Hoy se cumplen 194 años de la gran chorreada de Santander

En 1825, el famoso jurista Miguel Peña se negó a suscribir el fallo que condenaba a muerte al oficial venezolano Leonardo Infante.

Hagamos un pequeño recuento de estos sucesos que pintan aún más el doble filo del carácter miserable de Francisco de Paula Santander. Se trata de un caso que motivó tantos tribunales, agitó hombres de leyes granadinos contra venezolanos y que en fin, fue lo que acabó con la Gran Colombia.

Allí se vio la transparencia nefasta que llevaban en sí mismos, aquellos, que el Libertador irónicamente llamaba los suaves filósofos. De un lado, Santander y sus secretarios Francisco Soto y Vicente Azuero, quienes iban a desatar una horrible guerra de intrigas e envidias contra el Libertador

A fines de 1824, fue asesinado en Bogotá un oficial de nombre Francisco Perdomo y el crimen fue atribuido al coronel venezolano Leonardo Infante. Algunos pintan a Infante como hombre de color, valiente, pero que por su mala conducta se había hecho odioso entre sus compañeros de tropa. Decían de él, que no veían en la ciudad sus increíbles hazañas, sino sus desordenados apetitos. Burlaba a uno, ponía espanto al otro, reía de todos, codiciaba a casadas, pagaba a celestinas y vivía en poblado con aquel desembarazo primitivo, brusco donaire y altivez salvaje de llanero. El odio de Santander contra Infante provenía del conocimiento que éste tenía de sus debilidades como militar durante la campaña que tuvo como fin la batalla de Boyacá. En pleno ardor de la batalla, Santander bajó y se ocultó en un puente para evitar pelear. Todo el mundo sabía que era muy mal militar y además cobarde. Su propio paisano, el doctor Camilo Torres lo calificó de tal cuando abandonó la campaña Admirable, por allá cerca de La Grita. Hasta el referido puente que hoy un emblema en Colombia de su gesta más heroica, fue Infante y tomándole por la solapa le gritó: ¡Ven y gánate como nosotros, las charreteras!, un gesto que nunca se lo perdonaría el cobarde Hombre de las Leyes, y fue esta razón por la que luego fusiló a este prócer venezolano.

Un punto más de referencia que suelen utilizar historiadores granadinos para tratar la Batalla de Boyacá son los documentos de Santander: Apuntamientos para las Memorias sobre Colombia y la Nueva Granada. Ya sabemos que las memorias de los políticos están llenas de mentiras, y que para eso se hacen, para que el interesado hurgue en los puntos más escabrosos de su existencia y quite los lunares que puedan afear sus acciones públicas y privadas. En una palabra: salvarse para la posteridad.

Uno de los segmentos más extraordinarios de la vida de Santander es el que va de 1817 hasta 1819. Doña Pilar Moreno de ángel (ya mencionada y de las que ha hecho una de las más densa y completa biografía de Santander), pasa muy rápidamente por esta etapa, llena de inventiva, sacrificios y fértil en acciones intelectuales y morales. Se encontraba Santander muy lejos del teatro de los abogados que más tarde le dañaron su intelecto, su moral, su reputación.

Por esa época descubre Santander, sin ataduras caprichosas de ningún tipo, la verdadera dimensión de Bolívar; volvió a reconocer cuán equivocado estaba cuando no quiso acompañarle durante la campaña del año 13; supo pulsar la calidad de su valor, de su desprendimiento, de su constancia y sabiduría; reconoció que era el único en tener una idea clara y organizada de la enorme misión a su mando.

Los resultados de la Campaña Admirable, aunque malos para doña Pilar, no los fueron tanto para don Francisco que acabó por refugiarse bajo la sombra firme y amplia de don Simón; sus caídas y triunfos, la infatigable lucha sostenida contra el invasor, el mismo fusilamiento de Piar y la forma severa como mantiene a raya a los llaneros, le hicieron ver que Bolívar era el hombre necesario para cohesionar los dispares elementos que reunían los irrefrenables doctores y los feroces caudillos.

De tonto Santander no tenía un pelo.

Páez no ofrecía seguridad, más que para sus intereses; eso lo conoció muy de cerca el prócer cucuteño. Páez era un mañoso llanero, cruel y receloso, imposible de dominar y someter a razón alguna. Santander reconoció que nada podía conseguir, que no fuera la muerte, bajo las órdenes de tan peligroso beduino.

¿Quién iba a imaginar, que este tramposo personaje acabaría por convertirse en el sostén más recio de las aspiraciones políticas y terrestres del Señor de las Leyes?

No deja de ser significativo que Páez fuera el patriota que puso más obstáculos a la campaña para liberar a la Nueva Granada, pues fue de los malandrines y follones que interceptó a la comisión que bajo las órdenes de Santander se disponían a organizar el proyecto emancipador en los llanos; que se negó a acudir a la región de Cúcuta como se había acordado dentro de los planes de aquella extraordinaria gesta; no obstante, para los señores liberales, Páez a la vez fue una especie de héroe regenerador del nacionalismo granadino, el capitán victorioso que dio al traste con las aspiraciones de la unidad continental que tanto procuró para nosotros el Tirano en Jefe.

En el capítulo XIII de su libro (doña Pilar), titulado La Campaña de la Nueva Granada: Alborada de la libertad, hablando sobre la marcha que muy pronto se haría a la Nueva Granada, a través de los gélidos páramos y para que se apreciara cómo devino Santander en Organizador de la Victoria, echa mano de las Memorias del eximio cucuteño, que yo debo transcribir tal cual como ella lo expone, haciendo entera justicia a la verdad de los hechos:

En la traducción que recientemente se ha publicado en esta ciudad comienza diciendo Santander en sus Memorias del artículo Colombia de la Enciclopedia Británica1, se ha hecho ya mención de un hecho importante, que hubo interés de parte de Bolívar en no mencionar, y del cual existen testigos oculares2. Ocupado Paya por mi división, la de retaguardia vivaqueó en el llano de Miguel con el cuartel general, por no haber podido las tropas venezolanas marchar hasta dicho Paya. Con el capitán Freytes, edecán de Bolívar, recibí carta de éste llamándome al expresado vivaque para conferenciar sobre la posibilidad de continuar campaña hacia Santafé: me sorprendió, como debía, esta novedad y la participé inmediatamente a los jefes de los cuerpos de mi mando, exigiéndoles me dijesen con libertad su parecer para que me sirviera de regla en dicha conferencia; los coroneles Joaquín Fortoul, Antonio Arredondo, José María Cancino, y los mayores Joaquín París y Ramón Guerra con la más firme resolución me respondieron, que preferían una muerte segura en la proyectada operación contra los enemigos dominadores de la Nueva Granada, que retroceder a los llanos, y que la división sola debía seguir adelante.

El capitán de mil batallas, don Simón Bolívar, el tildado de vivir en las malditas e irrefrenables correrías por el continente americano, El Demonio capaz de arrostrar las más formidables adversidades, ¡vacilaba!; él, dios de los ejércitos (quien de la nada había sostenido el nombre de una república) proponía dar marcha atrás en uno de sus proyectos más gloriosos. El Hombre de las Dificultades, el loco que en traje indígena, a las orillas del Orinoco, prometió cruzar la Nueva Granada, Ecuador y Perú en una odisea de creatividad, ingenio y grandes determinaciones políticas: fundando y hermanando pueblos, que los españoles y los mismos granadinos, como Nariño, por su coraje hasta Satanás lo llamaban; este hombre definido demente por Mancini, dado el frenesí de sus obsesiones y despiadadas marchas, ¿de pronto le tiembla el pulso y propone retroceder?

Él, temible soldado, creador del Decreto de Guerra a Muerte, ejecutor de la Campaña Admirable, mandamás de los llanos, el que estaba dispuesto a utilizar hasta a los muertos en defensa de la patria, resulta ahora que dudaba en medio de los abismos de la cordillera andina. ¿Qué impulsó a este temperamento que se llamó, insisto, a sí mismo y no por pura vanidad el HOMBRE DE LAS DIFICULTADES, ducho en el arte de sufrir las más crueles batallas del espíritu, para retroceder en las alturas de Paya? ¿Era cobardía? ¿Alguna vacilación antipatriótica, miserable debilidad?, ¿falta de carácter?

¡Qué ironía Señor!, Santander, quien habría de morir ahíto de diatribas, atribulado por los cólicos biliosos que provocan los insultos y las calumnias; congestionado su cerebro por el infernal lío de sus contradicciones; lanzando bocanadas de denuestos a sus oponentes, lacerado su corazón por la burla con que muchos de sus antiguos camaradas lo enfrentaban; adiposo, cargado de pesadillas, impotente por hacerse oír y respetar como ansiaba; ese ser atribulado por las funciones de bufetes y los miserias de partidos, chismes y rumores; envenenado por los consejos de mil locos incendiarios, es hoy para la clase a la que pertenece doña Pilar Moreno de Ángel el Organizador de la Victoria, el salvador del pueblo granadino, el visionario que hizo rectificar a un Bolívar vacilante y confuso, una vez que había culminado el ascenso de los Andes.

¿Fue acaso este mismo señor Libertador Simón Bolívar el mismo que en lugar de escoger la vía del puerto de Buenaventura para marchar al Sur, como lo hizo Sucre, decide, por cobarde hacerlo dándole la cara a las huestes pastusas, atravesando el terreno escabroso de una sierra diez veces peor que las cornisas infernales de Pisba?

Más bien, encontramos al futuro Hombres de las Leyes asegurando en el Boletín del 8 de agosto lo siguiente3:

...no añadiré otra cosa sino que el General Bolívar, presente en todos los puntos de acción, dio órdenes precisas para hacer brillar el valor de las tropas, el esfuerzo de los jefes y oficiales y terminar de una vez la obra que había tomado a su cargo.

Concluyo: si no fuera por el interés de hacer algún mal a la figura del Libertador, Santander no habría echado mano de este recuerdo. ¿Por qué hacerlo? ¿Qué necesidad, más todavía, tiene doña Pilar en presentarlo? ¿Qué ganamos con herirnos mutuamente? ¿No insistía el Hombre de Las Leyes, que él, en su viaje por Europa, jamás había dicho nada inconveniente contra el Libertador? ¿Por qué nunca antes (me refiero a los años inmediatos que siguieron a la Batalla de Boyacá), dijo o dejó constancia escrita de este incidente? Este cargo es exactamente el mismo que le echó en cara Santander al general Eusebio Borrero cuando éste último le criticó en el Congreso que había mandado a asesinar a José Sardá y a Mariano París; le molestó con mucha razón a Santander el que Borrero no le hubiera hecho estas críticas siendo él presidente de la república. Contundente fue el Hombre de las Leyes cuando se preguntó: ¿No ocupó el señor Borrero un asiento en la cámara de representantes en las sesiones de 1834 y 1835?¿No era entonces, en que los sucesos estaban recientes, la ocasión más favorable para haber levantado su voz en cumplimiento de un deber sagrado y promovido una acusación legal? Pues, este mismo argumento cabe para echarle en cara, ¿por qué no le dijo al Libertador en el momento debido, esas críticas que tardíamente vino a estampar en sus memorias?

Lo que me asombra es que doña Pilar, ahora, cuando existen cantidades de documentos que clarifican en todos sus aspectos la Campaña de 1819, tome, según digo, como determinantes y definitivas las expresadas por su ídolo en sus Memorias. Quisiera saber, cómo podría arreglárselas doña Pilar para explicar el hecho siguiente: Bolívar tenía entre sus planes pasar el Arauca, venir a Pore y reunirse con Santander. Esta era una marcha que debía hacerse con la mayor celeridad ¡y por las vías menos conocidas!Lo fundamental era caer sobre Tunja y hacerlo por sorpresa. Estaba en los planes de aquella invasión hacer creer a los españoles que se iba a invadir por los valles de Cúcuta para distraer un grueso de la división del general La Torre, haciendo que a éste le fuera imposible dar ninguna clase de ayuda a Barreiro.

De tal modo que Bolívar hizo correr la voz desde Mantecal, que marchaba sobre los valles de Cúcuta para batir las fuerzas del general La Torre, y se encaminó para Guasdualito; y luego de dar órdenes a Páez para que con mil hombres amagase sobre la provincia de Barinas y Cúcuta, mientras él seguía camino de Casanare, ¿qué sentido tenía, devolverse, luego de haber escalado tremendas alturas con más de 2.500 hombres, para atacar precisamente por donde Bolívar había ordenado prevenir a las tropas españolas?

Entre las quince instrucciones dadas a Páez tenemos las siguientes:

Marchar hacia Cúcuta con la columna de caballería situada en Guasdualito, para llamar la atención del enemigo por aquella parte; cortar sus comunicaciones con Venezuela y mandar partidas hacia Mérida.

Ante todo, el enemigo debía ignorar dónde se iba librar la gran batalla, y para ello el Libertador hacía creer al enemigo que se preparara a la vez en muchos puntos, de modo que no fuera tan fuerte en todos ellos. En este caso, con el uso de espías y contra-espías había hecho correr la voz que se invadiría por Cúcuta, y no podía, por tanto, desviarse del camino tomado y caer por donde más se le esperaba. Se había hecho movilizar a Morillo en un frente formidable que lo debilitaba por doquier; no era capaz de saber por dónde iba surgir un cuerpo de temibles lanceros, de dónde una fuerte caballería o infantería, y estaba angustiado, y disperso. El único punto fortificado era el de la región de Tunja.

No debo usar cientos de documentos que sobre esta campaña se han escrito y que por sus expresiones contra Santander son ofensivos. Mi único interés es atenerme a las referencias que toma doña Pilar para presentar la historia y hacerle los comentarios que considero atinentes a los casos que ella presenta.

La batalla de Boyacá va a producir un giro de ciento ochenta grados en la política provechosa y vilmente interesada de los norteamericanos hacia nosotros. Iban a dejar de ser los gringos meros neutrales para considerar seriamente en reconocernos como Nación independiente; lo que demuestra que frente a los gringos sólo la fuerza, el carácter decidido y determinante es lo que los detiene en sus pérfidas políticas colonialistas. Esta visión profunda la trasmitirá el Libertador el 25 de mayo de 1820, a José Tomás Revenga, su secretario general (posteriormente Ministro de Relaciones Exteriores y Ministro de Hacienda):

Jamás conducta ha sido más infame que la de los norteamericanos con nosotros: ya ven decidida la suerte de las cosas y con protestas y ofertas, quien sabe si falsas, nos quieren lisonjear para intimidar a los españoles y hacerles entrar en sus intereses. El secreto del Presidente (de los Estados Unidos) es admirable. Es un chisme contra los ingleses que lo reviste con los velos del misterio para hacernos valer como servicio lo que en efecto fue un buscapié para la España; no ignorando los norteamericanos que con respecto a ellos los intereses de Inglaterra y España están ligados. No nos dejemos alucinar con apariencias vanas; sepamos bien lo que debemos hacer y lo que debemos parecer.

Yo no sé lo que deba pensar de esta extraordinaria franqueza con que ahora se muestran los norteamericanos: por una parte dudo, por otra parte me afirmo en la confianza de que habiendo llegado nuestra causa a su máximo, ya es tiempo de reparar los antiguos agravios. Si el primer caso sucede, quiero decir, si se nos pretende engañar, descubrámosles sus designios por medio de exorbitantes demandas; si están de buena fe, nos concederán una gran parte de ellas, si de mala, no nos concederán nada, y habremos conseguido la verdad, que en política como en guerra es de un valor inestimable. Ya que por su anti-neutralidad la América del Norte nos ha vejado tanto, exijámosle servicios que nos compensen sus humillaciones y fratricidios. Pidamos mucho y mostrémonos circunspectos para valer más...

1 Esta nota fue elaborada por el mismo Santander cuando estuvo en Europa. Luego, el doctor Lorenzo María Lleras la presentó en su estilo. Dice José Manuel Groot: cuando el general Santander estuvo en Europa por causa del 25 de setiembre, suministró un largo artículo para la Enciclopedia Británica, que se publicó bajo el rubro de "Colombia". Ese opúsculo fue traducido en tiempos posteriores por el doctor Lorenzo María Lleras en Bogotá, agregándole algo más en el sentido calumnioso del texto, relativo a la vida del Libertador (Obra ya citada, p. 546). ¿Cómo interpretar esa obsesión y casi enfermedad que tenía Santander en escribir artículos cuya autoría adjudicaba a otros? ¿Por qué sencillamente no escribió: En la traducción que recientemente se ha publicado de un artículo titulado Colombia, que yo escribí estando en Europa, mientras cumplía el ostracismo que me impuso Bolívar, etc.?

2 Debió añadir: de toda mi estimación y confianza.

3 Archivo de Santander, Tomo II, p. 51.

 



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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