Cuento de Hadas: La araña peluda, una bicha bien buena

Érase una vez un muchachito pescador, un poquito maleducado pero a él le gustaba mucho trabajar y, aunque muy flacuchento, era osado y embustero llegado el caso que se justificara.

A la sazón entonces en su remota infancia él se puso a jugar encima del tren y bajo la borda del bote, con una arañita peluda bien buena, a la que había embaucado y llevado ahí, hasta que ella lo picó sin remedio; mas, ¿para qué remedio si era un veneno inocuo?

Él siempre esperaba lo oscurito para ir a jugar al escondido con la arañita tan bonita, en el lugar secreto, hasta que una bruja chismosa de esas que merecen cortarle el pescuezo y después enseñárselo, dio el pitazo y, más vale que no, se levantó un zafarrancho de mil diablos rayos y truenos hasta que la arañita desapareció por siempre, ya que su irresponsable y malvada familia la envió a otro planeta, donde según supe, que de todas todas le fue muy bien y para siempre.

El otrora muchachito -ahora anciano y medio atarantado- no lloraba nunca (en público) pero de vez en cuando jipeaba cuando el recuerdo lo asaltaba y para disipar, él iba a la rokola de Bejarano a poner discos de Pedro Infante hasta que entendió que un clavo sacaba otro clavo; desde entonces mucha agua ha pasado bajo el puente del río del tiempo y todo florece para unos y para otros, en sana alegría y felicidad.

A ese carajito le dieron una buena paliza entre varios alacranes, gusanos y demás alimañas del bosque pero con el tiempo ellos se hicieron panadería y hasta se reían del asunto.

Bueno, antes de decir ¡colorín colorao!, es de advertir que más vale una araña con pelo pero hay excepciones de la historia, y es que el Generalísimo Francisco de Miranda, gustaba de jugar con arañas peludas y hasta les ponía nombres, a cada una les quitaba un pelito y lo guardaba en un cofre donde según las malas lenguas tuvo una enorme colección; a muchas les puso el nombre de catalina e inclusive grande o pequeña, a una que era grandota le quitó un crespo bien bueno y lo perfumó antes de guardarlo.

¡Colorín colorao, este cuento se ha acabao!

Bueno, ahora al grano:

A propósito de la invasión de las arañas, más vale araña en mano que cien volando (porque de que vuelan vuelan, vuelan como una mariposa y pican como una avispa; aunque inocuas, son poderosas).

oceanoatlanticoguillermo@gmail.com



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Guillermo Guzmán


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