Desinstitucionalización, ¿una fatalidad?

En reflexión anterior planteaba que vivimos o sobrevivimos en una sociedad caracterizada por la ruptura o ausencia de normas sociales y legales. Angustiada alertaba sobre “el colapso del sistema de normas y la confusión, el desorden y la negación del principio de autoridad, en tanto degradación del poder.” Suerte de caldo de cultivo que apuesta a la ruptura de cualquier pacto de convivencia y permite “sin querer queriendo”, desde diferentes espacios políticos, económicos, universitarios y mediáticos el saboteo y la burla del tan necesario y cacareado diálogo.

La protesta “pacífica” devenida en violencia por la violencia desbordada se atrinchera en lo que hemos denominado “territorios vándalos” y agrava, sin duda alguna, la situación de anarquía, caos e inestabilidad, la ilegalidad y la crisis de gobernabilidad, negando cualquier principio de autoridad. En los espacios vándalos, los guarimberos y aquellos que los apoyan juegan a una perversa “legitimación y democratización de la violencia” Nos preguntamos entonces ¿el control se encuentra en manos de los guarimberos?, ¿el aparato de la violencia se lo han apropiado los guarimberos? La anarquía se refiere a “una situación del orden político” y designa aquellas situaciones donde se da la ausencia del Estado o poder público “volviendo inaplicable el monopolio de la fuerza sobre un territorio.”
El incremento y la rutinización de la violencia son algunos de los aspectos más desoladores de la realidad contemporánea venezolana. Cuando lo excepcional pasa a ser lo habitual se impone la lógica de la violencia que, una vez puesta en marcha, desarrolla una dinámica inercial que la hace alimentarse de sí misma.

Esta situación ha agravado el resquebrajamiento progresivo de la institucionalidad. En este contexto, el concepto de anarquía es sinónimo de ingobernabilidad, o sea la imposibilidad de que las instituciones funcionen, al igual que las normas y leyes que las rigen internamente, las unifican e integran. Desinstitucionalización que conlleva el debilitamiento de valores, en tanto fuente de estabilidad e integración alrededor de propósitos comunes, que se logran gracias a la definición y cumplimiento de pactos y compromisos.





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Maryclen Stelling


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