De debates y morochas

Uno de los grandes defectos del llamado "socialismo real" fue la intención de imponer un pensamiento único (la “línea” del partido) y la omnipresencia de una estructura burocrática, colonizando todos los espacios de la sociedad. Ello degeneró en la conformación de una nueva burguesía en el poder que se hizo groseramente rica y que pretendió eternizarse por medio de un aparato policial represivo y antidemocrático.

El mundo no es, nunca lo ha sido, en blanco y negro. La naturaleza es el reino de la diversidad. Es una de las cosas que me gustan de lo que pasa en Venezuela: se está intentando adelantar una revolución dentro de un debate abierto en toda la sociedad. Por eso, lejos de molestarme, me complace la profusión de manifestaciones callejeras de todo tipo, tanto de opositores como de afectos al proceso revolucionario. El día que el pueblo se vaya para sus casas y deje el destino del país en manos de la burocracia estatal, adiós revolución, tal como lo demuestra la experiencia histórica.

En mi opinión, el debate entre los seres humanos jamás se acabará. Pensar lo contrario sería imaginar un mundo unánime, sin tendencias artísticas o científicas, sin diferencias conceptuales, sin dialéctica; es decir, un mundo imposible. Lo que sí deseo, al menos en mi país, es una elevación en la calidad de ese debate.

Nunca seré gobernador, alcalde, diputado ni concejal. No me gusta el poder político, prefiero el poder comunicacional, el poder social. Creo que ello se aviene mejor a mi condición de poeta e intelectual. Será por eso que me incomoda un poco ver en los días recientes tanta diatriba por los cargos de elección popular. La misma gente del proceso habla sólo de trampas y de puestos, y en los discursos se siente poca profundización ideológica, poco aliento estratégico. En ese sentido, debo decir que no estoy de acuerdo, en principio, con algo como las morochas, porque afecta la participación de las minorías. Sin embargo, voté por ellas ¿Por qué? Porque yo no estaba eligiendo a nadie en particular, pues ni siquiera conocía a los candidatos.

Voté por una opción política, tal como lo hizo la mayoría de los venezolanos que sufragaron tanto por el gobierno como por la oposición. Voté por el gobierno, por el proceso revolucionario, y no por los señores que resultaron electos con mis votos y por los cuales no pongo mis manos en el fuego, porque que de cosas hemos visto en los últimos años. Ahora bien, creo que el debate debería orientarse más bien hacia el carácter del poder local y su relación con el poder popular. Ese eslabón social, el encadenamiento de esa dupla tan necesaria a la democracia nueva, es nuestro asunto más acuciante en lo que se refiere a los Concejos Municipales y a las Juntas Parroquiales. Lo demás se me parece demasiado a las discusiones del pasado.


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Néstor Francia


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