Política de Estado para el desarrollo y el ambiente

De hecho, donde cualesquier acto humano esté orientado a regular, armonizar u optimizar las relaciones entre los individuos, o entre estos y el colectivo, se tratará indefectiblemente de un acto político, afirmación esta que cuenta con múltiples expresiones, como aquella de que “a la tierra donde fueres, haz lo que vieres...” o aquello de “... nuestro derecho termina donde empieza el de los demás...”. Son precisamente esos actos políticos, ordenados como marco para la conducta y las relaciones humanas lo que posibilita la convivencia. La vida en sociedad es un ejercicio de aceptación de normas, de equilibrio de derechos que, cuando son violentados, la reacción o represalia no se hace esperar. Lo expuesto resulta particularmente cierto en las relaciones entre los sistemas sociales humanos y los sistemas naturales que los contienen y abastecen de todo cuanto estos requieren. Nuestra existencia y supervivencia son absolutamente dependientes del ambiente, del entorno que nos envuelve, donde también existen reglas que cumplir. Observemos que ambos pares de este binomio comparten el carácter de “sistema”, en virtud de lo cual obedecen, de manera comparable a las cualidades, propiedades y regímenes que los identifican por lo tanto comparten su carácter estructural, funcional y su ajuste a determinadas formas de comportamiento. Todo cuanto existe está constituido por algo perceptible y funciona atendiendo a determinadas normas. .

La realidad, estructural y funcionalmente perceptible es el resultado tangible de la convergencia de los cuatro macro factores universales: materia, espacio, energía y tiempo, independientemente de su condición orgánica o inorgánica, natural o cultural, La expresión organizada, concomitante de este hecho se manifiesta en unidades ambientales fractales, desde el nivel del planeta hasta las moléculas elementales; sean continentes, biomas, ecosistemas, comunidades, poblaciones o individuos, donde cada cual muestra una estructura y funciones específicas, subordinadas o superordinadas, según la jerarquía de cada unidad, que, como sistemas, alcanzan su propia sinergia; en lo físico: la armonía universal; en lo biológico, la calidad de la vida, en lo social, el bienestar humano. Cada unidad ambiental es regida por las normas propias de su condición y nivel, aunque todas son interactivas, ninguna norma de las unidades subordinadas puede colidir con aquellas de la unidad superior, superordinada. De hecho, todas las leyes, reglas, o normas humanas están subordinadas a las leyes naturales, un filósofo latino sentenciaba “... non potest natura disponem, quoniam pareo...” -de la Naturaleza no se dispone, sino que se la obedece “-

Durante esta exposición nos vamos a referir a las leyes naturales tangencialmente, puesto que acerca de ellas han tratado explícitamente esclarecidos personajes como Platón, Aristóteles, Euclides, Arquímedes, Descartes, Newton, Darwin o Einstein, Hawkins, entre otros. En virtud de ello vamos a intentar analizar aquellos hechos que giran en torno a las variables estructurales, funcionales y normativas a considerar por parte de los sistemas sociales humanos para alcanzar su sinergia, que no es otra que su propio bienestar. Esta frase, tan parca, plantea tras su simplicidad profundas implicaciones prácticas y filosóficas en cuanto a los seres humanos. El Hombre no solamente responde a su condición de animal vertebrado, mamífero, primate lampiño, terrestre, erguido, herbívoro, gregario, diurno, sino también a una condición particular de especie social, capaz de discernir entre presente, pasado y futuro, es consciente de su propia realidad como ser pensante, cuya existencia y vivencias devienen de etapas previas, conocidas en términos de memoria y experiencias, de historia y tradiciones manifiestos en una cultura. Es una criatura cuyo pensamiento se proyecta, además, hacia perspectivas futuras, en términos de planificación, responsabilidad, ética, justicia y equidad. Es en virtud de ello que se pone en evidencia que estamos tratando no solamente del bienestar humano de nuestra generación, heredera de nuestros ancestros, sino también de aquel de las generaciones futuras, de nuestra descendencia, puesto que no somos “propietarios” del Planeta, sino sus administradores.

El bienestar es una condición individual, sin embargo, podríamos definirlo conceptual y genéricamente como “... la satisfacción cabal, permanente, garantizada de todas nuestras necesidades biológicas, sociales y culturales...” este concepto pone en relieve nuestra dependencia de fuentes externas que nos proveen de materiales, energía y espacio, por lo tanto, nuestro nivel de bienestar está condicionado por la existencia, permanencia y calidad de cuatro expresiones tangibles de sus cualidades, a las cuales, por su esencia y carácter podríamos considerar y agrupar genéricamente como de orden: a) social, b) tecnológico, c) económico y d) político. La expresión de orden social del bienestar humano, lo constituye la calidad de la vida, determinada por el colmado de nuestros requerimientos a) Básicos: Propios de todo ser orgánico, es decir: alimentos, agua, aire y espacios vitales, b) Sociales, como son, alojamiento, comodidad, salud, higiene, nivel de vida; c) Culturales: o aquellos de educación, arte, ciencia, economía; d) Servicios, sean de energía, comunicaciones, transporte, seguridad, sanitarios, tecnológicos, informática, etc. e) Lúdicos: como aquellos de recreación, diversión, tiempo libre, ocio, etc. Luego, la Calidad de la Vida se sostiene en la oferta óptima, para todos, de: comodidad, gratificación y oportunidad de crecimiento socioeconómico y cultural, cuyo colmado depende, no solo de los individuos en sí, sino también de la calidad de las relaciones entre el sistema social al cual pertenece y los sistemas naturales donde se asienta. Todos esos requerimientos cuya satisfacción determinan en gran proporción la Calidad de la Vida se apoyan y son alimentados por fuentes interactivas, unas de orden natural, aportadas por el Ambiente o entorno que provee a la sociedad de los recursos básicos de espacio, agua, aire y nutrientes para el efecto y otras de orden cultural, constituidos por el sistema social dispuesto, motivado y organizado para regularizar la ocupación, utilización, uso o aprovechamiento de los ecosistemas que contienen tales recursos, dado que estos últimos, si bien indispensables, no son ilimitados en magnitud, numero, ni extensión, ni los ecosistemas son invulnerables.

Tales circunstancias obligan a asegurar y mantener niveles de rendimiento, que garanticen el abastecimiento de una progresiva demanda por parte de una población en expansión, lo que conforma la dimensión tecnológica de la citada trilogía. Es aquí donde coliden las normas naturales de la Ecología, que propugna el comedimiento y la prudencia ambiental, con aquellas humanas de la Economía, que propician la explotación al máximo de los recursos naturales, la ganancia a cualquier costo, soslayando los efectos marginales secundarios de estas prácticas. En tal sentido, la ciencia moderna establece profundas diferencias entre el rendimiento máximo, creciente, como lo establece la economía convencional y el rendimiento óptimo, perenne, sostenido, como lo establecen las leyes naturales que rigen al ambiente ecológico. mientras que lo primero ha conducido al mundo, además del caos ambiental de nuestra época, a una injusta distribución actual de la calidad de la vida, reservando a minorías de países y personas privilegiadas riqueza, bienestar y altos niveles de vida, condenando a las grandes mayorías de desheredados a niveles de pobreza inaceptables, lo segundo propugna todo lo contrario, una distribución equitativa del buen vivir, para de esa manera asegurar, no solo la justicia social, sino la supervivencia del planeta. Luego, la tesis del rendimiento óptimo implica la administración racional de los ecosistemas de soporte de la existencia humana, de sus recursos naturales, humanos, económicos y tecnológicos, bajo la égida de la convergencia, a todos los niveles, de aquellos recursos culturales, tecnológicos y políticos de cada país, en términos de uso cabal de información, planificación, inversiones y tecnología disponibles para tal efecto. Calidad de Vida y Rendimiento Óptimo son dimensiones interactivas del Bienestar Humano, por lo que se complementan; ambas fueron visualizadas por algunos economistas –Malthus, entre otros- desde el siglo 17, -cien años antes de que Haeckel propusiera la palabra “ecología”

La Revolución Industrial y los falsos postulados de “Deux et machina” y “laissez faire”, se impusieron a la racionalidad, minimizando a los postulados anteriores, para magnificar la explotación y el lucro a corto plazo. No fue sino hasta la década de los setenta cuando ambos conceptos sociales entraron nuevamente en escena, lo que alcanzó las primeras planas de los medios de comunicación de masas, con la primera Conferencia Ambiental Mundial reunida en Estocolmo, en 1972, A finales de la década de los ochenta, el PNUMA, Programa de las Naciones Unidas para el Ambiente, creado como consecuencia de lo anterior, encargó a la, para entonces Primera Ministra de Noruega Grô Harlem Brundtland, la formación de una Comisión de altísimo nivel, para estudiar las razones por las cuales, a pesar de los enormes avances tecnológicos de la Humanidad, los problemas sociales, económicos y ambientales, en lugar de corregirse, se multiplicaban: mayor pobreza, más hambre, mayor contaminación, acelerada expoliación de recursos naturales, extinción de especies, máximo egoísmo tecnológico, desastres naturales, lluvias ácidas, erosión de la capa de ozono, etc., etc., La Comisión Brundtland, conformada por altos funcionarios –exjefes de Estado y de Gobierno, Primeros Ministros, Ministros de Ambiente y de Economía, Empresarios, etc.- presentó el documento “Nuestro Futuro Común”, mejor conocido como “Informe Brundtland”, en el cual quedó establecida como conclusión vertebral que lo que hasta entonces había considerado como “desarrollo” no era tal, sino un crecimiento acromegálico, frenético, desmedido, incapaz de “sostenerse”, que estaba consumiendo los recursos del Planeta y la paciencia de las mayorías, puesto que no solo agredía a la dignidad humana, sino que dilapidaba los recursos naturales, haciendo además inhabitable su propio entorno, como consecuencia de las tecnologías agresivas, así como de políticas destructivas y monopolistas que caracterizan la dimensión económica de las vivencias humanas actuales; que continuamente cambia de nombre y hoy conocemos como globalización en el peor sentido del término, neoliberalismo, o nueva colonización a través de las políticas de los centros mundiales de presiones como el Fondo Monetario Internacional, tan cuestionado por los países subyugados.

Dicho Informe fue presentado y discutido en la II Conferencia Ambiental Mundial, celebrada en Río de Janeiro, en 1992 –a 20 años de Estocolmo- Allí, entre otros acuerdos, se suscribió la “Agenda 21” contentiva de la tesis del “desarrollo sustentable” propuesta por la Comisión Brundtland, en la cual se establece que para ser tal, el proceso de desarrollo de cualquier país, región o localidad, debe cumplir los requisitos de ser: socialmente justo, ecológicamente sano, tecnológicamente autosuficiente y económicamente rentable, sin embargo, para el caso de nuestros subdesarrollados países del iii mundo, debería ser además políticamente viable. La Agenda 21, suscrita por nuestro gobierno y sancionada por el extinto Congreso de la República en su momento, es hoy Ley de la República; sin embargo, hoy ¡! a más de dos décadas!! de la Conferencia de Río 92, son muy pocas las iniciativas que nuestro país ha adoptado para cumplir tal compromiso. Nos preguntamos ¿por qué? ¿Se trata de negligencia? ¿O de desidia? Probablemente se trate de algo mucho peor, que no se soluciona con remoción de funcionarios, ni cambios de denominaciones o de siglas, lo que intentamos exponer a continuación. Nuestro país adolece de la carencia de la filosofía, las políticas y la infraestructura político-administrativa, necesarias para el asegurar el bienestar de la población; no basta con el MINAMBIENTE. En la Dirección del Estado y en la Jefatura del Gobierno no existe una percepción clara ni una posición coherente acerca de la enormidad del problema ambiental venezolano, lo que se puso en evidencia en la falta de previsiones en ese aspecto, manifiestas en recurrentes tragedias, cuya máxima y más reciente expresión fueron las de los estados Vargas y Miranda, que por su magnitud, fueron objeto de la atención mundial.

Sin embargo, ¿Cómo quedan las pequeñas tragedias de todos los días? ¿El desabastecimiento de agua para consumo y riego por destrucción de las cuencas hidrográficas? ¿Las cantidades de desechos sólidos tirados por todas partes? ¿La cantidad de campesinos y otras personas intoxicadas por agro venenos asperjados sin control en los cultivos? ¿Los operarios expuestos a la muerte lenta por neumoconiosis, silicosis, saturnismo o hidrargirismo en las factorías industriales? ¿Los alimentos envenenados por aditivos cancerígenos? ¿Los riesgos involucrados en los cultivos transgénicos? A pesar de contar con Ministerios de Planificación, Ambiente, Infraestructura, Servicios Sociales y Salud y de contar con cantidades de leyes de contenido social, sanitario y ambiental, así como de una sociedad civil sensibilizada, pero no motivada, ninguno de estos estamentos oficiales ha mostrado la menor iniciativa para proponer una política de estado para un desarrollo sustentable, que garantice la Calidad de la Vida y el Rendimiento Óptimo de nuestros ecosistemas y lo que resulta más grave, no hay evidencias de que exista una conciencia oficial clara acerca del problema. Aún no existe en Venezuela el liderazgo, el elemento aglutinador, el equipo humano capaz de trenzar todos los hilos de las variables sociales y ambientales para producir el tejido que conforme nuestra red de seguridad para el futuro. Tal liderazgo se materializará en el momento cuando comprendamos cabalmente los alcances de la Filosofía de la Conservación Ambiental, la cual conforma la expresión política de la Auto ecología y la Demo ecología del ser humano y por extensión, la Sinecologia de toda la comunidad biológica del planeta, así como las normas que rigen la dinámica del marco físico del mismo. De hecho, no es posible concebir calidad de vida, rendimiento óptimo ni desarrollo sustentable, sin cumplir al pie de la letra con todas las fases interactivas que integran al Proceso Político de Conservación Ambiental, la cual, por antonomasia debería ser el eje vertebral de una política de estado, a todos los niveles de gobierno, que garantice a todos un óptimo nivel de bienestar, en términos de orden, paz, abastecimiento y crecimiento social, cultural y económico, a través de la integración del esfuerzo entre el gobierno y la sociedad civil.

Como política de estado, los alcances y contenido de la Conservación Ambiental no están concebidos solo para los altos niveles del gobierno nacional, dado que ningún país es homogéneo en lo natural ni en lo cultural. la esencia misma de su filosofía, orientada a conservar el bienestar humano, hace que sus tendencias, objetivos y métodos se proyecten como estrategia y doctrina nacionales, hacia iniciativas y expresiones tácticas a niveles regional y local, en tal sentido se dice que en el asunto ambiental “...se piensa globalmente, pero se actúa localmente...” y eso es precisamente lo que no ocurre en nuestro país, donde en lo ambiental, la regla es la improvisación; lo expuesto define entonces la dimensión política del asunto. De las fases clásicas del proceso de Conservación Ambiental, apenas se cumplen, con mucha dificultad y no en todos el país: el Ordenamiento Territorial, regido por dos leyes orgánicas, una de Ordenamiento Territorial –rural- y otra de Ordenamiento Urbano, las que, hasta ahora, no han alcanzado al nivel de gobierno local. Así mismo, desde la creación del MINAMBIENTE, en 1976; actuando en acuerdo con el Ministerio de Educación, se están desarrollando, con poco apoyo del resto del sector oficial, programas en este sentido. El Artículo 36, de la Agenda 21, se refiere al apoyo oficial y privado a esta fase fundamental, pero aún no se percibe un incremento del esfuerzo en este sentido. En la fase de Gestión Ambiental, la toma de decisiones está excesivamente centralizada, es incompetente y carece de un rumbo claro, coherente, cuando debería ser ejercida en la práctica por el gobierno local – el MUNICIPIO – y tutelada doctrinariamente por el MINAMBIENTE, Hasta ahora, la gerencia del ambiente solo es parcialmente cumplida por este último, sin contar con los recursos humanos ni logísticos para el efecto. En cuanto a la fase de Protección Ambiental, esta es cumplida parcialmente por INPARQUES, -adscrito al MINAMBIENTE- aunque ello solo en las Areas bajo Régimen de Administración Especial -A B R A E – el resto del país esta desguarnecido. Las leyes para este menester son anacrónicas, están desfasadas de la realidad actual.

Por otra parte, la actual Guardería Ambiental es ineficiente, insuficiente e incompetente, aunque ya cuenta con recursos humanos capacitados, tecnológicos y logísticos. En lo que corresponde a la fase de Legislación Ambiental, el país cuenta con una de las mayores colecciones de instrumentos legales del mundo, sin embargo, por su carácter general, doctrinario, la mayoría carecen de utilidad práctica, cuando la manera de hacerlos útiles seria conferirles especificidad a través de instrumentos locales –Ordenanzas Municipales y/o Decretos de las Alcaldías. Es evidente que la única opción con que cuenta el país para asegurar el bienestar y calidad de vida de la población, el rendimiento óptimo de sus recursos y cumplir las metas del desarrollo sustentable, es a través de la adopción de una política de estado para la Conservación Ambiental, comenzando desde los gobiernos locales, las alcaldías y Municipios, la cual debe apoyarse en la comprensión de cada realidad inmediata, en lo natural y lo cultural, para asumir, ejecutar y desarrollar sus cinco postulados básicos, bajo la premisa de la integración de los esfuerzos mancomunados del Estado y de la Sociedad Civil. Ya la vieja excusa de que no se contaba con suficientes técnicos entrenados para el efecto, tecnologías ni información, están superados y solo esperan que en los gobiernos locales se conciban, diseñen, organicen y se consoliden las infraestructuras político-administrativas necesarias para su puesta en marcha. Las dimensiones analizadas constituyen los puntos de apoyo sobre los que se sostiene el bienestar humano; cada una de ellas está inspirada por una serie de motivaciones y conformada por propuestas de orden filosófico, organizativo y operativo, cuyo conjunto es lo que va a determinar las exigencias mínimas del esquema de Ecología política de cualquier localidad, región o país.


hit9ter9@gmail.com


Esta nota ha sido leída aproximadamente 3811 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter




Notas relacionadas