El sepelio de la grande María del Mar y Chávez

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Un duro golpe la muerte de una gran mujer como maría del Mar Álvarez, viuda de Lovera. Temple, coraje, entrega y lucha convertida en mujer,  antes y luego del atroz asesinato de Alberto Lovera su compañero, quien, para quienes no lo conozcan, regresó del fondo de los mares flotando en las playas de Lecherías,  a donde había sido lanzado desde un avión, luego de ser asesinado por la digepol, cuando fuera detenido como miembro de las FALN.

En su sepelio nos reencontramos muchos camaradas, a quienes no voy a nombrar por nombres propios, pero camaradas de mucha talla y muchos años, que cumplieron con el deber de asistir a despedirla con los honores ganados luego de una vida intachable y entregada a esta revolución que todas y todos teníamos a flor de piel.

Solo quiero escribir para decirles una sola cosa.

Conversé y escuché muchas apreciaciones, que no puedo negar figuran las grietas que existen, las dudas, las diferencias y los miedos, los grandes miedos a que todo esto se pierda.

Llegué temprano a acompañar a Alberto Lovera hijo, a quien conozco desde la infancia, mientras nuestros padres arriesgaban sus vidas en su militancia guerrillera. Ya al final de la tarde mi madre de 87 años, me pidió que nos fuéramos a casa para volver hoy en la mañana a darle nuestra última caricia de amor a nuestra querida camarada. Cuando me aprestaba a buscar mi auto me encontré a una camarada del buró del Partido Comunista quien me dijo que venía el buró a hacerle un acto de honor y despedida, por lo que me regresé y le pedí a la viejita quedarnos para cumplir junto al PCV, esa honra.

Los compas del PCV cubrieron el féretro con la bandera roja del partido y comenzó a revolverse mi memoria, luego cantamos el a bellaciao y la internacional para hacerle sentir la presencia de su partido en su último día sobre esta tierra.

Todas y todos los que allí estaban cantaron con el brazo izquierdo en alto y la mayoría con los ojos asomando las lágrimas. Allí solo pude pensar en Hugo Chávez Frías.

A pesar de las diferencias que nos distancian entre unos y otros, el amor a la revolución nos hizo uno en ese hermoso canto. Así, me dije, quisiera vernos Chávez cantar y avanzar sobre esta Venezuela que hoy, más bien parece una piñata golpeada a palazos por los saqueadores malditos que se atrincheran en todos los bandos, para decirlo como lo siento, en el del enemigo, en las instituciones, en las fuerzas militares, en nuestros partidos. Sentí la rabia ante la revolución que se nos descose, ante la corrupción descarada, los sectarismos y los ataques entre quienes debemos seguir siendo un solo soplo de vida para esta revolución que tiene, como sea, que pasar esta etapa terrible, de la partida de Chávez.

Salí de allí con solo estas palabras, abramos las puertas a la discusión, aceptémonos como revolucionarios y sepamos discutir antes que execrarnos o tildarnos traidores entre bandos que tienen la obligación primordial de no permitir que se pierda esta victoria que nos dejó en custodia nuestro padre, nuestro Hugo Rafael Chávez que lloró en mis ojos en esta jornada de duelo.

Era mucha historia la que estaba allí, muchos años de represión y sufrimiento de la patria la que unía a tantos camaradas. Toda esa historia allí reunida, obligaba, obligaba.

 

Unidad, lucha, batalla y victoria.



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Raúl Bracho


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