Con motivo del Día Internacional de las Mujeres que luchan por sus derechos

Los principios de igualdad de oportunidades, no discriminación, acción positiva y accesibilidad universal, deben estar en todas las mesas de debate, tanto de comités obreros, como colectivos feministas, por una sola razón: todas somos mujeres. Mientras ejercemos de abnegadas madres, perfectas amas de casa, esposas multifuncionales -ir al banco, tener las facturas controladas, las recetas médicas al día, estar al cuidado de nuestra familia y la de nuestra pareja, recodar las fechas de los cumpleaños…- somos valoradas y queridas. Otra cosa ocurre  cuando tras un accidente, una enfermedad o cualquier situación adversa,  empieza a cambiarnos la vida. Ya no podemos seguir con el mismo ritmo y  ese es el comienzo de nuestro calvario. Las mujeres con diversidad funcional (discapacidad), no tendríamos ninguna dificultad para dirigir nuestro hogar con la ayuda de un/a asistente personal. No obstante, para eso tendríamos que contar con la buena voluntad de la sociedad y no la tenemos.

Según el Informe del Parlamento Europeo sobre la situación de las mujeres en la Unión Europea de 2004, casi el 80% de las que tenemos diversidad funcional somos víctimas de  violencia y tenemos un riesgo cuatro veces mayor que el resto de sufrir violencia sexual.

  La violencia  ha estado  y está presente, aunque de manera muy  solapada. Un 40% de las mujeres con discapacidad sufre o ha sufrido alguna forma de violencia, maltratos físicos y psicológicos. Un colectivo tan silenciado e indefenso como el nuestro es campo abonado para cualquier tipo de abusos. Es imprescindible el empoderamiento de las mujeres. Si una mujer es lesbiana, negra, obesa o tiene cualquier tipo de diferenciación, como la sociedad encasilla a los seres humanos, queda inmediatamente segregada del resto. Por eso, se hace necesaria la unión entre todas las mujeres si queremos que triunfen la equidad y la justicia.

La sociedad patriarcal exige uniformidad como base para conseguir la sumisión. Hace suya la frase “divide y vencerás”, por ese motivo quiere aislara a las mujeres que son diferentes. No obstante, aunque sabemos que la lucha se plantea difícil, no estamos dispuestas a permitirlo.  Frente al egoísmo situaremos la generosidad; frente a la exclusión opondremos la participación; frente a la intransigencia, nos defenderemos con la flexibilidad y frente al victimismo nos presentaremos como irreductibles. 

Simone De Beauvoir decía en “El segundo sexo”:

“La mujer no es nada más que lo que el hombre decide que sea; así, se le llama “el sexo" queriendo decir con ello que aparece esencialmente ante el hombre como un ser sexuado: para él, ella es sexo, y lo es de un modo absoluto. Se determina y se diferencia en relación al hombre y no en relación a lo que ella misma es; ella es lo inesencial frente a lo esencial. Él es el sujeto, el absoluto: ella es "lo otro".”

VICOVAL solicita la ayuda de todos los colectivos de mujeres para erradicar la violencia contra  mujeres y niñas, especialmente aquellas que tienen diversidad funcional, ya que son las más vulnerables.

Los momentos más álgidos de violencia y malos tratos, tanto físicos como psicológicos, que  se dan en nuestro colectivo tienen lugar durante los cuidados diarios. El cansancio y la rutina disminuyen nuestra capacidad para  rebelarnos.

 Hay muchas conductas que pasan desapercibidas para la mayoría de la gente, incluidos los grupos feministas. No contamos con ningún centro de acogida accesible a las mujeres que tenemos diversidad funcional ni tenemos apoyo legal contra la violencia de género desencadenada contra nosotras.

Hacen falta trabajadoras sociales con mayor preparación para detectar signos de violencia en nuestro colectivo.

Otras de las cosas que queremos denunciar, son la falta de intimidad con que contamos y nuestra doble invisibilidad: por su  género y por sus problemas físicos.

Desde aquí queremos reivindicar nuestra sexualidad, nuestra libertad, nuestro derecho a una vida digna y plena.  Queremos decir al resto de la sociedad que no somos sirenas, sino mujeres de carne y hueso con las mismas apetencias que todas, los mismos deseos y los mismos sentimientos. Si se nos excluye de la sociedad, esta se perderá todas las cosas que aún podemos aportar.



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