La campaña feroz contra la imagen de Chávez

Apelando a la burla, la oligarquía criolla banaliza la referencia que
hizo el comandante Chávez respecto a la similitud entre las actuales
campañas mediáticas que lo presentan como un “don regalón”, ambicioso y
megalómano, en tanto se exacerban todos los dolores del pueblo venezolano,
con lo ocurrido al Libertador en tiempos de la revolución independentista.
Lo atribuyen a un deseo ingobernable por presentarse a sí mismo, Chávez,
como una especie de Libertador reencarnado. El pueblo venezolano sí tiene
que estar claro, tener conciencia y saber lo que está ocurriendo y hacia
donde conduce la campaña.

Quienes tienen algún conocimiento de historiografía saben que la
historia no se repite. Que cada momento de la historia tiene su dialéctica,
sus condiciones objetivas y subjetivas propias y que, a lo más, es en el
término de los fines, los medios, los intereses y las pasiones de los
hombres donde puede hallarse similitudes. En verdad, la historia no se
repite en su trazado dialéctico, pero sí se repiten, ¡y de que forma!, todos
los infortunios y glorias, exaltaciones y disposiciones, probidades y
traiciones, entregas e ingratitudes, ofrendas y ambiciones, luces y sombras
de los hombres y sus intereses. La vieja oligarquía conoce bien sus trucos y
artimañas. Sabe de su utilidad y repite los procedimientos.

Desde luego, en el ámbito de lo humano, nada no es ajeno. Lo menciono
por una experiencia académica de esas que justifican plenamente la hermosa y
grave responsabilidad de ser historiador y docente. En el centro de un grupo
humano, plural en su composición de género o clase social, del mismo modo
que en sus posiciones políticas e ideológicas, sólo homogéneo respecto a
juventud de estos participantes, correspondió un debate sobre el origen real
del Estado Nación en nuestra Venezuela, habida cuenta de la manipulación por
la cual la oligarquía fundadora de la IV República hace coincidir el
nacimiento de la Nación Venezolana con lo decidido en el Congreso de
Valencia de 1830 y todo lo anterior algo así como la novela romántica de
nuestra historia.

Se convino en investigar fuentes no solo ortodoxas u oficiales de la
IV República, sino que, también, aquellas que por no haber sido del gusto de
autoridades en los 40 años de democracia representativa, corrieron la suerte
del ostracismo editorial. Así que entre los materiales consultados está un
ensayo mío sobre el Congreso de 1830, trabajado en las aulas apenas como
material de apoyo y realizado en 1990, de cuyas páginas se extrajeron las
siguientes citas:

“Abierta y decidida como estaba, por la oligarquía bancaria y
latifundista la disolución de la República de Colombia, después del
peligroso, -para sus intereses- Decreto de Confiscaciones y la condición de
hombres libres para el pueblo luchador, cualquier argumento les pareció
bueno, por rastrero que fuese, para destruir la credibilidad del Libertador
entre el pueblo, así como, destruir la fidelidad y el cariño que tenía entre
sus hermanos de armas. Es así qué, a pesar de que bajo la lógica de la
historia lo acontecido puede explicarse, lo que jamás podrá hacer nadie es
justificarlo. Jamás podrán justificar el atropello criminal orquestado por
la oligarquía y sus marionetas de ocasión contra el hijo más grande que ha
parido esta tierra.

Con saña se fue destruyendo la imagen de El Libertador. Presentado
como un aventurero, egoísta y botarate que ponía en peligro la patria
venezolana por sus propias ansias de grandeza, la oligarquía criolla
aprovechó cada dolor humano, cada necesidad, cada angustia para convertir al
Libertador y sus “aventuras” en la responsable de todos los males. Aún en
estos días, el historiador Elías Pino Iturrieta, llama a Páez “el verdadero
patriota” y a Simón Bolívar, “que abandonó su patria” un “aventurero”.

A lo largo de ese teatro del mundo ruin y canalla, José Antonio Páez
se prestó diligentemente a ofrecer su figura e influencias por la
consolidación del movimiento sedicioso, debilitada grandemente la conexión
del Libertador con su pueblo, pudieron actuar contra él con total impunidad
sin que el pueblo reaccionara. Un pueblo manipulado hasta el tuétano
consintió todo, toleró todo, permaneciendo impasible ante el zarpazo. De
modo que, desde el 15 de diciembre de 1829, se nombra a Santiago Mariño,
Comandante General del Departamento del Orinoco, encargándole,
particularmente, la vigilancia de la frontera por los lados de la Nueva
Granada. Llamó al servicio activo a cuerpos de milicia auxiliar con el
objeto de impedir que comisionados del Libertador pudiesen llegar de Bogotá
y penetrasen en territorio venezolano. Entre tanto, la oligarquía afirma sus
tentáculos alcanzando a través del Dr. Miguel Peña y del Dr. Diego Urbaneja,
el control de los ministerios de Interior, Justicia y Policía, así como
Hacienda y Relaciones Exteriores respectivamente.

De muy poco servirían los esfuerzos del Libertador por salvar a la
República, de nada sirvieron los desvelos de Sucre o Urdaneta, pronto se
vería que las causas que unían a todas las oligarquías de los Departamentos
de la Gran República Bolivariana, no eran políticas o de formas
constitucionales, la causa única de tal unión era el odio por la persona del
Libertador por el peligro que representaba para sus intereses mezquinos.
Éste, consciente de esta dolorosa realidad, dirige una proclama a los 47
diputados reunidos en la capital y al pueblo, renunciando a todo mando, con
palabras que dibujan los dolores de su alma genial,. En ella decía:

“Temiendo que se me considere como un obstáculo para asentar la
república sobre la base de la verdadera felicidad, yo mismo he renunciado a
la alta magistratura a que vuestra bondad me había elevado. He sido víctima
de sospechas ignominiosas, sin que haya podido defender la pureza de mis
principios. Quienes aspiran al mando supremo se han empeñado en arrancarme
de vuestros corazones atribuyéndome sus propios sentimientos, haciéndome
parecer autor de proyectos que ellos mismos han concebido…”

La Constituyente envía una comisión a parlamentar con Páez, compuesta
por Antonio José de Sucre, el Licenciado Aranda y el Obispo de Santa Marta.
Páez no acude personalmente y ordena no permitir que estos hombres pisen el
territorio venezolano, nombrando una comisión formada por Mariño, el Dr.
Ignacio Fernández Peña y Martín Tovar.

En las negociaciones, se vio claramente que no habría satisfacción
suficiente hasta hacer desaparecer la figura del Libertador y sus ideales.
Tan es así, que la delegación venezolana, aportó ideas para organizar una
especie de estados confederados, pero a condición de que fuesen
absolutamente separados y alejados de la nueva nación, y excluyese de toda
posibilidad de mando a quienes hubiesen servido a la República en los
últimos diez años, en condición de Presidente o Vicepresidente.

Estaba claro lo que perseguía la “mesa de negociaciones”, todos los
reparos se dirigen contra quién es el obstáculo para alcanzar algún acuerdo:
El Libertador Simón Bolívar. De tal modo que no ofrece dudas, la IV
República nació como el fruto oscuro de la conspiración oligárquica basada
en la traición a El Libertador y su proyecto político, económico y social.”

Al concluir la investigación, unos y otros, todos los jóvenes, sobre
cualquier condición o tendencia, guardaron un sobrecogedor silencio,
mientras desde el cafetín, llegaban las notas del socorrido bolero en la
voz de Felipe Pirela que decía: La historia vuelve a repetirse, mi
muchachita dulce y bella…

Ustedes, ¿Qué creen? La ferocidad con que las oligarquías de nuestros
países se oponen a toda posibilidad de cambios revolucionarios en la
Venezuela de nuestros días, el odio terrible que profesan por la figura del
presidente Hugo Chávez y sus planes de educación para todos, servicios
sanitarios para todos, tierra para los campesinos, democratización del
capital hasta ponerlo al alcance de todos, recursos provenientes de las
riquezas nacionales para todos, en fin, una Venezuela para todos y no sólo
para las élites oligárquicas…¿no les recuerda algo?.

El asunto es viejo, las clases ricas pueden tolerar cualquier cosa, o
casi cualquier cosa, menos una: ¡Que se metan con sus bolsillos!. Al llegar
a ese punto se les acaba toda tolerancia, incluso todo vestigio de amor a la
patria. Prefieren una Venezuela invadida, rota, destrozada y bañada en
sangre, antes que una Venezuela compartida. De ellos todo o para todos nada.
Sin vacilación se juegan a Rosalinda. Así que nadie debe extrañarse, no
cejarán en sus intentos, se prestarán a cualquier marramuncia, agotarán
hasta el último trago pero no se rendirán y el pueblo debe saberlo,
especialmente en estos días cuando algunos hablan de reconciliación y
olvido. No olvidemos nosotros, ellos…ni olvidan ni aprenden.


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Martín Guèdez


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