Cazando la canasta básica familiar

5:00 AM

Ya estoy bañado y deseando que un chorrito de café caliente entre a mi estómago pero  no hay café en casa, ni en la bodega, ni en el abasto y sólo hay en Conejeros y en el mercado de Punda en Porlamar, pero a cien el cuarto de kilo.

5:35 AM

Cuanto cada uno de los billeticos de a dos bolívares, de cinco, diez, veinte, cincuenta y los pocos de cien para estar seguro de que tengo los 18.322 bolívares que cuesta la canasta familiar.

5:55 AM

Mis hijos se preocupan. ¿Y si nos atracan con ese platero encima?, me preguntan. Tranquilos, mis hijos. Los malandros saben que todos los que hacemos colas cada madrugada para comer algo por la tarde cargamos algo de plata encima, pero son solidarios, no nos atracan tan temprano. Nos atracan de regreso para quitarnos las bolsas, tal como ocurre en mi ciudad natal, El Tigre de Anzoátegui, tierra también de Earle y aquel Tarek.

6:15 AM

Le miro los cauchos lisos al pobre carro y el chorro de humo por la cola y le pido a Dios y a la Virgen del Valle que el corazón le dé para ir y venir con los tres coroticos que consiga. Con esta esperanza espero que se caliente su motorcito quemador de aceite caro y escaso.

7:00 AM

Llego a la primera cola del día. Es para harina y azúcar. Dura tres horas y se compra un artículo de cada cosa.

10:15 AM

Salgo de ahí y voy a los chinos de la calle Igualdad, y con la buena fe en el alma pregunto para qué es esta cola. Una viejita jodedora me dice que es para no aburrirse en la casa. A la hora y media consigo medio kilo de café y un paquete de harina de maíz. Casi saliendo del local sacan una caja de lavaplatos pero entre empujones y patadas salgo con los platos rotos y media oreja sangrando. Qué dolor, Dios mío, dice otra señora por allá sentada de culo sobre unas cajas vacías. La derribaron, la pobre. En este momento recuerdo a mi mamá. La pobre también.

12:00 M

Tengo la disyuntiva de seguir de peregrino o volver al rancho. Perro cobarde no hace perrito. Voy a seguir. En Makro vi una gran cola. ¡Leche! ¡Increíble! ¡Leche! Dicen unas muchachas de 15 años recién paridas, con dos jugueticos llorones y desnutridos en los jarretes. El alma se me pone blandita. Le cedo mi puesto y quedo detrás de ellas. Es un gesto solidario muy pequeñito pero gesto solidario al fin. En la punta o lo que parece ser la punta de la cola hay un amasijo de coleados y coleadas y los que despachan detrás de unas rejas de madera levantan los brazos con la leche a ver quien la alcanza primero. La jirafa mayor gana pero yo soy un enanito. Antes de llegar allá ya estoy frustrado. Mejor digo adiós leche que te apagaste. Me voy para La Asunción.

12:23 PM

Tremenda cola pegada del culo de un camión justo en el Crucero de Guacuco. ¡Aceite! ¡Aceite! Por fin sueño con el pescadito frito y las sardinitas fritas que ya están viejas en la nevera porque no encuentro cómo freírlas. Siempre me las como asadas pero el humero de la plancha me hace llorar. Es el humo de la sardina que me hace llorar, me canto para mis adentros pensando en la canción aquella del cigarrillo. ¡Sorpresa! Era aceite de carro y de botes, no era aceite vegetal. A trescientos el pote. Adiós pescadito frito. Adiós corocorito con arepa.

12:45 PM

Enciendo la radio ya rumbo a casa y ahí está la gran noticia: “Señoras corran y vayan a Rattan Plaza y a Sigo Sambil que están vendiendo de todo”. El pobre carro alcanza los 80 k/h en plena avenida Luisa Cáceres y eso pidiendo cacao, el pobre. Paso frente a Sambil y veo la madre cola. La madre de todas las colas. Sigo hasta Rattan pero hay un choque en el semáforo. Busco hacia Unicasa en el centro comercial AB y veo la cola enorme en Movilnet. ¡Hay teléfonos, por fin! Grita una chama de lentes oscuros y acento sifrinito. “Sí marica, llegaron, apúrate” le grita una chama a otra, y le anima, “Son los Evolución 3”. A mí aquello no me suena a nada porque no sé qué es un Evolución 3 hasta que mi hija me lo explica y hasta quiere que hagamos la cola. “No hija, hoy no, mañana sí. Primero hay que comprar la papa. Entremos a Unicasa”. Otra cola pero de menor proporción porque sólo hay papel higiénico pero con el nuevo precio y la gente no la compra porque ahora sí aprietan el rabo y lo dejan en los estantes. Hasta la semana pasada se mataban por un paquete.

2:15 PM

Por fin nos toca el turno de comprar algo en Rattan. Mantequilla y una mayonesa por persona. No ha llegado pollo, ni aceite, ni arroz, ni carne ni pasta. La próxima semana sí llega todo. Tengan calma señores.

2:56 PM

Ya en el estacionamiento alguien da el pitazo de que en Juangriego los chinos tienen de todo. Me ajilo vía aeropuerto, La Guardia, Taguantar y por fin el cerro a la izquierda y la bahía frente a la casa de aquel ilustre cantor Francisco Mata al lado del puentecito de Las Piedras. Le doy varias vueltas al pueblo y le pregunto a la gente ¡¿qué están vendiendo aquí, mijá?! ¡¿Qué venderán hoy aquí en Juangriego, mijó?! La gente me ve raro, como a un loco. Por fin un borracho me contesta: Aquí lo que venden es ron, mijó. Dame veinte bolos para comprá una desgraciá. Así le dicen ellos a las mulitas de ron.

5:21 PM

Siento un ruido en el estómago subiendo el portachuelo hacia La Asunción. Cuando pasé por Tacarigua sentí el primer aviso. Mi hijo se da cuenta y me alienta: “Papá ya nos están tronando las tripas del hambre. Para nada perdimos el día de clases en el liceo porque a la final no hemos conseguido nada de comida para comprar”. Les prometo comernos unos panes justo al lado del cementerio. Cuando llegamos a la panadería nos dicen que están recién metidos al horno que regresemos a las siete de la noche. A mano izquierda están unos comerciantes asiaticos y está empezando una colita que de la nada se agiganta. Corremos hacia allá.”Señola y señoles hay alós y jabón solamente. Yo no tenelma nada”. Bueno, llevemos arroz.

7: 12 PM

Ya estamos en la cola de los panes pero cuando nos toca el turno nos dicen que se acabó y que la última tanda de pan sale a las 8:30 pm porque tienen poquita harina de trigo y sólo sacan sesenta canillas por vez.

7:39 PM

Por fin en casa. Dispuestos ajuntar una arepa, una taza de arroz y un pocillito de café, que es lo único que conseguimos para ver de qué color pintamos mañana bien temprano el papel higiénico de Unicasa para empezar otra vez las colas y así sucesivamente hasta que logre llenar la canasta básica o hasta que un malandro me quite la platica y ahí sí es verdad, Dios mío, ahí sí es verdad que me llevará quien me trajo. Antes de dormirme mi hijo me recuerda que mañana nos cobran las rentas de los celulares, hay que pagar los colegios, hay que dar la plata para su graduación de bachiller y pagar las rifas, y que hoy llegó otro recibo de luz y ya debemos tres, y que ojalá no la corten. También cortan mañana el internet y el Unicable y hay que comprar unos blocks y unas láminas para un trabajo y seguro que me dijo otras cosas más pero yo me quedé dormido creo que del cansancio y el ajetreo del día. Es que hasta la esperanza cansa.

P.D. Con ese trajín de ayer hasta nos perdimos la inauguración del Mundial de Fútbol. Tanto esperarlo para nada. “Nojombre, papá”, dice mi hija Jhosibel.

Isla de Margarita, junio de 2014



Esta nota ha sido leída aproximadamente 3581 veces.



José del Carmen Pérez


Visite el perfil de José del Carmen Pérez para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: