¡Coño Chávez es que tú no me dejas hablar!

Una vez, en el Teresa Carreño, llegó Chávez. Yo estaba en la segunda fila. Chávez le daba la mano a muchos de la primera fila y a uno que otro de la segunda, claro, porque le era incómodo estirarse tan atrás. Aun así, esperé a que estuviera cerca de mí para estirar mi mano, Chávez se quedó mirando a quien estaba a mi lado y estiro su mano de dedos delgados y estrechó su mano. ¡Será otro día!, dije apesadumbrado.

Querer abrazarlo, hablarle, conocerlo en persona, era una de mis metas de vida.

Yo tengo la costumbre de quedarme dormido con la televisión prendida.

Además, que aun siendo cliente de la televisión satelital de CANTV, solo veo el canal 8.

Recuerdo a Johnny Ramos, coordinador del Convenio Cuba Venezuela. Una vez me vio en una marcha, yo montado en el patio de un camión y Chávez pasando en el suyo al lado. Jhonny me vio. Me dijo que trató de hablarme y que yo estaba ensimismado con mis ojos puestos en el rostro de mi comandante Chávez. Esa vez me saludo de lejos y me hizo alguna seña, claro, por mi parecido con Farruco Sesto, pero bueno.

Chávez entonces se me aparecía en los sueños. Hablaba mucho, incansable.

Yo recuerdo uno de esos sueños en los que le increpé: ¡Chávez es que tú no me dejas hablar!!

Claro, que me va a dejar hablar si era la televisión!!

Con orgullo creo que fui el primer hombre que le dijo a Chávez que lo amaba, lo escribí en Aporrea: Chávez yo también te amo. Contaba la pasión con la cual las mujeres le declaraban su amor a mi comandante y mi decisión de expresarme sin temor a los estigmas, yo también lo amo.

Viéndolo hoy caer convertido en lluvia, en esta tarde hermosa del 7 de Octubre, volví a hablarle, a decirle que lo amo, como hace poco, quizá dos semanas lo hice en el cuartel de la Montaña a donde fui acompañado de Eugenia Sader, la Coronela.

El pueblo es el gran protagonista, aquella tarde en el cuartel de la Montaña, junto a los dignos médicos del batallón 51 y mi Coronela, le juramos lealtad infinita. No puedo borrar de mi memoria dos eventos: la de un niño síndrome de Down que la abrazo, a Eugenia y abrazándola miraba un afiche que tenía una de las médicas del batallón y el cual yo le puse en sus manos, al abrirlo vio a Chávez y lo señaló, para volver a abrazar a la Coronela SADER y comenzar a llorar, la otra, una señora que reconoció a Eugenia mientras subíamos con la columna de médicos y médicas del batallón al mausoleo y que se le acercó y le frotaba sus brazos y le decía: “!Coronela Sader, es que tocarla usted es como tocar a Chávez!”

Llegó la hora de darles un parao a los burgueses amarillos. ¡No más dólares! Que siempre se los roban! ¡Que sea el gobierno quien haga el mercado de las importaciones y que sea el pueblo quien reparta, quien comercialice, llegó la hora de hacer la revolución de clases sociales, de entender que era imposible vivir con el enemigo, que los oligarcas nunca serán socialistas, llegó la hora que el pueblo asuma la propiedad social para avanzar hacia el sueño tuyo Chávez, comandante, amigo.

¡Chavez vive, la Patria Sigue!!


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Raúl Bracho Julián


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