La unidad de la izquierda

En el discurso que pronunciara el Presidente Chávez en el Poliedro el pasado 27, ante una representación de los asistentes al Foro Social, mostrando un acento de mucha tolerancia hacia la pluralidad del movimiento antiimperialista, llamó la atención sobre la necesidad de unificación de estas fuerzas con contradicciones sustantivas entre ellas. Un pedido plausible desde la perspectiva estratégica, pero no tanto desde la política. Desde luego la unificación de esfuerzos -una tendencia marcadamente conservadora- es imperativa en una confrontación directa con un adversario que concentra un poder superior. Y es innegable esta condición en el sector minoritario de la humanidad que se inclina hacia el imperialismo globalizado dentro del esquema neoliberal. Los grupos oligárquicos agregados planetariamente mediante el mercado globalizado en lo que se conoce como “economías intervinculadas”, acumulan una cantidad de poder tal, que supera abrumadoramente las capacidades de las mayorías empobrecidas y con tendencias a la exclusión de los procesos sociales. Por ello la búsqueda de su homogenización parecería ser una obligación dentro de la relación conflictiva presente en el ámbito internacional. Pero no lo es políticamente. En este ámbito ella sería empobrecedora y tendría el mismo efecto que tuvo la polarización durante la guerra fría: la división en dos campos unificados, enfrentados en un esquema “suma cero” que entonces como ahora incrementa la pobreza y la miseria.
Como evidentemente se ha podido constatar en los encuentros dentro de este Foro Social, las divisiones y contradicciones existentes entre la multiplicidad de movimientos presentes es un hecho que no puede ignorarse ni despreciarse. De modo que llegar a unas “conclusiones” en un evento de este tipo, tal como lo solicitó Chávez en su discurso, sería meter dentro de una camisa de fuerza, como lo intento el estalinismo, una variedad de intereses relacionados con circunstancias concretas limitadas por las condiciones de tiempo y lugar en las cuales actúa cada movimiento. Sería el logro de una “unidad ilusoria” imposible de concretarse en la práctica. Lo factible y necesario en la confrontación estratégica actual es la búsqueda de la “acción común”. Un resultado que sólo se puede obtener con movimientos autónomos y coordinados, no dominados ni manipulados jerárquicamente, como se intentó hacer el siglo pasado, que configuren un conjunto pluralista. Es lo que en la práctica está sucediendo en la América Latina (AL), dentro de lo que podría ser la aplicación de la estrategia del “campo de batalla descentralizado” en el marco de la competencia política y la eventual confrontación estratégica con el poder del capitalismo. Se tiene que ver la actual situación como una revolución social multidimencional (no una política), destinada a la adquisición del poder, como ocurre en AL, que sería el punto de partida para ventilar las contradicciones y formar alianzas duraderas que fortalezcan el poder de las fuerzas de cambio.


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Alberto Müller Rojas


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