Iván Lira y sus metáforas

I

Cuando un niño nace junto al mar en la isla de Margarita puede llamarse Luís Castro, Luis Beltrán, Jesús Manuel, Ángel Félix, Gustavo, Valentín o Iván. Puede ser un marinero pero de seguro es un soñador (en el sentido pleno de la palabra). Puede tomar mil rumbos pero vuelve. Se lleva la isla a cuestas pero la convierte en nostalgia y fundación.
Cuando un poeta se asienta en la isla de Margarita puede llamarse José Lira, Eduardo Gasca o bardo navegao. Puede ser un bohemio contumaz que habla con las olas a medianoche o convertirse en pájaro de altos vuelos y dulce mirar. Puede construir un reino con la poesía y dejar hijos en la tierra. Puede fundirse al calor y las mareas pero su casa es el mar y su piel la página que revela sus silencios.
Cuando el hijo de la isla de Margarita y el hijo del poeta navegao se han fundido en un solo fulgor, en el fulgor vital del arte y de la vida, en el fulgor del pescador soñador, en el fulgor del pájaro que se aleja y vuelve, surge un artista pleno, sin fronteras, convertido en metáfora, en remolino, en marea él mismo.
Como quiera que se explique este eterno retorno de lo existencial y lo espiritual, de lo carnal y lo eterno, el paraíso es el mismo. Éste que nos abriga en tierra pródiga para el talento creativo y para el afecto, para el amor y la mirada dulce del hijo del padre bohemio, genio e infinito. Fiax lux. El hijo del viejo lobo José Lira Sosa. Poeta de sal y viento, de sabana y esperanza.
Se llama Iván, se llama Iván Lira, Un signo tiene su trabajo creativo: la inteligencia. Un don tiene su obra: el humor. Un destello luminoso tiene la creación pura de Iván Lira: la ternura. Un atributo inconmensurable le acompaña: la constancia. También, y no con menos valor, un vicio ancestral de los nobles dioses le visita: las copas de licor (que no otras copas). Iván Lira se debe y se da a la solidaridad sin reclamo. El mar se le hizo recurrencia, volver y trazo disfrazado de enigmas.
La madre en su alta figura humana, Eucaris Gómez de Lira, en su altísima inteligencia es una flor nativa de esta isla espléndida que custodia la casa rural que fundó en hora infinita junto al bardo bohemio, cuando todavía Porlamar era rural. Allí abriga a sus hermanos mayores con total entrega, con celebración plena. Carlos Lira, poeta y docente de la Universidad de Oriente, Félix Lira, personal administrativo en la Universidad Central de Venezuela y José Enrique Lira, habitante sempiterno de la Maturín de su padre poeta. Todos juntos son una gran poesía y una gran metáfora del mundo, de la dignidad del mundo, que ha sido la lucha colectiva de la familia Lira Gómez con absoluta y admirable verticalidad.

II
En Humor de la tinta república, editado por Fundarte y Humor con humor se paga, de ediciones Correo del Orinoco Iván Lira plasma una muestra de su humor gráfico junto a José Lara, Carlos “Sancho” Galindo, Carlos Rafael Hernández “Chivo”, Francisco Mier Hoffman “Frami”, Juan de Dios Cárdenas “Alambrito”, César Vega, entre otros, por un lado; y junto a Carola Chávez, Earle Herrera, Augusto Hernández, Luis Britto García, Roberto Hernández Montoya, Roberto Malaver, Régulo Pérez, Omar Cruz y William Osuna, por el otro, como reflejo de una vocación que descubrió en la infancia menor, la de los cinco años, pasando tempranamente por periódicos de provincia, suplementos, revistas, semanarios, publicaciones de libros y cuánto espacio permita ponerle el ojo a una frase ingeniosa, a una resquebrajadura humana, a las desdobleces y cortaduras faciales de la gran miseria humana. Aparece así su trabajo en Zona Franca, “El Pregón”, Cuaderna, “La Pájara Pinta”, “El diablo de Caracas”, “A pleno sol”, Calle Real, Todos Adentro,A plena voz, Encontrarte, ediciones de la Fundación Editorial El perro y la rana, proyecto de Ley de Policía Nacional, afiches, testimonios políticos y panfletos. Además, participó en Segundo Festival Mundial de Caricaturas de Medellín, Colombia y en Turquía en el NassredimHodjaCarton Festival. En el libro Sólo el humor nos salva, de Ediciones Correo del Orinoco, 2012, el pintor, el dibujante y el caricaturista genial Iván Lira aparece junto a un colectivo que utiliza estas artes “como armas de paz y amor”, según lo intitula en el prólogo Roberto Malaver.
Las energías y sueños de Iván Lira (nació en Porlamar el 17 de mayo de 1969) son realmente singulares entre los artistas de su generación. Sólo en el malogrado escultor margariteño Valentín Malaver, tempranamente fallecido en un accidente vial, se percibía esa fuerza creadora desmedida y permanente. A sotavento y barlovento, con la rosa de los vientos y las herramientas del ingenio, con el más brutal y puro antojo el artista trasmuta su ingenio mental en rostros desencajados y armadas figuras que imbrican lo absurdo con lo divino, lo surrealista con lo maquiavélico, lo filosófico con la dulzura y el fino humor. No por fino es inocente o ingenuo. Humor puro, de oficio, humor idealista, pensado y revolucionario. Humor para y de la V República.
Al mundo de locuras sigue un universo de impredecibles acontecimientos gráficos a través de la plataforma periodística con personal estilo, como por ejemplo en “Las líneas de Lira” del semanario Todos adentro, y la contraportada de la revista A plena voz. Esos códigos cifrados con las líneas, los círculos y los juegos volumétricos hasta convertir el dibujo y el color en el pre-texto de un lenguaje desautomatizado, fragmentario, de intensas texturas, ni bi ni tridimensional en sus perspectivas sino de giros y superposiciones, desdobleces y cortaduras las modula el artista por sus incesantes búsquedas y estudios de artistas, tendencias, corrientes y propuestas universales creativas y teóricas no sólo contemporáneas y clásicas en la visión occidental de esos presupuestos sino en la esencia de nuestras huellas étnicas primigenias, indias y negras, mestizas y criollas como verdadero hallazgo del valor ancestral del arte caribeño más allá de las mixturas y adquisiciones formales. Por ello, en Iván Lira hay un tijera creativa que arma el mosaico, los estadios que el ojo deconstruye y la implosión vital de los átomos existenciales del hombre moderno.

III
La pintura de Iván Lira aún aguarda su revelación en un gran salón de Caracas, en una muestra que de ningún modo defraudará ni dejará insatisfechos a los críticos de arte, curadores y curiosos. La exposición individual que ofreciera en el Museo de Arte Contemporáneo “Francisco Narváez” de Porlamar el 5 de septiembre de 2002 reveló una obra sólida, ascendente, de buena cimiente, matizada por la visión existencial del autor, climatizada por los valores del trópico, lírica en su hechura, con tendencia a cierta neovanguardia. Sin embargo, ya ha transcurrido más de una década y conviene ver más de cerca esta propuesta. En esa oportunidad me correspondió la tarea de redactar las palabras del respectivo catálogo. Una muestra de arte puro digno de admirar hasta nuestros días (oído Caracas).
Su pintura, ciertamente menos conocida que el grafismo y el dibujo más que trazos y líneas es una mirada múltiple que arma la arquitectura de su mundo metafórico con signos que le son entrañables. Vuelos y pájaros, barcos y azules de mar y cielo, azules de tierra y aire encajan con sensuales y voluptuosas figuras con rostros de ocasión, exagerados miembros superiores e inferiores cuyos cuerpos no están en función del motivo sino del humor negro, el fondo irónico, el tono grotesco, la dantesca irreverencia y la ácida holgura de su talento con y para el dibujo.
Quillas y veladuras, bahías y cocotales, arenas y sirenas, redes y melones marinos, pargos fritos y tenedores y cuchillos quebrados, empanadas y picantes, cuatros, cayenas y peleas de gallo son la expresión de esa lucidez connatural hacia su medio geográfico nativo. Es la perpetuación del valor local desde la perspectiva creativa universal con espíritu alegre y colorido propio del Caribe, del trópico venezolano, con aprovechamiento del color, especialmente amarillos y azules para jerarquizar lo relativo a la tierra y el mar como signos de lo propio, lo sustancial de la propia identidad.
Sus personajes aunque paradojalmente tienen glúteos verticales, panzas decaídas y manos verticales y cualquier suerte de entramados en la mejor tradición de La Guernica picassoniana están imbricados en esa calidez cromática no sólo emotiva y humana sino de verdadero ejercicio profesional como corresponde a un artista hecho y derecho.
Dos búsquedas expresivas, dos direcciones que se encuentran a veces en puntos comunes encajan en esa visión estética. Volúmenes indefinidos o sugeridos con poesía y dolor, con ternura y dramatismo combinan con la imagen rápida que deviene de la ciudad caótica, la realidad urbana que se debate entre el movimiento y la persistencia de la memoria surrealista daliniana, producida y revelada insistentemente como una fuerza, como un juego de líneas, como las partes entrecruzadas de un mismo ser y de una misma cosa que para ser tales deben ser también muchas partes sueltas. Hay, por tanto, una conjugada filosofía de la forma y del arte en las pinturas y dibujos de Iván Lira. Hay también una mirada profunda por hacer en torno a este joven artista venezolano, nativo de Porlamar, cuya huella se siente con insistencia por los cuatro vientos. Y para más señas, con un bien definido matiz revolucionario.
Isla de Margarita, mayo de 2014


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José Pérez

Profesor Universitario. Investigador, poeta y narrador. Licenciado en Letras. Doctor en Filología Hispánica. Columnista de opinión y articulista de prensa desde 1983. Autor de los libros Cosmovisión del somari, Pájaro de mar por tiera, Como ojo de pez, En canto de Guanipa, Páginas de abordo, Fombona rugido de tigre, entre otros. Galardonado en 14 certámenes literarios.

 elpoetajotape@gmail.com

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