La crítica y el ¿Qué Hacer?

“¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro movimiento”, fue un libro tajante en 1.901, escrito por Vladimir Ilich Lenin, fundamental para la creación del Partido Marxista Revolucionario de la clase obrera de Rusia.

Dar la pelea en las luchas intestinas e ideológicas de la social democracia en formación ante sus distintas vertientes: la nacional, la internacional, la metódica y la espontánea, fue tarea fundamental para la creación del socialismo científico, del Partido y la conducción del proceso en manos del proletariado y su verdadera dirigencia en aquellos años de comienzo del siglo 19 en la Rusia Zarista.

Iskra, (La Chispa) fue el primer periódico clandestino marxista fundado por Lenin en 1.900 había dado inicio a sus luchas en la conformación del contexto programático del Partido y ¿Qué hacer? fue uno de los libros más leídos en el fragor de las luchas obreras contra el zarismo. La innumerable diversidad de posiciones en relación al socialismo imponía un liderato bastante difícil de ejercer, un hiper líder para ser exactos. Eso fue Lenin en la revolución Rusa, eso fue Mao TzeTung en la China, eso fue Ho Chi Min en VietNam, eso es Fidel en Cuba eso es hoy Hugo Rafael Chávez Frías.
En nuestro siglo la expresión es más accesible, quizá más accesible que la ideología, todos tienen algo que decir y son pocos los que acompañan lo que dicen con lo que hacen, sin embargo bienvenida sea la revolución permanente, Aporrea sea la Iskra bolivariana y se incendie desde sus trincheras las malezas ideológicas que cultivan los líderes frustrados, ojalá y de aquí nazca la ideología callejera, la ideología del pueblo.
La crítica es un arma de doble filo, pero al fin y al cabo son palabras, sólo aquellos que acompañan sus palabras de actos pasarán a la historia, habrá quienes hablen desde el resentimiento político, desde la envidia y el resentimiento y los que hablen y hagan desde la iniciativa que la revolución motoriza en el alma de sus combatientes, estos últimos serán quienes cambiarán la historia.

Voy a hacer una pequeña cita del ¿Qué hacer? Extraída del capítulo: “LA ESPONTANEIDAD DE LAS MASAS Y LA CONCIENCIA DE LA SOCIAL DEMOCRACIA”:

“En efecto parece que hasta ahora nadie había puesto aun en duda que la fuerza del movimiento contemporáneo consistiese en el despertar de las masas y su debilidad en la falta de conciencia y de espíritu de iniciativa de los dirigentes revolucionarios.”

En aquellos años se daba la lucha por la libertad de crítica, como ahora la crítica aparece fuertemente desde nuestras líneas y en ellas se confunden parámetros, posiciones y oposiciones. La autocrítica necesaria no puede abrirle la puerta al enemigo ni servirle la mesa para mimetizarse dentro de la verborrea y confundir antes que aclarar al pueblo.

Hugo Rafael Chávez Frías es un producto histórico, como él mismo lo dice a menudo, es un líder que asume con vocación de servicio el puesto donde lo colocó la historia y la fe del pueblo, antes que entronizarse en posiciones ególatras y de mando, basta ver con un poco de objetividad el mapa del mundo, el desarrollo histórico en que se desplaza Latinoamérica y su diario discurrir para no atreverse a aceptar lo obvio.
Su capacidad impredecible como estratega termina sorprendiendo a todos al tornarse en realidades. ¿Qué hacer? Se preguntará el Comandante cada vez que se asoma a ver el Cristo de la montaña. ¿Qué hacer? Es una pregunta que deberíamos hacernos todos, Lenin no tituló su libro: ¿Qué decir? sino ¿Qué hacer?

El pueblo, el eterno pueblo es el que se mantiene despierto desde los años en que puso en manos del Comandante su destino. Hugo Rafael Chávez Frías empieza a recoger una hermosa cosecha de líderes con olor a tierra fresca en los campos de los Fundos Zamoranos, con temple de acero en las industrias del Orinoco, con el ímpetu adolescente en las miradas de los jóvenes, en las bocas de las mujeres de los barrios, en los egresados de la Universidad Bolivariana, de la Unefa, en los médicos de la ELAM, en los labios de su amado pueblo que se crece y habla cada día más claro. El despertar de la clase trabajadora, del campesino y del estudiante es el huerto donde brota la conciencia.

El pueblo, es decir, los pobres, no tenemos nada más que perder que nuestra pobreza., quien teme perder un puesto, un sueldo y privilegios obtenidos en el mal desempeño de cargos, nunca podrá ser revolucionario verdadero, nunca podrá ser líder ni seguir al líder, nunca podrá tener iniciativa por el temor al jefe, que es su manera de ver al líder y siempre quedará atrapado en el pánico a equivocarse y es por eso que solo vive en espera de que el líder hable para aplaudirlo y seguirlo idiotamente. El pueblo sabe muy bien a veces leer la historia: más temprano que tarde este Poder Popular que a diario crece, que a diario siembra nuestro hiper líder, desplazará a aquellos que no estén comprometidos con el sueño de la patria nueva.

Hugo Rafael Chávez Frías no sólo quitó el tapón a la botella donde encerraron el genio de Bolívar sino que marcha al frente del gigante que este genio desató de nuevo en la América.


El pueblo, el eterno pueblo, será siempre el líder.


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Raúl Bracho Julián


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