Chávez: un mar de logros


No sería una presunción absurda si sostenemos que, desde siempre y hasta ahora, los mares han sido testigos de sucesos memorables en la historia de los hombres y las mujeres; o más precisamente en la historia de la historia, como reflexiona el escritor José Pablo Feinmann: a modo introductorio en uno de sus tantos trabajos sobre el peronismo, el intelectual argentino enseña que la historia a secas no “es la historia del Ser”, sino que es “la historia de la pasión de sus protagonistas”.

Y entre mares y pasiones --con asociaciones un tanto particulares y revestidas de cierto misticismo--, estas líneas intentarán sacarle punta a los méritos conseguidos por el líder de la actual Revolución Bolivariana, formalmente en acción desde febrero de 1999.

Días atrás, un grupo de pescadores de Nueva Esparta (único estado insular de Venezuela) homenajeó al Comandante Hugo Chávez por su rol protagónico en el renacer de la actividad pesquera venezolana. ¿Un acto conmemorativo más de los que hubo y que vendrán? Error. Hay mucho más por descubrir detrás de bambalinas.

Entre las nasas y el cebo, ya de movida, queda al descubierto una obviedad histórica: en los principios de la humanidad, la pesca estuvo --y aún perdura-- entre los modos más eficientes de la civilización para ganarle la partida al hambre. En palabras técnicas: fue la pieza clave de la subsistencia en los tiempos remotos. Sin embargo, en el mundo moderno, estas cruzadas por satisfacer las necesidades más elementales continúan exhibiendo aristas puntiagudas para con los más pobres. A tal punto que, según indica Naciones Unidas, los más infortunados del globo apenas sobreviven con “el 1,4 por ciento de la riqueza global”.

Obstáculos duros de esquivar; tan difíciles como los de aquellos pescadores de alta mar que deben sortear el traqueteo de tempestades eléctricas, vientos ciclónicos y huracanados, repartidos en las dos terceras partes del Planeta.
Pero dueño de esa sabiduría pescadora que tan bien retrata Ernest Hemingway sobre el final de su novela El viejo y el mar, Hugo Chávez vio más allá del muelle en su Venezuela. Logró advertir que los históricamente desvalidos de su país --aquel Pueblo de corazón humilde semejante al de aquellos pescadores nazarenos del siglo I-- eran privados de embarcarse a los navíos del buen porvenir, delegados entonces para unos pocos. Mantuanos, aristócratas si quiere, al timón de la abundancia.

Hábil para el saqueo, aunque sin parche al ojo ni garfio en mano, la piratería organizada de los viejos tiempos (dirigencia política con el aval de Washington) se encargó durante años de acusar aguas muertas. Mientras, a contramano de su discurso inverosímil, sus redes desbordadas tensaban a causa de tantas perlas finas y peces ahogados en el mar de oro crudo. En números concretos, y pese a quien le pese con cálculos transparentes como las aguas del Mar Caribe, los índices de pobreza general por hogar en Venezuela, en 1998, trepaban a un 43,9%. Desde entonces hasta acá, las políticas sociales del chavismo alcanzaron una reducción de 20 puntos porcentuales. Y qué mejor para reforzar esta redistribución titánica que trayendo a colación un mítico proverbio chino:
"Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día; enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida."

Por donde se lo mire, el mérito de la Revolución Bolivariana es doble: como requería el profundo desbande que presentaba Venezuela en 1999 --todavía hambreada por la ola corruptiva de Marcos Pérez Jiménez y la posterior y larga “transición democrática” del puntojismo--, Chávez primero debió alimentar a su Pueblo. En el ínterin llevaba adelante un esquema para sanear por completo las aguas enturbiadas por militares y el bipartidismo funcional a los poderosos de siempre, abroquelados en la Acción Democrática y el COPEI.

No sin mucho esfuerzo, la cosecha fue prematura. No por nada, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) celebró los logros nutricionales de la Revolución Bolivariana: de acuerdo a esta entidad, alrededor de cinco millones de venezolanos en la actualidad se benefician de una alimentación asistida por el aparato estatal (como por ejemplo meriendas o comidas gratuitas). En tanto, otras 14 millones de personas acceden a los alimentos a bajo costo que facilitan los distintos programas oficiales.
Como sea, Chávez no hizo la vista gorda al eje central del proverbio chino. En virtud de enseñar el arte de la pesca para que el Pueblo se valga de sí mismo, calibro la mirilla en una educación igualitaria, para todos. Tanto es así que Venezuela destina más del 5% del PIB en la Educación y rápidamente fue declarada por la UNESCO como Territorio Libre de Analfabetismo. Ya hablemos de educación inicial, básica, media o universitaria, en el país de Bolívar la educación es gratuita en un 100%, un verdadero hito en un continente donde en la mayoría de países predomina la rentabilidad de unos pocos por sobre la educación de muchos.

Ante este profundo cambio, las aguas se bifurcaron. Y si se observa la separación de las aguas en el Mar Rojo que inmortaliza el Éxodo bíblico, aquí también han quedado por un lado los humildes y, por el otro, los poderosos. Y si pretendemos seguir por un cause de misticismos y creencias, el líder contemporáneo de los humildes (como Pedro al ser llamado por Jesús en el Evangelio de Lucas) también debió convertiste en pescador de hombres; pero en estos tiempos, vale la aclaración, de hombres empresarios. Y como le suele ocurrir a quienes deciden enfrentar a los dueños del pastel, el comandante fue perseguido. Medios de comunicación, cipayos, corporaciones y alta jerarquía de la Iglesia, quisieron hacerlo naufragar, hundirlo. Quizás el punto álgido de esta persecución quedará enmarcado en 2002. En abril de eso año, Fedecámaras y la manipulación de un aparato mediático embebido de intereses ayudaron a colocar en la Presidencia, por apenas horas, al entonces gobernante de facto Pedro Carmona Estanga. Duró poco. Y lo mismo irá a suceder, como ya viene pasando, con cualquier otro intento destituyente. El Pueblo, la gente de bien, no puede ser engañada. Sabe, y ya nadie podrá evitarlo, que Chávez capitaneó el acorzado de los humildes hacia aguas mansas. Los comprometidos por una causa justa luchan incansablemente hasta el último aliento; ganan y no perecen. Tampoco se hunden, viven para siempre. Como Hugo, el Comandante, el Padre de la Patria Grande contemporáneo...¡son eternos!

rios.agustinj@gmail.com



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