Hugo, vivo un tiempo entreabierto a la mano de las estrellas

Tal vez nunca nos dimos cuenta absoluta de cuánto significabas para cada uno de nosotros. Quizá la amplitud de tu horizonte jamás se develó plena ante nuestros ojos que tanto anduvieron a tu lado, por cada gota de polvo, en cada calle, en cada hora incansable.

La grandeza y la virtud no están en el cuerpo que se habita, son hijas de la bondad humana que se concreta en cada huella, en las sonrisas de quién triunfa; en las lágrimas por quien sufre a nuestra distancia, que aunque lejanos estén, sus dolores también son nuestros; en la mano que extiende generosa, pródiga de amor. La grandeza y la virtud de los hombres y mujeres no se van con sus cuerpos, queda expandida como testimonio de vida de los pueblos.

Pero ahora que no podemos tocar tu mano… ¿Con cuál arcano podemos conjurar la garúa sobre la tierra seca? ¿Cómo hará el aire para evadir el peso del vacío que lo acecha, en cada recodo, en cada calle, entre pecho y espalda?

Siento que la hora que respiro no es el tiempo de las cenizas. Hoy parados sobre nuestras propias huellas, no dejaremos de ser “nosotros mismos, en nosotros mismos”. No debe regresar jamás el tiempo del vacío en la mirada y los rostros sin identidad propia.

Luego de este corto camino recorrido, hemos aprendido a amar, por sobre todas las adversidades, lo que nos pertenece; a cultivarlo para despertar felices al siguiente día y seguir luchando en ese largo camino que aún falta por andar, y en el que tú hacía rato habías tomado la delantera.

Qué extrañas son las cosas: ahora te observamos a la distancia (puro y lejano) y sin embargo, no nos sentimos solos.

Raro crepúsculo el tuyo que lo que hace es anunciar más y más amaneceres. Los surcos están abiertos, anchos están, arropando las semillas que lento germinan buscando el sol.

Nada será igual, es verdad, habrá un espacio vacío, una pregunta sin respuesta, la búsqueda de una imagen. Pero encontrarla no será difícil, tan solo con ir a un campo y mirar un camino, sentarse a ver los niños que salen de las escuelas, en la libertad de nuestras manos… Ahí estarás, como caminando sobre el tiempo, y tu presencia aliviará el peso, nos dará fuerza y será el estímulo para ser mejores seres humanos cada día al despertar.

Sigo pensando que no era el momento de alejarte. Es un viaje inoportuno el que acabas de iniciar. Acá donde nos dejaste solo nos queda abrir las ventanas, de par en par, dejar que entre el sol y atraviese la umbra. Eso harías tú, estoy seguro, aplacando todas las dudas que sobre la tierra caen, y haciendo del amor la única llave vencedora de cualquier cerrojo, uniendo a toda la América sin levantar guerras. Así fue como te hiciste el culpable de tanto amor.

Miro un pedazo de cielo y agradezco: vivo un tiempo entreabierto a la mano de las estrellas. ¿Qué importa ya la quebradiza naturaleza de nuestra piel? En nuestros corazones vive la libertad de nuestros abuelos indios y la nobleza rescatada en los cantos negros que arrullaron la agonía de Bolívar. Ya nunca se irán, son nuestros para siempre.

Ven, hazte presente cuanto antes; ya no estará el trueno de tu voz, lo sé, pero hazte la verdad en nuestros labios; conviértete en la disciplina que guíe nuestros actos; hazte madera y montaña que nos recuerde a cada instante que aún hay muchas vidas por salvar; pregúntame bajito al oído: ¿qué harás para honrar la vida justa y plena?… Me detendré a pensar, te recordaré y seguiré tus huellas.



Padronh77@hotmail.com


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