Esta sociedad que sufrimos

Alguien me dijo en días pasados que no llorara por los desencuentros que he padecido en los últimos tiempos en mi entorno personal, porque el problema se repetía en todas partes.
No lo dudo.

Este insólito fenómeno que vivimos ha abierto un abismo donde antes existían lazos filiales y fraternos. Lo peor es que las rupturas no han sido producto de que hemos dejado de querernos, como suele suceder entre parejas, o porque ahora tenemos otros intereses laborales o proyectos individuales, que enfrían las amistades y cambian los escenarios.

No. La brecha que se ha abierto es ideológica. Pero más triste aun, mientras más banales nos lucen los argumentos del contrario, como aquel que dice que antes éramos felices y no nos habíamos dado cuenta, o cuando consideramos más absurdo lo que escuchamos, como la repetida idea de que vamos camino a una "cubanización" de nuestra sociedad, asumiendo que tal cosa fuese posible en un país capitalista y consumista como éste, más agrias son las disputas. A mayor disparidad de argumentos, más profundo es el barranco.

Intentar razonar contra las emociones es imposible. Es un convencimiento propio. Pero de allí a ver el pequeño universo familiar y social trastocado por pasiones que nos eran ajenas hasta hace poco, por convicciones que no tienen nada que ver con lo que siempre hemos sido, por sentirme señalada y acusada por pensar diferente al medio en que vivo, requiere de una fuerza interior que ha obligado a una indeseada separación de personas queridas que alguna vez fueron importantes, muy importantes. Es un precio muy alto éste que estamos pagando quienes nos hemos atrevido a romper esquemas y a pretender soñar con un mejor país.

Pero seguimos aferrados a la idea, y ahora paso a hablar en colectivo, de que sí es posible acabar con las desviaciones de los corruptos de ayer y de hoy; de que es imprescindible, ahora más que nunca, pasar la escoba y limpiar bien profundo para que no sigamos sufriendo vergüenza por los vagabundos empeñados en pegarse a un proyecto que no es suyo. Sólo ese objetivo final, alcanzado sin desviaciones, podrá justificar mañana la pérdida de los afectos que se quedaron en el camino. Yo te invito, Carola, a tomarte un café conmigo...


Mariadela Linares
Mlinar2004@yahoo.es


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