“El que tiene la harina domina tu vida”. Esta frase que parece la conclusión de un foro político, que se hubiera realizado la semana pasada en Caracas, es un antiguo proverbio chino, lo cual demuestra que dominar a la gente con la harina no es una técnica reciente, ni su invención puede atribuirse a un venezolano, es probablemente, más bien, un antiguo procedimiento inventado por un señor feudal, una técnica de dominación que para que sea efectiva debe aplicarse con aristocrática paciencia, como cualquier otra tortura china; dando a la víctima cortos períodos de alivio.
Seguramente el señor Mendoza conoce el proverbio y pensando que ya a una gran cantidad de venezolanos “los tiene comiendo en la mano”, se ha animado a intentar controlar otros órganos situados más arriba del estómago.
En Margarita da lástima ver a mujeres que corren de una cola a otra tratando de adquirir paquetes de harina que van dejando en la acera al cuidado de los niños, hasta que se acaba la mercancía. Y no se piense que todas son vendedoras de empanadas, se trata principalmente de amas de casa que creen estar asegurando una provisión para por lo menos un mes.
En la década de los 50 en Margarita no se producía la cantidad de maíz suficiente para cubrir la demanda de la población, se dependía de la producción de Tierra Firme, sin embargo, se contaba con variedad de raíces y tubérculos como fuente de carbohidratos.
Ahora, con una mayor población, los habitantes de la Isla dependen de los alimentos procesados por la industria. Tal vez comen más, pero no creo que coman mejor. Es frecuente la obesidad en niños, algo que antes era excepcional y hay muchos casos de enfermedades relacionadas con el elevado consumo de carbohidratos simples, como la diabetes.
Deberíamos reforzar los programas dirigidos a fomentar la siembra en huertos caseros y enseñar técnicas de producción en escuelas y liceos. Esto sería un ejercicio de soberanía agroalimentaria que podría llegar a ser una estrategia de sobrevivencia sí, aplicando la lógica patidifusa de la oposición, un día de estos, Don Lorenzo decidiera sólo darnos de beber.
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