Sobre fascismo

Los contendientes

                                                        I

Dentro de la envoltura de mentira en que se mueven los sectores dominantes en las formaciones sociales es característica la negación de sus hechos y el endoso de sus aberraciones, y así lo confirma a cada paso el oposicionismo vernáculo, por lo que obliga siempre a llover sobre mojado.

         La asonada golpista de abril 2002 es imaginaria, o quien la perpetró fue el presidente Chávez; los lock-outs sediciosos fueron clásicas huelgas proletarias; el golpe-sabotaje petrolero, una justa protesta de meritócratas; las guarimbas, una diversión de efebos; la traída de paramilitares colombianos, simplemente no sucedió; el drenaje de arrechera de abril 2013 y su cauda de destrucciones y asesinatos, tampoco. Y otros etcéteras. 

         Asimismo, los hechos y realizaciones gubernamentales no existen, el país está aislado, se regalan recursos, no hay libertad de expresión y sí persecución, dictadura, ¡fascismo!, y cada elección, aunque sea con el reconocido mejor sistema del mundo, es fraudulenta. Un retrato –salvo en cuanto a la calidad del sistema electoral– del cuadragenio adecopeyano del que son herederos nostálgicos.

         ¡Fascismo! Un manotazo lanzado desde el espejo, apogeo de la condición de mentir porque se trata de la aberración máxima, del hecho criminal mayor de cualquier clase dominante en cualquier época de la historia.

         La cuestión clave es precisamente su carácter de clase. Cualquiera que sea la forma en que surja y se presente, el fascismo es una manifestación de los intereses esenciales de los grupos más encumbrados de predominio social bajo el temor de la revolución. Desde el poder, en su forma clásica, como dictadura terrorista abierta, y en su forma actualizada –el imperialismo yanqui su mayor exponente–, como grotesca y letal mezcla de sus elementos definidores con “democracia” de estilo; y fuera del poder, como tendencia o movimiento que aspira implantar ese terror y actúa en consecuencia.      

Una modalidad es la tercermundista (que el bloque imperialista-oligárquico impone donde puede en caso de requerirlo), la cual une a los infames rasgos típicos la abyección de la dependencia semicolonial.

                                                       II

Por supuesto, como todo hecho sociopolítico, los fascismos están sujetos a peculiaridades nacionales e históricas. Hay importantes diferencias de forma entre el italiano, tenido como original, el nazismo, que potenció toda la infamia, y los otros, que malflorecieron en los diversos continentes. Pero en lo esencial, en el contenido de clase, son idénticos.

         ¿Por qué no se originó en las “democracias” de capitalismo desarrollado? Porque eran potencias coloniales y fueron las vencedoras en la primera guerra mundial, con lo que sus burguesías pudieron conjurar la miseria y combatividad de las masas y el temor a la revolución bolchevique y así mantener su apariencia democrática, lo que no les fue posible a las burguesías derrotadas, que habían llegado tarde al reparto del mundo y buscando caminos de revancha vieron en el fascismo un modo de hacerse fuertes y prepararse para retornar por su “espacio vital” y sus apetitos imperiales. No obstante, en esas “democracias” no dejó de haber movimientos fascistas.

         Aquí es oportuno señalar que el fascismo nace sobre los hombros de la pequeña burguesía (mejor “capas medias”) y sectores proletarios inficionados de esa mentalidad, ante la desastrosa situación de la posguerra y la mistificación de un demagogo, que ilusionó mezclando su origen político socialista, la demonización del marxismo cuyas ideas tremolaba la Rusia revolucionaria, la promesa de reconquistar la grandeza pasada y las necesidades de un pueblo que tenía las perspectivas destrozadas. Batió todo eso y salió el engendro. Más tarde, con el acuciante añadido de la crisis que estalló el 29 y el miedo exacerbado a la revolución, se dio en Alemania con el máximo de criminalidad.

         Según Gramsci, “la pequeña burguesía y los intelectuales, por la posición que ocupan en la sociedad y por su modo de existencia, se inclinan a negar la lucha de clases y por lo tanto están condenados a no comprender nada del desarrollo de la historia”, la cual, en virtud de ello, les juega malas pasadas, como las aquí vistas. Naturalmente, la referencia cubre fracciones y no la totalidad del indicado sector social, de cuyo senosuele surgir tambiénuna porción de militantes del campo revolucionario, algunos en grado de eminencia.

III

Los teorizantes burgueses, por supuesto, poco quieren saber (de palabra) de clases, combates sociales, derechas e izquierdas y esas cosas, pero su propósito básico es proveer ideas para preservar la dominación clasista y extirpar la amenaza revolucionaria. De ese modo ponen en liza tres contendientes: “democracia”, fascismo y “comunismo”, la primera enfrentando a los otros dos, agrupados bajo el cognomento de “totalitarismo”.

         Al suprimir el carácter de clase queda una burda falsificación, paradisíaca para la burguesía, que se proclama dueña de los valores democráticos. Pero la verdad irrebatible es que el fascismo es suyo y no puede quitárselo de encima, por lo que ha ocurrido y por lo que está ocurriendo: cada vez más se entrelazan democracia burguesa y fascismo y oprimen con brutalidad sin límites pueblos y naciones, dejando en creciente evidencia que solo la lucha organizada y revolucionaria de los bloques populares clasistamente conscientes, puede salvar de la explotación y el sojuzgamiento a la inmensa mayoría de la humanidad y de la extinción de su capacidad vivificante a la Tierra.

Los enfrentamientos entre “democracia” y fascismo han obedecido a las contradicciones interimperialistas y a la existencia(menguante) de algunos sectores del complejo de dominación que rechazan al segundo.

         El “comunismo” que aquellos teorizantes presentan no es el que vienen soñando los explotados desde lo profundo de la historia (v.gr. los esenios) y cuya expresión más noble diseñaron Marx y Engels como guía para la acción. Se trata de la infortunadamente frustrada experiencia soviética, que cayó porque la desviación estalinista le truncó la autenticidad. Y aprovechan los enemigos para llenar de ignominia el concepto e infamar alos grandes creadores del socialismo científico.

         Lo que de la URSS permitió que los burgueses hagan gárgaras con ella, es igualmente condenado por los revolucionarios auténticos del mundo; pero éstos perciben también que el experimento soviético dejó enormes saldos positivos, en logros humanísticos, en muestra de caminos para andar y para desechar y en aportes a la derrota del nazifascismo y a la lucha contra el colonialismo, el imperialismo y el capitalismo.

Nunca hubo tres, sino dos contendientes. Explotadores y explotados.



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Freddy J. Melo


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