Binoculo Nº 137

La izquierda de mis angustias

Desde que Pompeyo Márquez, el Santos Yorme de mi muchachada tirapiedra, se convirtió en un cadáver insepulto a decir de Betancourt sobre Jóvito Villalba. Desde que Teodoro Petkoff abandonó el “Socialismo a la Venezolana” para caer –inexplicablemente diría yo- en los vericuetos enredadizos del neoliberalismo. Desde que Douglas Bravo finalmente se convenció de lo inoperante de la lucha armada y saltó, digamos, a cosas más terrenales, pero iguales fuera de lugar. Desde que Gabriel Puerta convirtió a Bandera Roja en el Pran de la CIA en Venezuela, la izquierda ha sido una especie de sopa de lagarto pero sin lagarto, apenas un día fuera de la nevera se pone piche.

Por eso me he preguntado en los últimos años la razón por la que esa cosa, especie de masa de cachapa con harina de maíz precocida y de trigo al mismo tiempo, llamada Polo Patriótico, no da pie con bola. Pero cómo daría pie con bola –me respondo- si ellos no saben que existen. Y los que lo saben, andan más pendientes de las migajas que les da el gobierno revolucionario “mesmo”, que de construir el proceso. Y como según la ciencia, los genes traen memoria, de dónde podía venir ese Polo si no era de ese laboratorio de la siquiatría que fue la lucha armada. Hubo de todo en ese período prosáico y folclórico al mismo tiempo. Estaban los “locos paranoicos” para quienes el simple hecho de comer chicle era una alienación capitalista; los “locos eufóricos”convencidos de que el triunfo estaba a la vuelta de la esquina; los “locos intransigentes” quienes creían que si un combatiente disentía debía ser fusilado; los “locos vivos” que supieron cómo aprovecharse de las propiedades de la guerrilla; y los “locos de a bola” que fueron capaces de cualquier locura, como por ejemplo, proponer tumbar las estructuras de la Universidad Central de Venezuela porque era un instrumento del capitalismo.

Así el tiempo, decepcionados, desencantados, y también medio cansados, en los 80 se reunifica esa “Sopa de Letras” Teodorodixit, donde siempre hubo más generales que soldados, para echar el resto. José Vicente Rangel puso el dedo en la llaguita. “Hermanos, no podemos permitir que la izquierda muera sin hacer una vainita. El pueblo está jodido y una batalla más, vale la pena”. Son palabras que yo le pongo a José Vicente, pero era lo que todos decíamos, o creíamos. Esa fue la última pancada de ahogado más o menos coherente de la izquierda, cuando la Nueva Alternativa, con él como candidato, intentamos derrotar a la derecha.

Pero los derrotados fuimos nosotros, que vino con neoliberalismo y todo. Y más de uno se quedó perplejo cuando apareció un excomandante guerrillero, uno de los jefe del extinto MIR que ya formaba parte del MAS y se declara “agente libre” como si de las grandes ligas se tratara. Desde entonces se le conoce como “Norteamérico” Martín. Y era cierto porque ahora está del lado contrario.Es decir, no es nuevo el salto de talanquera.

No podía precisarlo, pero ahora entiendo por qué el Polo Patriótico es como una especie de venta de perros calientes, pero sin salchicha. No le provoca a nadie. Si además, las salsas son malas, válgame Dios. A qué puede saber una “Salsa PPT”. Con qué bolas le puede decir el despachador “póngale Salsa Redes que nunca tuvo picante”. Y seguro que el potecito rojo será la “Salsa PCV” que indudablemente debe saber todavía a Muro de Berlín. Pues, como decía un amigo, sería sin duda un perro caliente hecho muy a lo maldita sea.

Pero esa no es la única izquierda de este proceso que no tuvo chance de leer a Freud o a Jung, mucho menos aprenderse algún librito de esos de autoayuda como “Quién se comió mi queso”, “la culpa la tiene la vaca” o “las siete leyes espirituales del éxito”. Hay otra. Sí, hay otra. Son grupos y grupitos con una especie de visión catacumbesca de la lucha revolucionaria, cargada de pruritos y de complejos de pureza, en el entendido de que sólo ellos tienen la razón, los demás están –aquí me traigo una vieja frase muy usada por la izquierda- pelando bola. No saben que esa fue exactamente la misma expresión de toda la izquierda de los 60 y de los 70, la que precisamente peló bolas.Aunque esta izquierda tiene una ventaja sobre la otra: es honesta, revolucionaria, de principio y muy trabajadora. Lo cual le da un aval, pero con muy poco aprovechamiento, visto su complejo de átomo.

¿En qué se parece la izquierda de los 60 y esta izquierda del 2014? En todo, salvo que son menos viejos, pero igual siguen sin entender el país, mucho menos unirse como cuando el aceite se une al vinagre para ponerle sabor a una ensalada. Porque si me dijeran que está haciendo grandes aportes a este proceso, vaya y pase; pero no, muchos grupitos actúan como si fueran el mando superior de la revolución, la que no existe. Es decir, ahora entiendo que lo que no se rompió en los 60 fue el espejito, frente al cual se pone esta izquierda 2014 para preguntarle, como hicieron los otros “quién es el más arrecho”.

Y queda claro que esta izquierda tampoco puede hacer la revolución. Simplemente porque no pueden hacer un pan juntos. Y el pan es la vaina más sencilla de hacer, pero con toda seguridad que al grupo que le toca ponerle levadura, se empeñará en ponerle de más porque –según- el pan crecerá el doble.

Pero resulta que el gobierno –nuestro gobierno-, el proceso –nuestro proceso- está, por decirlo de alguna manera de “mírame y no me toques”, sostenido más por los dólares del petróleo que por la fuerza política de sus líderes. Y ahora sí, es el pueblo el que necesita de esa izquierda. Una izquierda ponderada, decente, tolerante, y con una propuesta que pueda reunir a los cientos de grupitos por allí regados cada uno haciendo su revolucioncita, para que elaboren un proyecto conjunto, en torno a lo que los une, no a lo que los divide.

La presión del capital camina aceleradamente  no solo a eso que alguna vez se vio como ciencia ficción y que cada vez se hace más realidad: el gobierno mundial. No hay forma de combatir esa realidad, sino es con la creación de programa conjunto que permita avanzar para no perder lo conquistado; y sobre todo, para indicarle al Psuv el camino, porque muchos de ellos no lo saben, pero avanzan peligrosamente hacia un hibrido entre el fascismo y una reedición de la socialdemocracia. Aun niegan que el pasado domingo las bases le dieron una derrota que ellos volvieron a disfrazar de victoria.

 

Caminito de hormigas… 

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Rafael Rodríguez Olmos

Periodista, analista político, profesor universitario y articulista. Desde hace nueve años mantiene su programa de radio ¿Aquí no es así?, que se transmite en Valencia por Tecnológica 93.7 FM.

 rafaelolmos101@gmail.com      @aureliano2327

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