Telesur: el Sur se arma para acabar con el monopolio mediático del Norte

Nota:Traducido del francés para Rebelión por Juan Vivanco

Era un viejo anhelo del Sur y Chávez lo ha hecho realidad. En mayo de 2005, capitaneados por Venezuela, cuatro países latinoamericanos crearon una cadena de televisión que aspira a ser vista bien pronto en todo el mundo. La mera existencia de Telesur –por ahora una simple china en el zapato de los grandes grupos de comunicación de la región- ya le está provocando sudores fríos a Washington. No parece andar descaminada la Heritage Foundation cuando dice que la cadena es un peligro para «la influencia de Estados Unidos en las Américas» [1]. En su «pelea contra el monopolio mediático del Norte» Telesur será más militante que pluralista, sin duda, pero promete ser más pluralista que «chavista». Mientras los medios dominantes, atados con correa dorada al poder del dinero, ya la están acusando de «propaganda de masas», Telesur defiende el carácter político de todo «proyecto comunicacional» y choca con los tópicos de un sector que alardea de ética, objetividad y apoliticismo. No podía haber empezado peor.

«Dejémonos de monsergas. El mundo está en guerra, hay una guerra entre el Norte y el Sur» [2]. Según Beto Almeida, periodista brasileño, este hecho ha prevalecido sobre cualquier otro en la creación de la primera cadena continental suramericana, Telesur, que dirige junto con los periodistas Aram Aharoniam (Uruguay), Ana de Skalom (Argentina), Jorge Enrique Botero (Colombia) y Ovidio Cabrera (Cuba). El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, haciéndose eco de la propuesta de crear una televisión del Sur para el Sur, tantas veces planteada por el presidente de Tanzania, Julius Nyerere, en las reuniones del Movimiento de Países No Alineados, declaró en la cumbre del G15: «En el Sur somos víctimas del monopolio mediático del Norte (…) encargado de difundir en nuestro países y sembrar en la mente de nuestros ciudadanos, informaciones, valores y patrones de consumo que son esencialmente ajenos a nuestras realidades y que se han conformado como el más formidable y efectivo instrumento de dominación. (…) Para enfrentar y comenzar a cambiar esta realidad, es que me atrevo a proponer la creación de un canal de televisión que podría ser captado en todo el mundo con la información y las imágenes del Sur. Este sería el primer y fundamental escalón para romper el monopolio mediático.» [3] El presidente venezolano no acostumbra a ser ambiguo. Almeida menos aún. «No se trata de una obra de altruismo comunicacional», de buscar «la objetividad ni tampoco la imparcialidad». En una situación de guerra, sostiene, «la imparcialidad, sencillamente, no existe».

En guerra contra el imperialismo mediático

¿Una guerra? Vistas desde una Europa embotada por la machacona cantinela del «fin de las ideologías», las «peloteras» diplomáticas entre el inquilino de la Casa Blanca y el «tropical» presidente de Venezuela no son más que un toque exótico para animar el aburrido telediario. Vistas desde otros lugares, del sur del río Bravo a la Tierra del Fuego, por ejemplo, hablar de «agresiones imperialistas» en Latinoamérica no tiene nada de «antiamericanismo visceral» [4]. Cuando la memoria está lo bastante fresca como para no depender de los medios [5], las lecciones de la Historia pueden iluminar el presente: «¿Acaso las 22 bases militares que ha construido Estados Unidos durante los últimos años en Latinoamérica forman parte de una política de buena vecindad?» pregunta con sorna Beto Almeida.

El carácter larvado de lo que en estos últimos años ha sido un «conflicto de baja intensidad» no debe confundirnos. Se trata de un conflicto declarado, como lo demuestra la participación activa de Estados Unidos en el golpe de estado fascista del 11 de abril de 2002 en Venezuela. «La primera víctima de la guerra es la verdad», recordarán algunos (no hace falta decir que desde la orilla «buena» del Atlántico). Pero el amor a la verdad no siempre basta para asegurar la paz… Por otro lado, ¿no está la propia «verdad» marcada por la ideología? Estados Unidos no ha tenido reparos en eliminar las fuentes de «verdad enemiga» que pudieran frenar su ardor guerrero para… «defender la democracia». No faltan ejemplos: bombardeo del hotel Palestina en Bagdad el 8 de abril de 2003 [6], bombardeo «accidental» de la televisión servia por la OTAN el 23 de abril de 1999, durante la guerra de Kosovo o, recientemente, el plan para bombardear la sede de Al Yazira en Qatar [7].

Para los cuatro países americanos que han abrazado el proyecto Telesur –Argentina, Cuba, Venezuela y Uruguay-, la cosa está clara: la mayoría de las redes panamericanas de televisión son estadounidenses y difunden programas hechos en Estados Unidos (CNN, NBC y Fox News). Frente a estos grupos que, como dice Almeida, «son los clarines del ejército imperialista», la «televisión del Sur intenta cambiar esta relación de fuerza» [8]. En efecto, frente al estrépito de los metales del Norte sería muy osado prometer algo más que un «intento» de hacer que se oiga la música más discreta de las cuerdas del sur. La CNN, por sí sola, disponía de un presupuesto anual de unos 700 millones de dólares en 2001 [9], mientras que Telesur tendrá que conformarse con 300 veces menos: 2,5 millones de dólares así repartidos: el 51% lo aporta Venezuela, el 20% Argentina, el 19% Cuba y el 10% Uruguay. Lo justo para que Aram Aharonian pueda decir: «Ahora hemos salido del nicho de lo marginal y vamos por lo masivo» [10].

Ya con la creación de Vive TV el gobierno venezolano había intentado dar un «barniz nacional» a los medios comunitarios venezolanos, después de sacarlos de la ilegalidad en 2000 al tomar conciencia de su importancia política [11]. El maná petrolero del país –irónicamente favorecido por las tribulaciones de Bush en Irak- le permitió a Caracas extender un proyecto similar a Latinoamérica y poner encima de la mesa un sobre suplementario de 10 millones de dólares para cubrir los gastos de lanzamiento. La respuesta de la cámara de representates de Estados Unidos no se hizo esperar. El pasado 20 de julio asignó 9 millones de dólares para sufragar su contraataque directo: «La transmisión de imágenes y sonidos a Venezuela (…) Del mismo modo que tratan de hacer desde Florida contra Cuba, por medio de Radio Martí y TV Martí» [12].

Una televisión para un proyecto político: la integración

El que la guerra de las grandes cifras esté perdida de antemano no excluye la necesidad de presentar batalla «en el plano político, desde luego, pero ante todo en el cultural», destaca Ignacio Ramonet [13], miembro del consejo consultivo de la televisora [14]. «El objetivo de Telesur es que los latinoamericanos vuelvan a apropiarse de su imagen. Para ello es preciso que vuelvan a apropiarse de su imaginario, pues de lo contrario están condenados a permanecer alienados en la sumisión al imaginario de otros»… De otros llegados del Norte, en este caso. En Latinoamérica el 80% de las películas que se ven en televisión vienen directamente de Hollywood. Beto Almeida recuerda que en 2004, «aunque en Latinoamérica se habían rodado más de 600 largometrajes, sólo 30 pasaron a los grandes circuitos de distribución». Asimismo, ese año, de las 1.100 películas emitidas por las grandes cadenas de televisión brasileñas, menos de 15 eran brasileñas.

«Nunca es más perfecta la dominación que cuando logra hacer que los dominados piensen en los mismos términos que los dominadores», afirmaba Chávez en la XII cumbre del G-15, en 2004. ¿Cuál es el resultado? «Los pueblos latinoamericanos han perdido la conciencia de su realidad y de la de los pueblos que los rodean». Mientras los medios dominantes procuran «que se acepten la violencia y la guerra, su estética, su vocabulario, con el objeto de adaptar las mentes a los planes guerreros norteamericanos» [15], Telesur aspira a proponer un punto de vista latinoamericano sobre las realidades latinoamericanas. El lema de la cadena, «Nuestro norte es el Sur», recoge un verso del pintor uruguayo Joaquín Torres García:

‘Nuestro norte es el Sur
Para irse al norte nuestros buques bajan, no suben.’

Más allá de la realidad magnética, el «Norte» y el «Sur» significan dos visiones del mundo. Mientras que la del Norte se encarna en una realidad imperial, la del «Sur todavía es un proyecto cargado de utopía. Sin embargo, ¿acaso debemos censurar los proyectos tachándolos de ser… sólo proyectos?».

Por un lado está la realidad de la colonización y la dominación mercantil, camufladas de «apertura de mercados» que cuentan con el respaldo del poderío militar. Por otro, un proyecto de integración cultural y política, libre de la tutela del primer mundo y la sumisión que genera. Realidad del liberalismo (ya sea neo, ultra o sin prefijo) y de sus estragos. Proyecto… de otra sociedad, basada en lo que algunos, como Hugo Chávez, llaman «socialismo del siglo xxi». Realidad –no tan concreta- de una integración basada en el ALCA [16]. Proyecto –no tan lejano- de una alternativa como el ALBA [17].

En estas circunstancias el Sur también tiene un Norte en su seno, que intenta hacer, desde dentro, las reformas necesarias para su modernización [18]. Del mismo modo, al Norte le cuesta cada vez más ocultar su Sur, al que preferiría no ver: «El Sur del Norte son las comunidades negras de Nueva York, las ciudades satélite que arden en París, los trabajadores pobres del Reino Unido», explica Beto Almeida.

Telesur, que como otras iniciativas panamericanistas en el ámbito del petróleo (Petrosur y Petrocaribe) o del crédito (Banco del Sur), trabaja por la integración de los pueblos americanos soñada por Simón Bolívar, también aspira a «unir a todos los sures del mundo dándoles la palabra»… y se dota de un satélite propio, que le permitirá ser captada en Europa, África y Asia. Hoy en día el satélite NSS (New Skies Satellite) sólo le permite cubrir América, Europa Occidental y el norte de África. La difusión por internet (a través del servidor Arcoiris) aún presenta problemas técnicos. Pero disponer de un satélite independiente no es tarea fácil… y la Casa Blanca no está dispuesta a facilitarla. De todos modos hay negociaciones con China, que dispone de la tecnología necesaria.

¿Recuperar la vista y ver qué?

«Vernos es conocernos, conocernos es respetarnos, respetarnos es aprender a querernos, querernos es el primer paso para integrarnos» [19]. La metáfora que relaciona la «vista recuperada» con la realización del proyecto político es demasiado tentadora, y el periodista español José Manuel Martín Medem la asume con entusiasmo. En referencia a la Misión Milagro, gracias a la cual cientos de venezolanos recuperan la vista con operaciones de cataratas en Cuba, explica: «Telesur es una “misión milagro” en las comunicaciones» [20]. La frase merece una reflexión, pues subraya la necesidad de quitar la catarata de una «visión alienadora» del mundo, el velo que nubla la vista sin que se vea afectada la capacidad del ojo para ver.

Más allá de las frases bonitas, uno de los principales méritos de este proyecto que consiste en «devolverles la vista» a los pueblos latinoamericanos, es que plantea la pregunta: ¿recuperar la vista y ver qué? De momento, en Telesur, no se ve gran cosa, y con razón. El lanzamiento de la cadena está siendo progresivo. El 24 de julio se vieron los primeros programas grabados y empezaron las emisiones en directo, y el 31 de octubre la cadena empezó a emitir las 24 horas (con una programación temporal). Realidad de un lanzamiento progresivo que debe tener en cuenta al espectador de hoy.

Por otro lado, a veces se tiene la impresión de que el equipo de Telesur ha sido algo precipitado a la hora de renovar las formas, algo absolutamente necesario para que el proyecto televisivo llegue a buen puerto. En esta etapa, las vacilaciones –comprensibles- del proceso de lanzamiento no justifican del todo ciertas opciones que merman ya la capacidad de ciertos programas para mostrarse tan radiantes como lo sería la luz para el ciego que ha recuperado la vista… El noticiario de la cadena, por ejemplo, cae en la tentación de imitar la puesta en escena de los «metales del ejército imperialista»: los mismos decorados que dejan entrever las mismas salas de redacción con pantallas de televisión que parpadean frenéticamente, los mismos movimientos de cabeza de las presentadoras y las mismas sonrisas enlatadas, los mismos trajes a la moda occidental, etc.

Aunque la forma no está todavía a la altura del proyecto, el contenido de los programas impresiona por su diferencia. La cadena se esfuerza en presentar «una alternativa al discurso único de las grandes cadenas informativas» [21], una información que da prioridad al contenido social, a las movilizaciones populares, a las propuestas alternativas a todo lo que el pensamiento único acepta sin rechistar: la deuda externa, los organismos transgénicos, la «modernización». Para ello «es preciso construir un periodismo nuevo», explica Beto Almeida, y «recuperar la noción de tiempo en la información». Cuando la CNN en español entrevista a Evo Morales acerca de la crisis boliviana, «lo despachan en un minuto y sólo le hacen esta pregunta: “¿Por qué se empeña usted en perjudicar a la Democracia?”», cuenta el realizador boliviano Iván Sanjinés [22]. Pero, como explica Noam Chomsky, el afán de concisión (decirlo todo en treinta segundos) obliga a «limitar la exposición a una sarta de tópicos» [23]. Para proponer un punto de vista distinto se necesita tiempo… y Telesur está dispuesta a tomárselo.

La cadena, que cuenta con los medios proporcionados por los cuatro países fundadores, varias televisoras estatales (como en el Paraná brasileño [24] y en Colombia) y una red de corresponsales (de momento, sólo en Latinoamérica [25]), se propone dedicar el 45% de su tiempo a la información, presentada como un derecho de los ciudadanos. La información es uno de los «tres pilares fundamentales» de la cadena: «Informar, formar y recrear». Formar («Desde la sabiduría ancestral de las culturas originarias de América hasta los postulados del nuevo siglo, el saber es un componente esencial de nuestra programación») recreando. Recuperar el carácter lúdico «propio de nuestra cultura» [26]: «recuperar la noción de placer» [27] acaparada por la industria de Hollywood, por su violencia, su casquería y sus historias de amor tan alejadas de los barrios pobres de Caracas, Quito o Santiago de Chile… Nojolivud (transcripción literal de «no Hollywood») es el título de uno de sus programas, «cuya meta es presentar ficciones producidas en Latinoamérica y emancipadas del formato holywoodiano» [28]. A formar y recrear también apuntan Telesurgentes, «que retrata las luchas populares y estudiantiles», Maestra Vida, una «serie de retratos y biografías de personajes latinoamericanos», Subte, que son «crónicas sobre la cultura urbana», y Voces en la cabeza, «que presentan las nuevas tendencias músicales».

Un canal «abierto a todos»

Pero proponer contenidos es sólo uno de los aspectos de la misión de Telesur. En efecto, «En Telesur no buscamos sólo espectadores, necesitamos colaboradores, dispuestos a construir un nuevo modelo de televisión» [29]. Los creadores de Telesur no pretenden, ni mucho menos, monopolizar la capacidad de reinventar la televisión. La cadena producirá una parte de sus programas, pero pondrá su canal a disposición de los «cineastas, realizadores, distribuidores y cadenas de televisión de todo el continente, ya sean cadenas estatales, comunitarias independientes» o universitarias.

Además de los programas que ya ha recibido del EZLN desde Chiapas, del MST (Movimiento de los Sin Tierra) desde Brasil o de los indígenas de Perú, Telesur lanza la FLACO (Factoría Latinoamericana de Contenidos) que «tiene por misión fomentar la producción, promoción y distribución del audiovisual latinoamericano. Ya sean cortos, medios o largometrajes, ficción, documental o experimental, seriados o unitarios, producidos o en proyecto, es prioridad de FLACO asegurar su difusión en el territorio latinoamericano, bien a través de teleSUR o cualquier otro medio a disposición». El canal no constituye un apéndice independiente del proyecto inicial de la cadena, cuyo aspecto militante reivindica Beto Almeida. Es su medio: producción colectiva, red de información pluralista, ruptura con los oligopolios que acaparan el papel activo en el proceso de comunicación. Telesur se basa en este principio: «una programación sólo puede existir en función de los usuarios, a ellos corresponde la última palabra acerca de la parrilla programática».

¿Una carta blanca para todo el que quiera aprovecharla? Al ser el proyecto Telesur fundamentalmente político, no cabe esperar que acoja contenidos opuestos frontalmente a su visión del mundo. Nadie debería quejarse, pues el hecho de situarse por encima del bien y del mal, si fuera posible, implicaría ya una politización extrema, pues no haría más que reforzar el desequilibrio en las comunicaciones, que hoy en día es netamente favorable al neoliberalismo. Sobre todo en Latinoamérica.

¿Es Telesur «TeleChávez» [30], como ya dicen algunos? No tiene por qué serlo. Aunque el proyecto está respaldado por gobiernos, el de Chávez entre ellos, su apropiación pública no implica necesariamente una dependencia política, y menos aún una dependencia de este o aquel gobierno. Pero sobre todo, el crédito que merezca –y aún debe ganarse- dependerá de «su independencia en materia de información, que debe ser total», como explica Ignacio Ramonet. Para él es una buena señal la dimisión de Andrés Izarra, presidente de Telesur, de su cargo de Ministro de Información venezolano [31]. ¿Una demostración de independencia? No, pero una señal, al fin y al cabo, que va en la buena dirección. No es poco.

Aunque la independencia de la cadena no puede estar a merced de las personas. No basta, como sugiere Jorge Enrique Botero, con ser «consciente de que habrá circunstancias difíciles» ni con «tratar de conservar la independencia periodística» [32]. Es en el plano de las estructuras –que deben garantizar una separación absoluta entre financiación y redacción- donde se cuece la independencia editorial de semejante proyecto. Mientas que Al Yazira, el modelo para el proyecto inicial de la cadena latinoamericana, es sumamente discreta acerca del emir de Qatar, nada parece indicar que Telesur lo será acerca de los jefes de estado que la sostienen. En todo caso, dicho a la manera de Hugo Chávez, «por ahora» no [33].

De ser cierto que «definir lo que entendemos por comunicación supone definir el tipo de sociedad en la que queremos vivir» [34], se le podría dar la vuelta al razonamiento y mantendría su validez. Las movilizaciones recientes de los pueblos latinoamericanos en apoyo de Hugo Chávez y la revolución bolivariana y en contra del ALCA y las instituciones financieras que subyugan a los países de la región (FMI, Banco Mundial) han demostrado por lo menos algo: que la CNN y sus hermanas gemelas no corresponden al «tipo de sociedad» en la que los latinoamericanos «quieren vivir». Telesur puede encarnar ese anhelo. ¿Estará a la altura de su misión? No hay motivos para dudarlo. Es un reto que merece la pena.

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Notas

[1] Stephen Johnson, «Chávez targets US influence», The Heritage foundation, 23 de noviembre de 2004.

[2] Entrevista con el autor, 25 de noviembre de 2005, de donde están tomadas las citas posteriores de Almeida.

[3] Hugo Chávez, discurso inaugural de la XII cumbre del G-15, 1 de marzo de 2004. El texto se puede leer en: http://www.rebelion.org/internacional/040228hc.htm.

[4] Axel Gyldén, «Chávez-Castro, les liaisons dangereuses», L’Express, 5 de septiembre de 2005.

[5] Son pocos los países de la región donde hay que remontarse a más de tres generaciones para hallar testigos directos de intervenciones militares de Estados Unidos destinadas a imponer sus preferencias políticas y económicas: 1903 Colombia, 1915 Haití, 1915 República Dominicana, 1926 Nicaragua, 1950 Puerto Rico, 1954 Guatemala, 1960 Guatemala, 1961 Cuba, 1965 República Dominicana y Perú, 1967 a 1969 Guatemala, 1973 Chile, 1980 a 1990 El Salvador, 1981 a 1988 Nicaragua, 1983 Granada, 1989 Panamá, y 1994 Haití, por no hablar del respaldo a las dictaduras de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.

[6] Donde se encontraban cientos de periodistas extranjeros, y que causó la muerte del cámara español José Couso y su colega ucraniano Taras Protsyuk.

[7] Kevin Maguire y Andy Lines, «Bush plot to bomb his arab ally», Daily Mirror, 22 de noviembre de 2005.

[8] Para esta cita y la anterior, Beto Almeida, op. cit.

[9] Nisa Lewites, «CNN and September 11th, 2001 : Management in a Crisis», Institute for Technology and Enterprise Polytechnic University, Nueva York, enero de 2002.

[10] «Alistan proyecto contrahegemónico de televisión que sea opción real en AL», entrevista con Blanche Petrich, La Jornada, 27 de febrero de 2005. http://www.jornada.unam.mx/2005/02/27/012n1pol.php

[11] Véase Renaud Lambert, «Vive TV ou la communication au service d’une citoyenneté nouvelle», RISAL, 2 de septiembre de 2004.

[12] Nils Solari, «Telesur», 25 de octubre de 2005. http://www.vive.gob.ve/inf_art.php?id_not=273&id_s=3&p .

[13] Entrevista con el autor, 29 de noviembre de 2005, de donde están tomadas las citas posteriores de Ramonet.

[14] Junto con los argentinos Adolfo Pérez Esquivel (Premio Nobel de la Paz), Atilio Borón, Fernando Pino Solanas y Tristán Bauer; los cubanos Silvio Rodríguez y Julio García; los estadounidenses Danny Glover, Harry Belafonte, James Early, Saul Landau y Richard Stallman; el uruguayo Eduardo Galeano; el español Ignacio Ramonet; el nicaragüense Ernesto Cardenal; el boliviano Jorge Sanjinés; los brasileños Walter Salles, Fernando Morais y Orlando Sena; los mexicanos Pablo González Casanova, María Rojo y Carmen Lira; el paquistaní Tariq Ali; el belga Michel Collon; los colombianos Alfredo Molano y Ramiro Osorio; el peruano Javier Corcuera; el venezolano Luis Britto García; el dominicano Chiquie Vicioso; el italino Gianni Miná y el chileno Manuel Cabieses.

[15] Para esta cita y la anterior, Beto Almeida, op. cit.

[16] Consultar al respecto el dossier de RISAL « L’ALCA en panne ».

[17] Alternativa Bolivariana para las Américas. Proyecto alternativo al ALCA propuesto por Venezuela.

[18] Como el 15 de marzo de 2005 en Colotenango (Guatemala), cuando la policía abrió fuego contra los manifestantes opuestos al tratado de libre comercio que el presidente Oscar Berger acababa de firmar con Estados Unidos, matando a dos e hiriendo a decenas de ellos.

[19] Presentación de Telesur en la página web de la cadena.

[20] Palabras pronunciadas en el encuentro «Por una ecología de la información» celebrado en la Universidad Complutense de Madrid el 25 de noviembre de 2005.

[21] Presentación de Telesur en la página web de la cadena, citado por Nils Solari, op. cit.

[22] Palabras pronunciadas en el encuentro «Por una ecología de la información» celebrado en la Universidad Complutense de Madrid el 25 de noviembre de 2005.

[23] Secuencia de la película de Pierre Carles, Enfin Pris?, CP Productions, 2002.
[24] Véase Renaud Lambert «Que sommes-nous nous autres brésiliens? Un marché ou une nation?», RISAL, 27 de octubre de 2005.
[25] En Argentina (Buenos Aires), Bolivia (La Paz), Brasil (Brasilia), Colombie (Bogotá), Cuba (La Habana), Estados Unidos (Washington), Méjico (Méjico DF), Venezuela (Caracas) y Uruguay (Montevideo).
[26] Para esta cita y las anteriores: presentación de Telesur en la página web de la cadena.
[27] Beto Almeida, op. cit.
[28] Para esta cita y las siguientes: Nils Solari, op. cit.
[29] Para esta cita y las siguientes: presentación de Telesur en la página web de la cadena.
[30] Marie Delcas, «Telesur ou "TéléChavez"?», Le Monde, 7 de diciembre de 2005.
[31] Periodista de RCTV, una televisora que participó en el «golpe de estado mediático» del 11 de abril de 2002 en Venezuela. Poco después dimitió.
[32] Dario Pignotti, «Telesur será independiente siempre, neutral jamás», http://www.prensamercosur.com.ar/apm/nota_completa.php?idnota=730 .
[33] En 1992 Chávez reconoció con estas palabras el fracaso temporal de su intento de golpe de estado dirigido a una transformación social y asumió su responsabilidad, algo tan raro en Venezuela que sus compatriotas empezaron a verle a partir de entonces como un político de nuevo cuño.
[34] Mario Kaplún, investigador en ciencias de la información.

Fuente: http://www.acrimed.org/article2220.html


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