Comerciantes informales y la inflación inducida

El problema de escases inducida que presentan algunos rubros de aseo personal y de la cesta básica del venezolano se han convertido hoy día en un catalizador para la vorágine especulativa de algunos comerciantes “formales e informales”.

Perfumerías y abastos ambulantes con productos de la dieta mínima del pueblo se exhiben flagrantemente en calles, avenidas y “mercados populares” de la capital venezolana, así como en los 334 municipios restantes del país.

Esta especie de mercado negro permisado, bajo la protección de vacunas que cobran algunos funcionarios de la fuerza pública local en los diferentes municipios del país, ha permitido que algunos “pseudos” comerciantes informales hayan encontrado en este fenómeno un caldo de cultivo para el enriquecimiento ilícito a costa de las necesidades del pueblo, diezmando el ingreso del trabajador y generando una hiperinflación. Al referirme en este término de “pseudos” hago especial énfasis en aquellos individuos que asumen la profesión de comerciante, no como una fuente de ingreso permanente para el sustento diario de su núcleo familiar, sino de manera eventual para enriquecerse.

Por otro lado en el caso de los comerciantes de los “mercados populares” (cuyo término cada día pierde su esencia), bajo el desamparo de la supervisión permanente y constante de las alcaldías y gobernaciones, también han visto esta oportunidad económica para ofrecer los citados rubros a precios especulativos.

En parroquias como Catia, Antímano, La Vega, El Valle, Santa Rosalía, algunos comerciantes han adoptado prácticas depredadoras contra el bolsillo de los venezolanos. Tal es el caso de algunos fruteros que expenden con balanzas expresadas en libras, cuya medida de peso es aplicada en países como Colombia. Otros Expenden productos de la red pública de distribución de alimentos, mientras otros venden los artículos de aseo personal en cantidades exponenciales por encima del precio regulado. Estas prácticas se realizan bajo la mirada cómplice de los órganos competentes: alcaldías, policías municipales y el Gobierno Nacional.

Modo de operación. Diariamente el pueblo venezolano ha visto afectada su rutina de compra de alimento debido a las innumerables colas que se realizan en los abastos y supermercados en las diferentes cadenas (públicas y privadas), en búsqueda de los diferentes artículos y rubros. Esto se debe en parte por las repetidas frecuencias en que algunos individuos realizan sus compras diarias. Tal es el caso de algunos comerciantes revendedores. Citaré un ejemplo concreto. En la avenida Sucre de Catia, Caracas, los comerciantes informales abren sus puestos y tarantines a partir de las cuatro de la tarde, en algunas ocasiones hasta más temprano. Estos, ofrecen diariamente los “desaparecidos” productos de los anaqueles, cada vez con mayor variedad de marcas y presentaciones pero a precios de tres y hasta cinco veces mayor de su precio real, generando ganancias exorbitantes. Esto último se debe a que durante las mañanas estos comerciantes acuden a los principales supermercados donde adquieren sus mercaderías por supuesto a precios regulados para luego ser expendidas hasta altas horas de la noche.

Otra práctica genera la inflación inducida. Para poner fin a mi ejemplo de Catia, en esta populosa parroquia existe una cantidad de comerciantes asiáticos que incursionaron desde hace pocos años en el negocio de distribución de alimentos. Estos, según comentan los mismos informales, son los que expenden algunos rubros básicos de higiene y alimentos como: azúcar, arroz, harina de maíz, etc. Los mismos venden al mayor por encima del precio regulado a los comerciantes informales, práctica que les genera a los asiáticos menos costos de acarreo y manejo de inventarios semanales y así un dilatado margen de ganancia.

El pueblo debe organizarse. Este manejo enfermo de nuestra economía popular amerita acciones contundentes por parte del Estado. Ante tales prácticas depredadoras que deterioran el diezmado ingreso del venezolano, urge la organización del pueblo que es mayoría. Los Consejos Comunales y las organizaciones sociales son necesarias para controlar más este flagelo.

Un problema sistémico. Hace muchos años en Venezuela la economía informal era una alternativa para aquellas familias de escasos recursos cuyo nivel de preparación no les permitía acceder a un trabajo bajo relación de dependencia. La discriminación y el estricto control de los órganos del Estado venezolano a esta práctica comercial, llevó al sector a trabajar prácticamente en la clandestinidad, de ahí sus diferentes denominaciones: guapeadores, manteleros y buhoneros, en cualquiera de los casos este fenómeno generó el cobro de vacunas por parte de policías municipales.

Qué expendían antiguamente los trabajadores informales. Este oficio en su momento estaba representado por varios frentes, dulceros, chicheros, jugueros denominados vendedores de comida. Los de mercancía seca eran aquellos que vendían productos no perecederos. Estos últimos estaban conformados en su mayoría por aquellos rubros traídos por los importadores asiáticos.

Expendidos a precios solidarios. Los productos de los comerciantes informales siempre fueron una alternativa ante las grandes cadenas privadas que bajo el amparo de los Gobiernos de la IV República diezmaron el ingreso de los venezolanos. En el caso de los mercados municipales igual también se constituyeron como una oportunidad para adquirir productos de la cesta básica a precios, inclusive, por debajo de los supermercados.

Sector reivindicado. Con la llegada del Presidente, Hugo Chávez este sector comenzó un proceso de reivindicación social. Fueron creados mercados de economía popular, donde por primera vez hubo comerciantes informales que botaron el mantel para abrir la Santamaría de su negocio. Tal es el caso de instalaciones como el de Bellas Artes, avenida México, Manuelita Sáenz en Chacaíto, Parque Mecánico en La Hoyada, donde bajo condiciones mínimas y el financiamiento oportuno el gremio, en Caracas, fue ampliamente dignificado. La Alcaldía de Caracas y el Ministerio de Las Comunas resolvieron una parte del drama.

Falta de supervisión oportuna. Desde hace al menos dos años la falta de control y supervisión de algunos miembros de la economía informal en las principales calles de las ciudades del país se ido de las manos de los gobernadores y alcaldes. En el caso de Caracas, no solo se les ve ocupando los espacios recuperados por la Alcaldía de Libertador y el Gobierno Nacional, sino expendiendo productos prohibidos y bajo condiciones de insalubridad a precios totalmente especulativos. Desatendiendo los lugares destinados para el oficio dejando oportunidad para el negocio de cupos en mercados y ferias organizadas para el ejercicio comercial con dignidad.


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