Pildoritas de emergencia

A Robert lo mataron, pero lo que no pueden matar es el ejemplo que nos dejó en su corta pero fructífera vida

Nos robaron un corazón que palpitaba al unísono con el pueblo pobre, nos mataron un ser excepcional que intentó con éxito parecerse a su maestro, nos mataron a quien se convirtió en un ícono ejemplarizante como el parlamentario más joven de la historia, le mataron la esperanza a muchos venezolanos de quienes se ganó el cariño y la admiración, las garras de odio exacerbado inoculado por años por una ultraderecha irracional, se llevó a quien un día surgió a la arena política de primera línea, cuando le dio una de sus tantas palizas verbales a un grupo de jóvenes de la derecha que intentaba decir su verdad, aunque errada, y que huyó al quedarse sin argumentos.

Se llevaron en sus fauces sedientas de sangre a quien era un ser blindado, por sus principios contra la contaminación política, pero no se llevaron sus ideas, sus mensajes, su fortaleza y su convicción revolucionaria.

No tuvieron ni un ápice de racionalidad, quienes planificaron y mandaron a ejecutar tan vil acción, sobre la cual los millones de revolucionarios que quedamos, tomando sus palabras como mandato, vamos a garantizar la irreversibilidad de este proceso.

No lograron los asesinos intelectuales y materiales prever que esta muerte, va a fortalecer las convicciones y la voluntad de lucha contra el monstruo capitalista que ellos pretenden imponer como buenos lacayos imperiales, que cumplen misiones terribles como la ejecutada contra el querido Robert y su esposa a quien también le cegaron la vida, seguramente para despistar y hacer pensar a las autoridades que no lo mataban por lo que era, que su asesinato no es un crimen político que se inscribe en los “muñecos que tenemos identificados” como lo dice uno de sus voceros a viva voz en uno de los videos en los que queda clara la intensión de desparecer figuras emblemáticas del proceso, como la de este joven valiente, directo en sus apreciaciones, dolor de cabeza para la derecha parlamentaria y ejemplo vivo y ahora trascendente, no solo para la juventud venezolana y muchas latinoamericanas, sino para todo un pueblo.

La irracionalidad de este país va a celebrar, como celebró la muerte de quien hoy y desde el aciago día de su partida, ha demostrado ser alguien de lo que ellos carecen, una fuente de inspiración, un manantial de fuerza incontenible, un mensaje que no muere, un faro que alumbra permanente, al que ahora se suma Robert que, y eso, no lo pensaron los asesinos, nos va a permitir en su honor y en su memoria, redoblar esfuerzos para garantizar que la esperanza no muera, que la búsqueda de la mayor felicidad para el pueblo no se detenga y que los objetivos que él, basado en el ejemplo del más grande después del gran Libertador, se logren a cabalidad.

Paz al alma de Robert y de su amada y resignación para sus deudos, amigos y para la gran familia chavista en general, en la seguridad de que la justicia terrenal así como la divina van a rendir su papel contra los desalmados que cometieron tan vil crimen.



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Saúl Molina


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