El Socialismo como cultura

Sin someternos a la siempre, necesaria e impostergable, temática de las definiciones, lo que intentaremos aquí apunta a enumerar, por lo menos, a nivel de un boceto, un conjunto de reflexiones sobre el Socialismo como Cultura. Ello conduce a implicaciones de tremendo compromiso histórico, cuya teoría específica orientará una práctica concreta. La tarea al parecer conduce a intentar, de una manera u otra, la elaboración de una teoría cultural revolucionaria. Es indudable que para Carlos Enrique Marx, la práctica es la razón primera y última de cualquier transformación histórica-social. ”Para Marx…la práctica era el criterio último del conocimiento”.

A través de la Tesis sobre Feuerbach precisa tal postura definitoria y conceptual. Hace referencia Marx a “la importancia de la actuación revolucionaria, práctico-crítica” (Tesis I). Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad…la terrenalidad de su pensamiento” (Tesis II). “La vida social es esencialmente práctica” (Tesis VIII). La coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria (Tesis III), sólo para citar algunas. En consecuencia, resulta definitoria la práctica no obstante ésta debe estar orientada por una teoría y ello pide poner al máximo las fuerzas productivas creadoras porque hoy “lo propio es superar a Marx realizándolo”.

Un contexto social históricamente determinado es una época, en cuyo tiempo delimitado confluyen estructuras (sociales, modos de producción e instituciones) y culturas (comunidades étnicas y su cosmovisión). Dentro del anterior marco enumeramos las afirmaciones elaboradas por el sociólogo sueco Goran Therborn, docente de la universidad de Gothemburg, Suecia, quien ha escrito sobre el futuro de la tradición marxista, a propósito de considerar al Socialismo como Cultura:

Primero. Una cultura proporciona a sus miembros tres elementos básicos: una identidad, una percepción del mundo (una forma particular de conocimiento) y un conjunto de valores y normas. Las estructuras institucionales, a su vez, se establecen para proporcionar recursos y para reprimir, distribuir poderes y sujeciones. Segundo. El socialismo fue una cultura de la identidad; ante todo una identidad de clase (la clase obrera) Pero el autor también hace referencia a otras y numerosas formas de identidad: con el pueblo, los oprimidos, el movimiento obrero, la revolución y más tarde la referencia al Partenón socialista. Tercero. Además, el socialismo fue una identidad sustentada en las credenciales de afiliación, en los universos de comprensión y los símbolos: la bandera roja y otras imágenes menos universales como la estrella roja, la hoz y el martillo o la rosa roja, La Internacional y otros cantos, el saludo con el puño izquierdo alzado. Cuarto. La teoría socialista, en general, y el marxismo, en particular, brindaron elementos claves para una cultura cognoscitiva socialista. Por un lado, una explicación de la injusticia y de la desigualdad basada en el funcionamiento del capitalismo y del imperialismo, en términos de clase, de gobierno clasista y de explotación. Por otro lado, abrieron una perspectiva histórica que apuntaba hacia la posibilidad de un cambio inherente al desarrollo mismo del capitalismo. Y luego, crearon una concepción del agente histórico y social que se centraba en la capacidad y en la fuerza colectiva(s) de los explotados, los oprimidos, los dominados.

Cinco. Los valores socialistas fundamentales son los de igualdad y solidaridad. Estos dos bienes intangibles y esenciales tienen un valor universal. Si bien son ciertos que esos valores hacen su aparición en distintos períodos históricos; sin embargo, la estructura y la cultura socialista en su conjunto forman parte de una época particular: la Modernidad. El socialismo emergió como la variante más importante de un concepto de futuro que se afirma distinto al presente y al pasado, un futuro como sociedad postfeudal y postcapitalista. Sexto. La cultura del socialismo y su organización de masas evolucionaron, y cobraron su significado histórico, al manifestarse como movimiento de la clase obrera y del trabajo industrial, sectores agrarios y otras categorías preindustriales. El socialismo, como movimiento, creció con la industrialización del continente europeo sobre las bases de las tradiciones artesanales.

Si la naturaleza y fuentes del Socialismo del Siglo XXI vienen del Indo Socialismo, el Afroamericanismo, el Marxismo Crítico, los Movimientos de Géneros, la Teología de la Liberación y el Ecosocialismo; entonces abordar al Socialismo como Cultura aportar otro elemento para construir una Teoría Cultural Revolucionaria que oriente la práctica cotidiana revolucionaria en la construcción de la tan onírica Sociedad del Amor: la utopía posible, el socialismo.

efrainvalentutor@gmail.com


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