Ser socialista, ser nazi-fascista: dilema de las izquierdas arrepentidas

En la feria del libro, próxima pasada, en Caracas (Venezuela), en el stand de los vascos, pudimos adquirir el título del autor francés, Gilles Perrault, “La Orquesta Roja” (Txalaparta. Navarra, 2013, pp. 648) cuyo contenido está, por orden de la censura establecida por nos, prohibida su lectura a las derechas criollas por contener “hechos históricos” que dañarían las psiquis tanto de ellas, esas derechas, como las de las izquierdas arrepentidas. Pero en nuestra amplitud democrática revolucionaria y chavista nos, copiaremos, textualmente, la carta de un condenado a muerte a su señor padre justo antes de ser decapitado por las huestes de las SS-Gestapo alemanas durante la 2da. Guerra Mundial en cárcel alemana. La carta en cuestión fue escrita por Walter Husemann “…ajustador, militante comunista, que escribió a su padre antes de ser decapitado…” (Idem, pág. 425) La carta en referencia reza como a continuación transcribimos:

“…Querido padre mío…
…Sé fuerte, yo voy a morir como he vivido: combatiendo en la lucha de clases. Es fácil llamarse comunista mientras no hay que verter la propia sangre. Sí se es verdaderamente comunista es la hora de la muerte la que lo prueba. Padre, yo soy un comunista. No sufro, padre mío, debes creerme. No lo seré dado a nadie verme flaquear. Hay que morir bien: éste es mi deber postrero. Enorgullécete de tu hijo, supera tu dolor: tú tienes todavía una tarea que cumplir. La debes cumplir doblemente, e incluso triplemente, porque tus hijos ya no están contigo. Pobre padre, feliz padre, que ha tenido que sacrificar a su ideal lo que tenía de más querido en el mundo. La guerra no durará siempre y tu hora llegará. Piensa en todos los que han seguido este camino y los que lo seguirán todavía. Y aprende eso de los nazis: cada debilidad se pagará con ríos de sangre. Por eso hay que permanecer duro. No lamento nada de la vida, sino quizás no haber hecho bastante. Pero mi muerte reconciliará a los que no siempre estaban de acuerdo conmigo. Oh padre, querido mío, mi buen padre, sí tan solo supiera que no te desplomarás a causa de mi muerte…Mantente duro, duro, duro. Es ahora cuando puedes demostrar que has sido en el fondo del corazón, siempre, siempre, un combatiente de la lucha de clases. ¡Ayúdale, Friede, respáldalo, sosténlo! No puede dejarse abatir. Su vida no es suya sino del Partido. Ahora mil veces más que antes. Es ahora cuando debe demostrar que su convicción no está fundada sobre un ideal romántico, sino sobre una necesidad inexorable…Cuida a Marta, es tu hija. Te ayudará a soportar mi desaparición. Transmítele mis pensamientos a todo el mundo, a todos los amigos, a todos los conocidos cuyos nombres no quiero citar. A cada uno de ellos le doy la mano con un profundo reconocimiento por el amor que me han demostrado…Moriré fácilmente. Porque sé por qué. Los que van a asesinarme sufrirán pronto una penosa muerte, estoy seguro. Manténte duro, padre, duro. No retrocedas. En cada instante de debilidad recuerdo la última exigencia de tu hijo Walter…Los que van a asesinarme sufrirán pronto una penosa muerte, estoy seguro…” (Ibidem, pp. 425-426)
Sin más palabras que anexarle a este documento histórico.

delpozo14@gmail.com



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