lavarnos las manos ni la cara por estar coagulada el agua. Tal me ocurrió en un sitio denominado el Cenicero a pocos cuadras d Mucuchies. A las once am llegamos a Mérida, donde me detuve cinco días para dejar descansar las bestias y porque me invitaron a un baile el 31 de diciembre en la noche dado por el presidente del Estado. El baile estuvo muy bien y el primer segundo del nuevo año me sorprendió sentado y solo en uno de los salones y, como de costumbre mi pensamiento convirtiéndose en insensiblemente en oración. Añore con el pasado año realmente feliz para mi, la Universidad de Los Andes me ha producido una triste impresión: es algo que da histerismo a las personas predispuestas; no queda duda que los estudios de Medicina y matemáticas marchan muy mal y según lo único que aprende bien es el derecho. ”Puede ser que dentro de un año o dos logre realizar mi viaje a Europa, aunque tal vez sea ello preferible después de haber ejercido la medicina por estas regiones, ya que cuando uno termina sus estudios no tiene idea de las materias en que está fallo, aunque haya practicado un tiempo, tal práctica se hace en efecto con un mentor que se llama González, Vaamonde o Morales, sin que tengamos que asumir ninguna responsabilidad. Cuando más tarde asumimos responsabilidades, lo que antes era camino llano, lleno por deliciosos valles, se torna montaña empinada y agreste en la que abundan los precipicios. Ah como era yo antes sobrado orgulloso cuando creía tener conocimiento exacto de mis fuerzas: en lo que juzgaba débil no lo resulte tanto, y en las materias que creía dominar me encontré deficiente, de modo que todavía hoy ignore el real alcance de mis facultades. En enero de 1889 se traslada al Táchira y el 14 de enero llega a la población de Colón. Mucho me preocupa el retardo de los dos periódicos que le encargue a Bailliere: “Bulletin general deTerapeutique medicale, Chirurgicale et Obstetricale y Le Journal des Societes Scientifiques” Así regresar del Táchira he tenido una alegría inmensa, con la manifestación esplendida de los estudiantes de Caracas al Dr. Aníbal Dominici que en la larga historia no ha habido Rector más honrado que él.” Queriendo penetrar en la enmarañada sintomatología de la dispepsia acido-flatulenta propia de los gotosos, estoy leyendo con la debida atención los conceptos del eminentísimo W.H. Draper en su artículo “Gout” quien al abordar el tratamiento dietético de la enfermedad recomienda de acuerdo con otras autoridades , un régimen alimenticio idéntico al del diabético: uso de los albuminoideos y abstención en lo posible de los feculentos . Y yo que creía todo lo contrario. Por fin como que va a suceder lo que tanto he temido: me dij un amigo que en el gobierno de aquí se me ha marcado como Godo y si está discutiendo mi expulsión del Estado o enviarme preso a caracas. Si me echan de aquí o donde iré. Esta es mi duda. Tal vez en algún lugar de oriente podré situarme, porque lo que sin duda quieren es que me vaya. En toda la intriga no tengo sin embargo culpa alguna, porque hasta hoy solo me he preocupado por mis enfermos y mis libros. He escrito al doctor Calixto González, diciéndole que me quiero ir y le dejo entender el motivo, aunque si la cosa aprieta saldré para caracas y allá discutiremos el remedio. En enero de 1889 se traslada al Táchira y el 14 de enero llega a la población de Colón.

JGH llega a Caracas el 19 de abril de 1889 y luego de recorrer las costas del oriente venezolano, donde naufragó frente a Carúpano. Posteriormente logra que su maestro Calixto González consiga con el presidente de la republica Rojas Paúl lo enviase a Europa, aunque de todas manera JGH había logrado reunir los pesos suficientes para viajar al viejo continente.

Carvallo en su biografía de JGH afirma “ Hernández no fue solo un microbiólogo eximio de cuya formación mostrabase orgulloso el gran Mathias Duval, creador de la Embriología en Francia y la más alta personalidad de su época, en la escuela Médica de Paris, sino que su eficiencia como hombre de laboratorio e investigador científico iba complementada por la del individuo de acción social muy amplia que deseaba contribuir con sus grandes facultades y conocimientos a la solución de los múltiples problemas de una colectividad incipiente, en situación precaria y cuya clase directora era incapaz para afrontar las cuestiones que surgían. El conocía mejor que nadie las lacras y miserias de su pueblo, con las que de años atrás venia rozándose en una diutura e incalzable labor de filantropía.”

Posteriormente fue creado la primera Comisión de Higiene Publica, sustituida luego por El Consejo Superior de Higiene y salubridad Pública, de las cuales formó parte el Dr José Gregorio Hernández como profesor de Bacteriología y Fisiología Experimental, y que es considerada como el embrión del actual Ministerio de Sanidad.

De simpático y distinguido talante, sabia como acercarse al paciente y con una postura muy humilde, de ordinario con los brazos cruzados sobre el pecho escuchaba la historia, escuchaba el cuento del paciente, mientras miraba de pie a cabeza al paciente, antes de ir al examen, que ejecutaba ordenado, completo y rápido. Hernández fue un asiduo de la Terapéutica, de la materia médica y ciencias complementarias, hizo acopio de grande arsenal para responder a la indicación. Le encantaba manejar enfermedades crónicas e incurables, en este sentido el Dr Fonseca (1919) dice que JGH manejaba los medicamentos llamados heroicos con admirable sangre fría, fue el genuino representante de la ciencia venezolana contemporánea.

Los viejos médicos sucesores de Vargas, dice Santos Dominici, fueron los primeros en ser sus pacientes sin ningún celo, ni orgullo; esa acción le hizo ganar muchos clientes recomendados por esos médicos. Dominici dice que se atreve a decir sin exagerar que los primeros diagnostico científicos hecho en Caracas fueron los de Hernández. Acudía con igual interés a las mansiones y ranchos de quienes requerían sus servicios. Regalaba a los pobres medicinas y alimentos, todo con una humildad que ganaba muchos corazones. Se dedicó a la caridad cristiana con los menesteres, convirtiéndose en su padre y benefactor, quizás hereda las virtudes de su abuelo sacerdote en la población de Boconó. Acudía ante el enfermo sin ningún interés económico. Fue el primero que se alisto en la milicia ante el loqueo de 1902; visitaba los barrios más alejados de Caracas y llevaba medicinas y alimentos a los más pobres, como apóstol señero de un naciente espíritu de solidaridad colectiva. Le gustaba hacer el bien pero siempre quedando en el anonimato; lanzaba desde su ventana bolsas llenas de dinero a la calle antes que los obreros se hayan levantado y cuando encuentran la bolsita dicen por aquí paso el Dr JGH

El Dr Carlos Guillermo Plaza en su artículo “La inquietud de los Grandes” dice: “Un día se va a la cabecera de un enfermo pobre y como descubre que no puede comprar la medicina, disimuladamente lo ausculta levantándolo de la almohada y aprovecha de meter debajo de esta un billete. A los dos días los familiares ven el billete y dicen ese fue el Dr JGH, ese es su estilo. Más adelante Plaza afirma “Su exquisita sensibilidad ante el dolor humano lo llevó a fundar entre nosotros “El cepillo de beneficiarios” tan acorde con el orgullo puntilloso del venezolano; pues al depositar el obrero lo que podía por la consulta, no se sentía humillado , sino creía haber resarcido con el sudor de su trabajo, la sabia labor facultativa,. Esa obra diuturna, incansable, le valió al Dr JGH el glorioso remoquete de “Médico de los pobres”

Según relata Vicente Dávila en su libro “Próceres Trujillanos “su abuelo Remigio Hernández, nacido en Boconó en 1778 que se casó con Lorenza Ana de Manzaneda , hermana del presbítero Enrique Manzaneda y salas, prócer de la independencia. El parentesco con el padre Manzaneda, orgullo y timbre del clero trujillano, que supo defender las ideas republicanas hasta morir en el apure, con el Dr Hernández que trajinando vías de santidad, confirmó con su ejemplo la augusta trinidad de un varón que fue sabio humanitario y justo. Su generosidad era tradicional y es sabido que su deudo el prócer Manzaneda y Salas no guardó nada para si, porque distribuyo de igual manera sus haberes. También es conocido lo del Pbro. Felipe Hernández, nacido en Boconó y deudo suyo el cual facultó en 1810 en que murió, a su albacea Pbro. Juan Nepomuceno Ramos Vargas, para que de sus bienes se hicieran obras siendo una de ellas la primera escuela pública de Boconó.

JGH llegó a grandiosas realizaciones, en ese sentido el profesor Pi Suñer refiere “Hernández dio a conocer la teoría celular de Virchow, la estructura de la célula, los tejidos orgánicos y estudio por vez primera en Venezuela la base científica de la patología Vernácula; inicio la investigación biológica autóctona con sus trabajos en su modesto laboratorio; practico las primeras numeraciones globulares, hizo los primeros estudios hematológicos de la gran endemia nacional: el paludismo. Doso la urea urinaria por vez primera en este clima y al comparar los resultados obtenidos con los que aprendió en libros y adquirió en las escuelas europeas, abrió luminosas respectivas a la voluntad y espíritu observador de los futuros sabios venezolanos. Comprobó en Caracas la presencia del Bacillus pestis de kitasato y yersin, en pacientes atacados por la peste bubónica, luego que el Dr Rafael Rangel señalo la aparición de esta epidemia en La Guaira. Indagó las lesiones anátomo-patológicas de la fiebre amarilla y estudio la nefritis de esa misma enfermedad. Exploro la histología patológica de la pulmonía. Relacionó los bacilos de Koch y Hansen por ser acido-resistentes y aplico por vez primera en el mundo científico el aceite de chaulmoogra en la tuberculosis humana. . Descubrió la Bilharziosis.

A pesar que la Iglesia le niega la santidad al médico de los pobres, el pueblo venezolano lo considera como tal. Sólo basta asomarse al lugar donde nació el venerable y observar las miles de placas agradeciéndoles milagros. No se espera un milagro del Dr. Hernández, sino un milagro de la Iglesia, que hasta ahora le saca provecho económico, desvinculándose de la caridad, la bondad y el poder que ejerce el espíritu de mano Goyo a través de Dios.



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